LA VIOLENCIA QUE NOS ACOSA EN EL SALVADOR.
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández, Educador.
Los maestros Immanuel Kant y Nicolas Macchiavello, proponen cada uno en su día, que nacemos pacíficos, que el mal es aprendido, que la sociedad nos lo programa, el primero, mientras el segundo afirma que somos los seres humanos, maliciosos, viles y malvados por naturaleza, posturas que derivaron en agrios debates durante 5 siglos.
Por supuesto la respuesta no es tan elemental, pues si la reducimos a lo afirmado por aquellos, obvia los matices procurados por intereses, malicias, injusticias y prejuicios, que niega el papel que en ello juegan la razón y la moral, o su ausencia, o de cómo la autonomía del sujeto es determinada a partir de las presiones sociales que así la construyen.
Para el caso, la violencia que hemos desde la fundación de la República padecido permanentemente, se corresponde a una muy elemental relación de poder, que procuran las élites imponer al resto de la población mediante la exclusión, la marginación y la más vil injusticia social.
Porque niega a la población una elemental convivencia en dignidad.
Cuando en el primer decenio del presente siglo, Álvaro Saravia era entrevistado por periodistas sobre los pormenores del asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que fuera como sabemos ordenado por la oligarquía salvadoreña, y ejecutada por agentes estatales al servicio de esta, que además fuera el evento que en su día acabara con cualquier posibilidad de atajar la guerra civil que padecimos en los 80´s, con el costo en vidas que aún sufrimos, corona su delación afirmando que entonces tenía la disposición de tomar las armas del lado del pueblo, para atacar la injusticia a la que contribuyó, para enmendar la historia.
Como sabemos, este personaje fue en su día el segundo del que fundó los escuadrones de la muerte, al mismo que fundó el principal partido político de la oligarquía, corresponsable de los crímenes y delitos que nos horrorizaron como sociedad y que siguen impunes a la fecha, que la derecha cometió para asegurar por terror el estatus quo en nuestro medio, lo que supone la sorpresa de su afirmación, pues supone una corrección de sus motivos, que, sin embargo, puede explicarse en el abandono al que lo dejaran sus antiguos aliados.
Porque la oligarquía, como el imperio, tiene intereses, ni hijos ni amigos.
Como sea, la cuestión es que la violencia que hemos como sociedad hemos padecido históricamente, se corresponde al interés de estas por conservar y aumentar sus privilegios, sin consideración del coste humano que supone, nutriéndose en la pobreza y abandono de la población, en el expolio de lo público y la instrumentalización del aparato estatal a su favor.
Podemos rastrearla precisamente desde el momento mismo en que se dieran aquellos así llamados gritos de independencia, que los criollos se apropiaron, temerosos que la población que la impulsaba, la terminará afirmando, lo que tuvieron el descaro de referir en la misma acta de independencia.
Esa exclusión originaria estructuró la que hoy padecemos, y que es causal da violencia endémica que padecemos.
CAUSAS DE LA VIOLENCIA SOCIAL SALVADOREÑA.
El reciente asesinato de una joven en el centro de San Salvador el pasado 6, fue explicado como “un accidente”, sumándose a la larga lista de salvadoreños y salvadoreñas anónimos que son asesinados a diario en el territorio [2/4], que el régimen niega, pues suponen pérdidas justificables para su modelo de seguridad.
El hecho es que no ataca las causas del fenómeno en cuestión, agravándolas en cambio.
En los 30´s del pasado siglo, luego de las matanzas de enero de aquel año que supuso el asesinato de 35,000 campesinos, impunes a la fecha, se instaló un estado militar, con el general Hernández Martines a la cabeza, que durante casi 3 lustros sujeto con mano de hierro al país. Quienes vivieron aquellos días y los recuerdan aseguran que fueron días de seguridad imperante, que cualquiera podía dejar lo que fuera en cualquier lugar, olvidado, recuperándose sin faltar nada al día siguiente.
Eso es una exageración por supuesto, así como una negación de los hechos.
Cuando revisamos con objetividad las delaciones que la policía y la fiscalía de entonces hacen de las condiciones de seguridad imperantes, encontramos algo diametralmente opuesto, con descripciones gráficas en los archivos del horror que supuso la pax martiniana, que nunca existió, y que en nada difería de las condiciones de inseguridad que padecimos hasta hace tres años.
Aquella era una paz en el papel, que las cifras de violaciones, desapariciones y asesinatos de la época demuestran que no existió, para en cambio ser un supuesto establecido por una narrativa como la que padecemos, que niega los hechos, que falsea los datos.
