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LAS IZQUIERDAS.

POR: MIGUEL BLANDINO.
Mientras la “izquierda” anda tatarateando en su tartamudeo de “no soy de aquí ni soy de allá, no tengo edad ni porvenir, y ser feliz es mi color…”, la derecha anda siempre por todo el mundo con el machete en la mano para limpiar lo que considera malas hierbas, sean más mariconas o menos mariconas. La derecha no pierde su identidad.
Así como sigue siendo hasta este día la derecha fue un día la izquierda.
Era así, seria, ardiente y sin dobleces, como cuando cantaba aquel seminarista guerrillero nicaragüense, Leonel Rugama, el que entregó su vida a los veintiún años, y siguió siendo santo aunque ya no quería ser santo, y en un poema que le dedicó al gigante Julio Buitrago, el que se batió solito contra trescientos guardias, decía:
“Viajero ve y di a Esparta que morimos
por cumplir sus sagradas leyes”
Eso está en la casa
donde nació Julio
lo único que está en español
pues sí
nació sin camisa
y cantando mientras disparaba su M-3
nació cuando trataban de matarlo
con guardias
con tanques
con aviones
nació cuando no pudieron matarlo
y esto cuéntenselo a todo el mundo
y esto cuéntenselo a todo el mundo
platíquenlo duro
platíquenlo duro siempre
duro siempre
con la tranca en la mano
con el machete en la mano
con la escopeta en la mano.
¡Ya platicamos!

“Ahora vamos a vivir como los santos”.

Es que entonces la izquierda tenía identidad y vivía y moría por ella, abrazada a sus banderas rojas como la sangre que corre por las venas de quienes tienen vergüenza de traicionar, y prefieren la muerte antes que negar sus principios y sus valores y no se tuercen.
De aquella izquierda hablamos no de blandenguerías.
De aquella que era sin rubor sectaria, ortodoxa, radical y pintaba con toda claridad sus límites reconociendo ante todos su naturaleza de clase.