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Fantasías retóricas de ayer y hoy.

Por: Diego Fernando González Argumedo*

La retórica como herramienta de persuasión en la sociedad moderna

La retórica es el arte que enseña al individuo a expresarse correctamente y con elocuencia, es capaz de construir realidades y movilizar audiencias creando discursos, aunque no necesariamente arraigados en la realidad. Es por ello que la retórica va de la mano con la política ya que, a través de eslóganes pegajosos, consignas sentimentalistas y sobre simplificaciones a temáticas complejas, se polariza a la población tanto en la esfera real como en la digital. Como bien lo dijo Charles de Gaulle: “la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos” ya que ahora se comportan más como un híbrido maltrecho entre un “rockstar” y un “infuencer” que alguien que lidera sobre la toma de decisión de un determinado territorio. Su presencia mediática se mide a través de “likes” y por sus trends o por como “humillan” a sus oponentes políticos —como si se tratara de medir la popularidad entre bachilleres— y no por la profundidad de sus reflexiones y análisis, su sagacidad política o su criticidad al statu quo. Obviamente con una sociedad infantilizada donde el bochinche y el amarillismo clama, esta clase de políticos siempre serán bien recibidos y bien escuchados por la masa acrítica. Otro gran problema son los contrapesos, es decir, los analistas políticos que más parecen activistas que pornográficamente denotan su tendencia sesgando todo tipo de análisis. Si estos son los “líderes de opinión” entonces no es una sorpresa que la sociedad en general se comporte más como la decadente Roma buscando su pan y circo, su dosis de entretenimiento chocarrero y su validación dentro del grupo dominante.

 

La discursividad como construcción social de la realidad

Siguiendo la línea del Tao, para que haya un balance en la vida no se pueden tener absolutos entonces siempre habrá un poco de luz en la oscuridad, así como habrá un poco de oscuridad en la luz. Esto es evidente en la democratización de los medios a través de las redes sociales, permite abrir la palestra a múltiples ideas, discursos y perspectivas —no siempre pertinentes o atinadas— y difundirlas a grandes segmentos poblacionales. Todos estos discursos compiten por demostrar que tan cerca están de “la verdad” y buscan acaparar la atención, algunos imponiendo criterios arbitrarios por sobre argumentos sólidos y debidamente fundamentados. Lastimosamente hemos llegado al extremo de que mi mentira es igual a tu verdad y de allí que se tengan grupos antivacunas, o como los llama el periodista Mauricio-José Schwarz: “covidiotas”, terraplanistas, antievolucionistas, negacionistas del alunizaje y un largo y penoso etcétera. Y es que hay también una carencia de pensamiento crítico por parte del consumidor de estos discursos, no hay capacidad de verificación de fuentes, no hay análisis discursivo como la identificación de falacias, no hay disposición de tener caridad intelectual e intentar ponerse en los zapatos del otro, no necesariamente para darle la razón, pero si para entender su paradigma.

 

No es raro encontrar con mayor frecuencia que grupos escatológicos religiosos difundan sus mensajes terroristas como el inminente fin de los tiempos a causa de las variopintas calamidades que azotan (y han azotado) a la humanidad. Que si hay un terremoto en Pakistán, que si hay una serie de incendios forestales en Australia, que si hay una guerra en África, que si caen los mercados de Asia; todo motivo es válido para vaticinar el fin del mundo, pero… ¡este nunca llega! Recuerdo como en 2012 me di a la tarea de bajar los delirios escatológicos provocados por la desinformación asistiendo a la mayor cantidad de medios de comunicación para dar la perspectiva científica, desde la arqueología, sobre el Baktún 13 y como este significaba solo el fin de una secuencia calendárica. Recuerdo también los típicos comentarios de los faranduleros (no me atrevo a llamarles locutores o periodistas) haciendo mofas como: “yo estaba segura de que no sería el fin del mundo porque mi lata de atún decía ‘caduca en 2013’”.

 

Sería interesante saber por qué la gente se ve tan atraída por las mal llamadas “teorías de la conspiración” —término coloquial puesto que en ciencia la teoría es algo ampliamente probado— a lo mejor es porque son más atractivas asemejando un relato de ciencia ficción, a lo mejor tiene que ver con la autoestima del individuo en el que al poseer un “conocimiento prohibido” o “exclusivo” los hace destacar del montón. No lo sé, son meras especulaciones mías. Lo que sí es seguro es que tarda más un divulgador científico en desmentir uno de esos bulos, que lo que tarda la siguiente teoría de la conspiración en desinformar a la población.