En el decenio de los 70’s del siglo 19, nuestro país se vio conmovido por un hecho que se cocinó desde que se firmara el acta de independencia, con las élites criollas haciendo campaña para que las tierras ejidales pasaran a su control, en menoscabo de la población originaria, y sin ninguna compensación.
Su propósito se concretó en el decenio de los 70´s, cuando el estado acabó con los ejidos, dejando al 92% de la población en la calle, a disposición de sus nuevos amos, derivando en la violencia que entonces aquejo al campo, y que la oligarquía intentó atajar con nuevos cuerpos de seguridad.
Ello condujo a un magnicidio, el del Dr. Araujo, quién intentó reintegrar parcialmente los ejidos a sus antiguos dueños, derivando en un agravamiento de la violencia, que alcanzó su momento más tenso luego del golpe de estado de diciembre de 1931, que impulsó a los campesinos a lanzarse sin organización a aquella ola de violencia que terminó con la masacre del 22 de enero del 1932, cuando el estado y ejército fueran asistidos e instruidos por EU y por GB, que fondearon sus buques de guerra frente a las costas del país.
La historia señala así, como la violencia social tiene un origen estructural, sin corresponderse con ningún arrebato, sino con la marginación y exclusión que de las mayorías la oligarquía hace a través del estado.
¿CÓMO ATAJAR LA VIOLENCIA?
La violencia social es un fenómeno que es alimentado por las condiciones sociopolíticas y materiales a las que se exponen las personas, determinando la naturaleza de las relaciones que tendrán con su entorno.
Para ilustrarlo consideremos las condiciones de los jóvenes que conforman la población de la escuela pública, que es urgida por circunstancias materiales que les imponen limitaciones que truncan sus posibilidades, de frente a las que conforman las escuelas de las élites, donde sus posibilidades materiales generan una realidad opuesta.
Los primeros se ven urgidos a contribuir con su grupo familiar desde temprano, mientras los segundos se ven favorecidos por los privilegios que les son transferidos, y el trabajo no les conforma una obligatoriedad, sino una suerte de deporte.
Porque los primeros deben construir sus posibilidades prácticamente desde cero, sin haberes a su favor, mientras los segundos se ven favorecidos por la transferencia intergeneracional de riqueza, sin haberla construido.
Cuando se habla de liderazgo financiero en nuestra región, es, bajo esta realidad incontestable, apenas un silogismo.
Porque las élites han construido su haber no a partir del trabajo, sino de la instrumentalización que, a su favor, hacen del poder.
Podemos confirmarlo al reconocer por ejemplo, que la meritocracia es inexistente por completo, que no es cierta la afirmación que supone que el trabajador que se esfuerza el doble, trabaje el triple, y se entrega el cuádruple a sus labores, logrará las condiciones de dignidad que debieran en un mundo ideal desprenderse de tal esfuerzo, ni aquí ni en los EU, de donde se desprende nuestro modelo financiero, donde la creciente cifra de pobres [43 millones en pobreza, más 5,3 millones del total de su población en el umbral de la pobreza extrema BM/census.gov.us], devela crudamente como esa afirmación es una falacia, montada con el propósito único de establecer ese supuesto, y demostrado al señalar como, nuestros connacionales trabajan 20 años en el país sin nunca lograr hacerse de su vivienda propia, pero les basta marcharse del país, 6 meses a un tercer estado, para poder reunir en apenas seis meses en promedio, la prima para adquirir una.
¿Por qué?
Porque la inequidad es estructural, y está diseñada para que la riqueza del 1% de la población, derive de la pobreza del 99% de la población [MINECH/MINH/BM/FMI/BID/BCIE], lo que podemos corroborar al revisar los informes que por separado, la banca multilateral hizo público sobre nuestro país los pasados 6 años, donde devela como el completo quehacer del ilegal régimen que padecemos, fue dirigido a beneficiar solo al 0,00002% del total de la población, algo así como 1300 persona, quienes bajo el esquema financiero adelantado por el régimen, que instrumentaliza al estado para lograr ese beneficio, admitió que se volvieran superricos, agenciándose por esa vía y en apenas esos años, $5,000,000.00, mientras se precariza al resto de la población.
Entonces, superar la exclusión estructural, asegurando la democratización de la riqueza en su redistribución, es una vía que permitirá ganar la lucha contra la violencia que padecemos.
