Libro: EL DISCURSO DEL ODIO.
POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.
Joseph André Glucksmann, fue un filósofo y ensayista francés, publica “El discurso del odio” en el dos mil cuatro. Dicha obra es un ensayo filosófico, donde analiza la naturaleza y omnipresencia del odio en el siglo veintiuno.
Glucksmann asegura que antes, la devastación nuclear estaba monopolizada por las superpotencias, pero ahora, la capacidad de causar un horror masivo se ha puesto al alcance de actores no estatales o individuales motivados por el odio. El odio es una realidad presente a escala microscópica en los individuos y en el corazón de colectividades gigantescas. El odio se expande a través del miedo y la duda. El odio es intrínsecamente insaciable y ama la muerte. El discurso del odio solo acepta la aniquilación del enemigo, no busca la negociación ni el compromiso.
Glucksmann crítica las disciplinas que ha omitido y subestimado la existencia del odio, propone una ciencia que estudie el odio en el ser humano. En dicho ensayo, intenta comprender el misterio insondable y la inconmensurable ingenuidad del ser humano ante el surgimiento del odio. Analiza la presencia del mal y el odio a través de la historia, la filosofía y la mitología, para ilustrar las facetas del odio y su impacto en la condición humana. Autores de la cultura occidental, han ido alimentando el legado literario de lo que significa el odio. Este legado revela la simpleza y mediocridad de las explicaciones actuales, al declarar loco e irracional a todo aquel que enarbola las banderas del odio, proclamándolos víctima de hechos y circunstancias.
Quien desee reconstruir un estado de arte sobre la crueldad, tiene en el discurso del odio un referente imperdible. El ser humano se hace cuerpo del odio al matar, al matarse o hacerse matar por aniquilar a otro. Si se investiga al odio hay que tomar en serio el significado de tales acciones en su tiempo, el sentido descifrable en la trama simbólica en que se desarrollan y las inquietudes históricas, sobre lo que puede hacer un cuerpo entregado a la pasión de odiar. El odio es pasión por agredir y aniquilar, desconocer su existencia es negar una pasión humana que siempre nos ha acompañado.
En la época en que todo se hace explicable, en la medida en que la comprensión media toda relación, todo se hace excusable. El discurso de “comprensión” hace desaparecer al sujeto, resaltando su determinación por causas y factores objetivables. En consecuencia, el pedófilo es víctima de una infancia desgraciada, el asesino de ancianas arguye una necesidad de dinero, los violadores del barrio son hijos de la tasa de desempleo y los vejámenes colectivos, se deben a la escasez de espacios, infraestructuras y mobiliario para uso público.
Contrario a la idea de una progresiva consolidación de la bondad y la paz en el corazón de los seres humanos, Glucksmann investiga las manifestaciones del odio y la guerra. Encuentra que, desde la antigüedad hasta el mundo contemporáneo, la crueldad ha sabido incorporarse en las relaciones humanas. Se halla en la voluntad de cada sujeto, el ánimo de aniquilar al otro y hacerle daño intencional. Encontrando detonantes para pasar al acto de asesinato o a la agresión, en el discurso de odio. En cada época, este discurso moviliza miedos y pasiones desbordadas, en lugar de límites a la acción humana sobre los demás. En cada momento de la historia, en distintas regiones del planeta, opera el discurso de odio. Su mecanismo se alimenta de los sentimientos de ira y dolor que experimentará el individuo en su vida. Ante este mecanismo desencadenado, las leyes humanas se disuelven frente a la ira y las normas solo crean un referente a ser transgredido.
El lazo social es amenazado, gracias a un dispositivo cultural que funciona mediante el lenguaje. La palabra se vuelve contra la palabra, para convertirse en acto de violencia. Distintas figuras literarias y personajes históricos prueban la existencia del odio: el ángel exterminador es una bomba humana para atentar contra civiles indefensos en nombre de una religión, la bomba H es parte del perfeccionamiento de los dispositivos de aniquilación mutua a nivel planetario, la persecución en Europa contra el pueblo judío, el exterminio en masa de poblaciones enteras, la promoción poética del terrorista suicida, entre otras. Todas estas formas de odio en figuras, acontecimientos, exageradas versiones y obsesivos procedimientos para causar daño al otro, son fenómenos culturales que evidencian la existencia del odio y la promoción de la crueldad.
No se trata de un sentimiento natural, el odio existe por el odio mismo, es la cobardía de no asumir los fantasmas propios. Se odia la imagen que uno mismo refleja en los ojos de los demás. Legitimar el odio a través del discurso es buscar pretextos, motivos y fantasías en el otro, para conducir la agresividad hacia el exterior y alejar su efecto agresivo sobre las representaciones del Yo.
