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Libro: OCCIDENTE CONTRA OCCIDENTE.

POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.

Las formas modernas del mal son la banalidad del mal y la violencia nihilista. Hannah Arendt, filósofa, historiadora y teórica política alemana, considera que el mal no surge del odio o la pasión, sino, de la falta de pensamiento y de la incapacidad de cuestionar las consecuencias morales de los actos. La banalidad del mal radica en que el mal puede hacerse “normal”, administrativo, sin reflexión sin conciencia.

Para el filósofo y ensayista francés André Glucksmann, la violencia nihilista es una violencia sin causa, sin fin, sin moral, sin política. Esta desvinculada de cualquier sentido o proyecto colectivo. En ella se encuentra encubierta la creencia de que nada tiene valor, ni la vida, ni la justicia, ni la verdad. Esta violencia puede venir del terrorismo, totalitarismo o la indiferencia burocrática.

La banalidad del mal y la violencia nihilista, describen una deshumanización del mal. En el mundo moderno, el mal ya no necesita justificación, puede ser fruto de la indiferencia y del vacío absoluto. La banalidad del mal es la forma pasiva del mal moderno. En cambio, la violencia nihilista, su forma activa. Ambos son consecuencia de la crisis de sentido moral en la modernidad y de la muerte de los valores absolutos.

La violencia nihilista es un tipo de violencia caracterizada por la destrucción, como fin en sí mismo. No persigue un objetivo racional, una ganancia económico clara, ni una reforma social concreta. Busca destruir, aniquilar y crear espectáculo de muerte. Las causas y factores que la favorecen son las crisis de sentido, la humillación y el resentimiento, la mediatización y el contagio mimético, la desintegración socio cultural, la radicalización individual o colectiva y el acceso a medios letales. Sus ejecutores suelen ser sujetos con traumas, personalidades antisociales e individuos con desesperanza existencial. Su impacto social y político logra la erosión del tejido social, incentivar imitaciones por la mediatización de la violencia, la polarización y la deslegitimación del orden público.

La violencia nihilista, es una idea central de André Glucksmann, en su crítica al mundo contemporáneo. Especialmente en su obra “Occidente contra Occidente”, publicada en el dos mil tres. Quien interpreta el nihilismo, a la pérdida de valores absolutos, a la desaparición de un sentido trascendente o coherencia del mundo. En ese vacío, surge una violencia sin justificación trascendente, la violencia nihilista, violencia autónoma, sin finalidad superior, desvinculada de causas políticas o religiosas reales.

Esta violencia se encuentra en fenómenos contemporáneos, como el terrorismo global y las guerras internas de occidente. Tras la caída del comunismo y el fin de la Guerra Fría, el mundo no ha encontrado paz, sino, una era de caos difuso. El autor discurre que la civilización occidental se enfrenta al terrorismo, al nihilismo y a la indiferencia moral.

Piensa que la tendencia de Europa es, buscar causas externas para justificar el terrorismo, en lugar de reconocer la existencia de una voluntad destructiva autónoma. Para Glucksmann hay dos Europas: la de la acción y la responsabilidad y la del repliegue moral. La pasividad occidental, señala, permitió las masacres de los Balcanes y la de Ruanda. La negación del mal es peligrosa, las democracias se debilitan, cuando se convierten en sociedades sin convicciones.

Estipula que el terrorismo global usa tecnología, medios y discursos humanitarios para atacar los fundamentos de la vida civilizada. No es una barbarie “exterior”, es una mutación interna del propio occidente, mezcla de nihilismo, resentimiento y fascinación por la violencia. Los terroristas no odian a occidente por lo que hace, sino, por lo que occidente es: una cultura del individuo y de la libertad. Glucksmann propone una “ética de la lucidez”: reconocer el mal, actuar contra él y asumir el precio de la libertad. La “ética de la lucidez” postula que un conocimiento profundo y claro de la realidad, la naturaleza humana y las dinámicas del mal es la condición fundamental para actuar éticamente y combatir el mal de manera efectiva. Esta postura ética destaca la importancia del conocimiento claro, la conciencia crítica y el discernimiento como herramientas esenciales para enfrentar y combatir el mal.

El once de septiembre de dos mil uno, inaugura una nueva época de la humanidad. Afirma que se ha producido la pérdida progresiva de la medida y de los límites fijados fuera de la mera subjetividad del individuo. La violencia que devoró al World Trade Center, es el fenómeno nihilista que asola al mundo. El nihilismo derriba todos los límites. Hoy puede asesinarse en masa con cualquier pretexto, es decir, puede asesinarse en masa por nada. Glucksmann valora aceptar que nos encontramos ante una nueva era, donde la civilización se enfrenta a su propia negación y reconocer que la guerra antiterrorista es una necesidad.

El autor distingue dos tipos de pensamientos: quienes abogan por un entendimiento de las supuestas causas del terrorismo islamista y la simpleza que desentierra el fantasma del choque de civilizaciones de Samuel Huntington. El autor califica que las guerras de Irak y Afganistán, no son guerras entre civilizaciones, sino, entre civilización y nihilismo. El terrorismo es la guerra contra la población civil. Mientras que la guerra antiterrorista, los medios y los fines que se opongan a la ilimitada matanza de civiles.