“Basta con el inútil derramamiento de sangre en Nicaragua”

En el Regina Coeli, el Papa lanzó un llamado para «resolver las tensiones» después de una semana de protestas en las calles del país en el que la Santa Sede se ha comprometido para la pacificación social desde la década de los años 80.

Alarma de Francisco por la oleada de violencia en Nicaragua, en donde han perdido la vida 25 personas, incluyendo un periodista, durante los cinco días de protestas en contra de la reforma del sistema de jubilación propuesta por el gobierno del presidente Daniel Ortega. «Estoy muy preocupado por lo que está sucediendo en estos días en Nicaragua, en donde, tras una protesta social, se han verificado enfrentamientos que han provocado incluso algunas víctimas –afirmó Francisco después de haber recitado el Regina Coeli con los fieles reunidos en la Plaza San Pedro tras la celebración de la misa en la Basílica vaticana para la ordenación de 16 nuevos sacerdotes. «Expreso mi cercanía en la oración a aquel amado país, y me uno a los obispos para pedir que cese toda violencia, que se evite un inútil derramamiento de sangre y que las cuestiones abiertas sean resueltas pacíficamente y con sentido de responsabilidad», añadió el Pontífice que renueva la tradicional premura por un país en el que desde el Pontificado de San Juan Pablo II la Santa Sede está comprometida en la pacificación social mediante una incesante acción diplomática.

Ayer, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, dijo que su gobierno está listo para poner en marcha negociaciones sobre la reforma del sistema de jubilaciones nacional que ha provocado las protestas y violentos enfrentamientos en el país.

Introduciendo la oración mariana, el Pontífice subrayó que «la liturgia de este cuarto Domingo de Pascua prosigue con la intención de ayudarnos a volver a descubrir nuestra identidad de discípulos del Señor Resucitado». Y, añadió, «en los Hechos de los Apóstoles, Pedro declara abiertamente que la curación de los lisiados, realizada por él y de la que habla todo Jerusalén, tuvo lugar en el nombre de Jesús, porque no hay salvación en ningún otro», señalando que en este hombre sanado está cada uno de nosotros, y cada una de nuestras comunidades; por que «cada uno puede recuperarse de las muchas formas de debilidad espiritual: ambición, pereza, orgullo… si acepta depositar con confianza su existencia en las manos del Señor resucitado». «Pero -se preguntó Jorge Mario Bergoglio- quién es Cristo sanador? ¿En qué consiste ser sanado por él? ¿De qué nos cura? ¿Y mediante qué maneras?».

«Encontramos la respuesta a todas estas preguntas en el Evangelio de hoy, donde Jesús dice: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”», explicó el Papa Francisco, haciendo hincapié en que esta autopresentación de Jesús no puede reducirse a una simple sugerencia emocional, sin ningún efecto concreto; ya que «Jesús sana siendo un pastor que da vida. Dando su vida por nosotros». Asimismo, el Pontífice puso en relevancia el enorme valor que tiene cada una de nuestras vidas ante los ojos de Dios: «Jesús le dice a cada uno: tu vida es tan valiosa para mí, para salvarla yo doy todo de mí mismo. Es precisamente esta ofrenda de vida lo que lo hace un buen Pastor por excelencia, el que sana, el que nos permite vivir una vida bella y fructífera», añadió Francisco.

«Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. Él –declaró el Pontífice argentino– está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas. Pero nos acepta tal como somos, nos conduce con amor, porque podemos cruzar incluso caminos impermeables sin perder el camino».

A su vez, Francisco señaló que también nosotros «estamos llamados a conocer a Jesús». Esto implica buscar un encuentro con él, que despierta el deseo de seguirlo abandonando las actitudes autorreferenciales para emprender nuevos caminos, indicados por Cristo mismo y abiertos a vastos horizontes.

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