
Relato: El árbol no resistió el ataque de la bestia.
Por Fredis Pereira. *
En la ciudad de la censura, que está ubicada en un pequeño país del tercer mundo, donde el funcionario siniestro gobierna hasta en la universidad, y las redes de clientelismo político hacen que personas incompetentes estén al mando, en donde el descontrol pone las cuentas en rojo, existió un árbol que fue talado sin sentido.
La bestia que se encargó de que lo talaran, aunque parezca simio es un homo sapiens, viejo y de nublado entendimiento, que le faltó la formación que le permitiera desarrollar su intelecto, de esos que con amaños escalan al poder en elecciones turbias, y que cuando acceden al poder, todo le asusta porque no sabe qué hacer, y vacilan en hacer justicia, menos en hacer daños por su incompetencia, siempre que el patriarca le avale su tonto plan y avance.
El árbol ya había resistido varios atentados. En otro momento se salvó porque un funcionario con buen tino se opuso a su tala e impidió que otras bestias le hicieran leña. Pero en el siglo de la cuarta revolución, se dictó hasta un asueto sin sentido para que nadie supiera cuando le podrían la maquina taladora.
El árbol era frondoso pero no resistió a la bestia. La bestia estaba decidida a destruir como le nace natural por su subdesarrollo e incompetencia. Para justificar la destrucción del árbol, le levantaron una calumnia y usaron varias páginas y otros bienes públicos para conseguir la autorización de una institución que se gobierna disfuncionalmente, y que incumple su misión porque debería proteger el medioambiente de las bestias depredadoras.
Para destruir el árbol ignoraron los hechos y también lo que se enseñan en los recintos que están a su alrededor. Allí los hipócritas, que tienen títulos universitarios, que hasta enseñan sobre protección al medio ambiente y que se han ido al extrajero a estudiar esos temas, pero carentes del buen sentido, convinieron con la bestia para destruir al árbol porque su esteril intelecto concibe que el árbol representaba una amenaza.
La enfermedad que le diagnosticaron al árbol era falsa, tan falsa como las muchas dolencias que dice tener la bestia cuando se presenta a un juzgado como víctima. Cuando tenían a medio corte el árbol, algunos percibieron el engaño, pero la bestia destructora se impuso con su orden hasta destruir al viejo y bondadoso árbol.
No es que la bestia haya sido amenazada o que haya dejado de dormir por algún daño que el viejo árbol le hiciera. Sino que por la incompetencia de la bestia todo lo distorsiona, que le hace mirar torcido lo recto, tenebroso el día, y le asustaba ver el árbol que estaba a cientos de metros de su cueva.
El viejo árbol que daba abrigo a las aves, sombra para el descanso y que purificaba el aire de la ciudad, ahora es un difunto. Su tronco hendido, sus ramas destrozadas y todos sus restos esparcidos por todos lados, muestran que cuando una bestia gobierna todos estamos bajo amenaza, y que una bestia así hace más bien cuando se va jubilada, que cuando se queda fingiendo trabajar.
- Máster en Administración y Gerencia Pública