La Bruja y yo

Por: Francisco Parada Walsh* |

Recientemente me llamaron por teléfono para pedirme que fuera a ver a una paciente en grave estado de salud, aun, fueron enfáticos en que mi visita médica solo debería referirse a tomar la presión arterial, el pulso y ver el estado general. Debido a la lejanía les hice ver que mis honorarios médicos serían cincuenta dólares. Ellos aceptaron.

Creo que conozco la montaña y ni por cerca, disfruté tanto ese recorrido al ver jardines enormes de hortensias, orquídeas bellísimas tratando de subirse a la parte más alta para que nadie las alcance y en ese ínterin llegué a la casa de la paciente; desde un inicio era evidente la gravedad de la señora, bastaba tomarle la azúcar que marcaba 470 mg/dl.  su estado de deshidratación  era tal que no me podía quedar callado, debía hacer algo por la paciente; al revisar la documentación que aparte de reflejar los altísimos gastos en que la familia había incurrido y la gravedad de la paciente entendí que debía ser referida a la mayor brevedad a un hospital de la red nacional; sin embargo desde que se me llamó la hija de la paciente mencionó la palabra “sobre natural” y entendí de qué se trataba y que por órdenes de lo “sobre natural” mi trabajo debería limitarse a solo monitorear determinados signos vitales y que, por arte de magia, en tres días la enferma estaría totalmente aliviada.

No entro en discusiones religiosas, y menos criticar una decisión que para muchísimos lectores pudiera parecer que debo creer únicamente en la medicina occidental, donde al final el paciente es apenas un expediente. Al ver la gravedad de la paciente les hice ver que deseaba hablar con lo “sobre natural”, que me explicara con su léxico y sus conocimientos cómo haría para que esa señora recuperara la salud; no hubo respuestas; no se trata de quién ganaba ese debate sino salvar la vida de la paciente.

Después de explicarle la gravedad que afectaba a la paciente de apenas 54 años les hice ver la necesidad  que debía ser atendida en un hospital nacional lo más pronto posible, me puse en contacto con mi amigo y maestro Dr. Oscar Vásquez Cordón quien cree en mí, a pesar de los sin sabores que siempre causo a su persona e inmediatamente me sugirió que la enviara al hospital Saldaña; todo marchaba bien, así parecía sin embargo la inflamación del encéfalo como resultado de las toxinas que ya el hígado era incapaz de eliminar dieron el tiro de gracia a mi paciente. Hubo un sin sabor esa madrugada, que una hija de apenas 25 años pierda a su madre, duele, duele, duele.

Entendí que si la gente recurre a la brujería o llámese como se llame, el cien por ciento de la culpa la tenemos los médicos quienes en ese periplo nunca fueron capaces de referirla pero sí de sangrarla; la paciente tenía endoscopías, ultrasonografías para regalar, tomografías y todo examen de gabinete que existiese pero no había la verdad, nunca se le dijo a la familia que ese caso clínico era ingreso obligatorio en un centro nacional de salud y no, todo se trató de mentirle y alargarle la agonía; existe una mafia entre los médicos de La Palma con Aguilares, en esos setenta kilómetros se revienta al paciente, no lo dejan pasar a San Salvador y los gastos médicos en que incurrió la familia pasaban los diez mil dólares.

Cobré mis cincuenta pesos, la réferi, la mediqué para que el viaje tan largo fuera no tan agotador y la estabilicé, al final cobré setenta pesos, toda una mañana y aun, la hija de la paciente me regaló diez dólares por mi trabajo realizado, jamás rechazo un dinero, al contrario, es dios que está presente; sin embargo me preguntaba cuántas veces he sido un brujo ante mis pacientes, ante mis amigos o ante un transeúnte ¡Miles! Y también me cuestionaba cuántas veces he sido un médico impostor, ladrón, inescrupuloso y hablo por esos médicos que abundan en nuestro país y mi respuesta fue ¡Miles de veces! Quizá prefiero ser un brujo feo y narizón que un médico charlatán.

*Médico salvadoreño

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