El odio hacía la mujer se encuentra entre los más antiguos, se perpetúa por su debilidad, vulnerabilidad de la que no escapan los varones. El odio a la mujer camufla la angustia y la decepción por el odio a sí mismo. El autor denuncia a disciplinas que omiten la existencia del odio, reenviando toda reflexión al terreno de las condiciones sociales, en calidad de determinantes objetivos de las acciones del sujeto.
Glucksmann busca restituir la capacidad de asombro ante la racionalidad del mal, resaltando la asimilación cotidiana del discurso de odio. Si el odio nos habla cada día, vale inquietarse por la voz que nos habla y el oído que escucha su llamada. Las experiencias históricas de la guerra, imponen la pregunta por lo inhumano del hombre. No hay final de la guerra, sino únicamente esta o aquella guerra. Las antiguas categorías y el sentido mismo de la guerra, son inadecuadas para aproximarnos a las dimensiones de la crueldad actual.
El autor utiliza la figura del terrorista y analiza el propósito del terrorismo, rememora los atentados del once de septiembre de dos mil uno en Manhattan y el once de marzo de dos mil cuatro en la estación de Atocha del metro de Madrid. Define terrorista, a un ataque deliberado llevado a cabo por hombres armados contra poblaciones desarmadas. Esto es un factor inédito en la lógica de las conflagraciones anteriores. La idea de seguridad interior y geopolítica cambian, según el alcance de los conflictos y riesgos por venir. Ya no se trata de enfrentar ejércitos internos o externos en una frontera nacional, sino, identificar y aislar agresores que con poco recursos producen gran daño. El propósito de los agentes del terror triunfa, cuando logran imponer la agenda del miedo.
El mecanismo del odio opera alterando los procedimientos regulares y las decisiones colectivas. Una de sus expresiones más desbordantes es el terrorismo de Estado, cuyas organizaciones políticas amplifican la capacidad de violencia sobre el cuerpo social.
Para estudiar la crueldad, hay que ilustrarse sobre el odio. La crueldad, entendida como la disposición de infligir sufrimiento deliberadamente, no surge en el vacío, se alimenta de un entramado de emociones, entre las cuales el odio ocupa un lugar central. El odio funciona como el motor psicológico y moral que deshumaniza al otro. Freud lo que hizo fue redescubrir la pulsión de muerte, singular intuición sobre el poder de destrucción que el ser humano alberga. Para que la bomba humana estalle hace falta transitar los tres tiempos del odio. Así conducirá al odio hasta convertirlo en una forma de crueldad absoluta. En primer lugar, la bomba humana se sumerge en el dolor, para generar un vacío a su alrededor y en su interior. Luego viene el furor, cuando el vacío se proyecta sobre los demás a modo de desgracia. Finalmente, la devastación, el crimen, cuya maldad insuperable difícilmente puede ser juzgada por tribunales humanos. Odiarse a sí mismo, es odiar a los demás, es odiar al mundo entero y hacerse uno con la nada a través del odio.
Los miserables y humillados, los marginados y explotados siempre han existido y su sufrimiento se extiende sobre la tierra. Más no por ello toman el odio como bandera para crear devastación y muerte. La inquietud es por un discurso que hace vinculo social, para amplificar la destrucción de cualquier vínculo con el cuerpo, con los otros y con el mundo. El discurso del odio es el resultado de pensar en el problema de la capacidad de destrucción a partir de causalidades psíquicas determinadas, con el propósito de romper todo lazo social. Se trata de una impaciencia por la pasión de gozar, violentar y deshacerse del otro.
El discurso del odio no surge de la nada, esta articulado a un poder político, económico, religioso o ideológico preexistente. Es una estrategia para mantener ese poder o desafiarlo. El lenguaje juega un papel crucial en la construcción y reproducción del discurso del odio a través de estereotipos, generalizaciones y ataques personales. La libertad de expresión no debe ser interpretada, como licencia para expresar cualquier cosa sin consecuencias. La libertad de expresión debe ejercerse con responsabilidad. El discurso del odio constituye una amenaza para la convivencia y la democracia. La crítica es una confrontación de ideas a través del debate racional y el razonamiento lógico. El discurso del odio se caracteriza por su intencionalidad de dañar, humillar e intimidar. La libertad de expresión no debe usarse como excusa, para justificar la propagación de prejuicios y estereotipos, ni para legitimar la violencia. Hay una responsabilidad individual y del Estado en la lucha contra el discurso del odio.
