Carta abierta de Juan Pueblo al Bloque Hegemónico de Poder en El Salvador

(Por: Francisco Parada Walsh)


Hace poco vi a uno de los poderosos en una entrevista por televisión, en los canales que con mi viejo televisor puedo agarrar, y debo decirles que me quedé maravillado. Es raro, casi imposible, ver dando la cara a un titiritero (a uno de ellos) y no a los títeres o a los payasos que se visten de partidos políticos obedeciendo sus poderosos designios. Fue excepcional ver a alguien que representa el poder verdadero e invisible allende la política, a uno de los que manejan los gestos y diálogos de su asqueroso y servil arlequín rotulado como ARENA.

Debo señalarles que ignoran que debido a la proliferación de tantas universidades en este país (más o igual que en Alemania según escuché), la educación y el conocimiento se han extendido y sabemos cosas que creen que ignoramos o que se ignoran. Sin que con esto quiera decir que las universidades son “fundaciones culturales sin fines de lucro”, una farsa de la que por seguro, ustedes y sus compañeros ocultos, su sindicato, su “cosa nostra” obtienen ganancias también. Sin embargo esto debe moverles a la reflexión: En cada barrio pobre de El Salvador, de los que ni siquiera pueden imaginarse, encontrarán ingenieros, médicos, abogados, etc. Quiero advertirles con esto, mis ilustres y distantes salvadoreños, que sabemos el origen de su fortuna, desde la extinción de las tierras ejidales y comunales por plumazo, que son de los mismos criollos que hicieron de este país una finca cual sistema feudal luego de la conquista y falsa independencia, hasta las transformaciones de sus riquezas, su competencia en contra de las transnacionales, y como, aun esas poco más de 20 familias son dueñas de este feudo.

Pero en esto radica que los sienta como unos salvadoreños tan distantes e insensibles. Más a pesar de todo, a riesgo de ser iluso, albergo la esperanza que haya mucha conciencia, además de erudición en vuestras personas. Soy un pipil que almuerza tortilla con frijoles, un güisquil relleno, cuando en el mejor de los casos. Los señalo entonces de fríos e inconscientes a causa de la distancia, si acaso no se mofan con risa sardónica y malévola de mi dieta y mi forma de vivir, o de lo que les escribo acá. Al fin y al cabo no la conocen. Les soy un extraño. Pensarán que con el salario mínimo me la paso bien, que el mercado libre y la distribución desbordantemente desigual de la riqueza permitirá que yo, Juan Pueblo, salga de mi pobreza. Creerán que el negocio de las pensiones sobre la miseria de los trabajadores es lucrarle sin otra expectativa humana, más que el negocio. Que la salud no es una empresa rentable ni sostenible, a menos que se privatice, y que este mismo hecho claro y evidente refleje las diferencias en presupuesto entre el Ministerio de Salud y el Seguro Social, pues ¿Qué puede producir un miserable cuya recuperación de la salud no vuelve a ser el trabajo como mercancía? No piensen de mí como un resentido, o un revolucionario que quiere ocupar su lugar sin haber dejado de ser capitalista en su interior.

¿Por qué no ordenan a Calleja a que productos perecederos sean el sustento de los más pobres de los pobres en mis calles sufridas? ¿Por qué no disponen de becas para los jóvenes bachilleres de mi montaña? ¿O dejan de evadir lo que les corresponde aportar como impuestos si reciben el 90% del producto interno bruto del país? ¡Todavía creo que albergáis conciencia!

¿Cómo sostener que Carlos Calleja es el mejor candidato, si cuando fui a una sala de ventas una empleada se paraba sobre una enorme bolsa de tomates destripándolos para que nadie se los comiera? ¿Cómo, por Dios se les ocurre sugerir tal agravio a la inteligencia del salvadoreño? Vuestro largo candidato no aparecía en el grupo hegemónico económico de poder en el 2001. Sencillamente, Carlos es el hijo de un vendedor de frutas, verduras, vinos y alguna cosa fina, pero claramente no es de su grupo; sin embargo, parece notoriamente más manipulable que el otro candidato dentro de vuestros títeres, el del grupo palestino de poder que dejasteis fuera, no sin descaro. Quizá éste hubiese planteado una mejor lucha que la patética actual, cargada de odio y desesperación, tan pero tan desconectada de mí Juan Pueblo. Algo me preocupa, tanto Carlos como el joven que apareció en la pantalla de mi viejo televisor han perdido el acento salvadoreño, ese acento simple, insípido, bayunco, identificable en cualquier parte del mundo, ¿ Qué pasa con la J de oriente”?: Pronuncian “harrguar” y yo lo pronuncio “jarbar”.

Dejen de inventar títeres inviables llamados partidos políticos y siéntense con las 22 familias restantes y ordenen este país. Ya fue suficiente. Con esta carta apelo a vuestra conciencia, quizá a riesgo de ser iluso. De vosotros depende, nobles e insensibles criollos. No sea que se cumpla “Es más Fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos”, porque, al fin y al cabo, ateos o religiosos, tenéis como yo, el tiempo definido bajo el sol.

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