 

La religión como campo fértil para el uso estratégico de la retórica y la discursividad

Como ya mencioné es bastante común ahora encontrar perfiles y canales en redes sociales cuyo único propósito es usar la hermeneútica escatológica para infundir el miedo o interpretarlas para fundamentar discursos de odio y así manipular a la población. Sectas como la Westboro Baptist Church (WBC) no escatiman esfuerzos para infundir el miedo y promover el odio y la segregación entre ellos, la población en general y grupos sociales como el colectivo LGBTI+, musulmanes, ateos, e inclusive otras denominaciones cristianas. Lo preocupante es cuando grupos religiosos, a veces tan nocivos como la WBC, buscan tener injerencia en la toma de decisiones a nivel político sobreponiendo sus creencias sobre preceptos básicos de tolerancia y respeto como la laicidad. En este sentido es interesante, y refrescante, ver el activismo de organizaciones como The Satanic Temple (TST) referente a la imposición de ideas cristianas en espacios municipales públicos, abogando por una igualdad de oportunidad y acceso. Un ejemplo de ello fue la colocación de una estatua de Baphomet (figura representativa de esta organización) en las inmediaciones de un monumento dedicado a los 10 mandamientos por parte de la municipalidad de Little Rock, Arkansas; el racional detrás de esta acción fue que el espacio público municipal no debería favorecer un tipo de creencia religiosa debido a que representa una imposición y una violación a la primera enmienda de constitución de los Estados Unidos referente a la separación de estado y religión. Los personeros de TST abrieron la puerta para que otros monumentos religiosos también fuesen colocados dándole oportunidad a todos de ser representados, infortunadamente la estatua de Baphomet fue retirada ya que los monumentos necesitan un patrocinio legislativo, pero ha dejado en evidencia el claro favoritismo por parte del gobierno local violando tanto la Constitución del estado de Arkansas así como la Constitución de los Estados Unidos.

 

La política como escenario principal de la batalla retórica y discursiva en la era digital.

En la construcción de narrativas, los medios de comunicación (incluidas las redes sociales) hace uso del “framing” o el encuadre para la presentación de una información, imbuyéndola de los sesgos a conveniencia. Por ejemplo, un medio de comunicación conservador enmarcará un suceso según su paradigma determinándolo, de manera tendenciosa, como “bueno”, como “malo”, como “conveniente” o como “inconveniente”, ejemplo: un colectivo somete una pieza de correspondencia sobre una iniciativa de ley para la despenalización del aborto bajo las cuatro causales, inmediatamente un medio conservador hará ver que es una ley que atenta contra los valores cristianos de TODOS, ergo, es una ley “mala”. Para apoyar su retórica utilizarán personajes con cierta influencia como sacerdotes, oradores profesionales y celebridades menores. Es con este gancho que muchos políticos ganan el apoyo popular aunque no tengan convicción alguna en dicha polémica.

 

Otra forma de construir narrativas es bajo el modelo de la ventana de Overton en el que explica como temas aceptables para la población en general van cambiando con el tiempo, por ejemplo, hace más de 200 años la esclavitud era algo normal y cotidiano, hoy es un tema que despierta indignación y se busca su erradicación total. La introducción o remoción de dichos temas se da en gran medida por los medios de comunicación y su retórica. Debido a la parcialidad de los medios, es bastante fácil que un político obtenga una plataforma para exponer sus ideas, aunque a veces parezcan más los dos minutos de odio de la novela “1984” de George Orwell. Con la masificación del quinto poder del estado, las redes sociales, hoy más que nunca es fácil esparcir “fake news” a través de cuentas robot, mejor conocidas como bots, para desacreditar a una persona o inclinar la balanza hacia un lado. Un claro ejemplo fue la malintencionada edición de un vídeo por parte de la diputada Claudia Ortiz del partido Vamos en una sesión plenaria del congreso salvadoreño en donde claramente hace alusión a la liberación de ciudadanos inocentes víctimas del régimen de excepción, alguien bien planificado, pero mal intencionado, deliberadamente editó el vídeo y los bots lo compartieron dando a entender que la diputada pedía libertad para pandilleros apresados en el CECOT. Lo peor del caso es que algunos medios y creadores de contenido internacionales se han basado en esa “fake news” como un dato fidedigno (dejando en claro que tienen poca o nula capacidad o interés de verificar las fuentes y los datos).

Entonces es evidente que la retórica es importante y está muy presente en nuestra realidad, así la gente desconozca que eso que usan o los seduce tiene nombre y se remonta a la antigua Grecia. El tema es apasionante y da para más, pero de momento daré fin a esta primera parte dejándolo mi estimado lector “picado” para la siguiente entrega.

 

*Arqueólogo, docente e investigador independiente

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