Un Mundo al revés.

Por Guillermo Alvarado.

Dos noticias internacionales llaman poderosamente la atención en este inicio de semana, una referida al increíble aumento del gasto militar en las principales potencias del planeta, y la otra relacionada con la hambruna desatada en Sudán y otros países de África.

Es emocionalmente devastador ver como países ricos invierten sumas estratosféricas en fabricar y mejorar las tecnologías para matar a sus semejantes, cuando con mucho menos dinero podrían salvar millones de vidas.

De acuerdo con el más reciente informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz, en 2024 más de 100 países incrementaron sus presupuestos militares, que alcanzaron 2,7 billones de dólares, la cifra más alta en medio siglo.

Este es el décimo año en que este tipo de gastos aumenta, lo cual alegra a la industria militar, pero también pone de manifiesto la poca intención en el planeta de dirimir las diferencias entre las naciones de una manera pacífica.

Esto no es gratuito por supuesto, pues para aumentar los presupuestos de defensa, hace falta recortar otros que son más importantes.

Hablo, por ejemplo, de gastos en salud y educación, que son pilares para tener sociedades sanas y equilibradas, o recurrir a procedimientos onerosos, entre ellos aumentar los impuestos o la deuda pública, que al final recaen sobre los hombros de los pueblos.

Además, crece la tendencia en recortar los gastos para la cooperación humanitaria internacional, lo cual tiene un impacto severo en las condiciones de vida de poblaciones desfavorecidas en continentes como África y el sudeste asiático, entre otros.

De acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos la situación actual en Sudán es absolutamente grave pues la mitad de la población sufre hambre extrema, un fenómeno que incluye por lo menos a cinco millones de niños y madres lactantes.

La desnutrición en ese país alcanza proporciones catastróficas, lo que compromete el futuro de las personas que logran sobrevivir a la aguda falta de alimentos.

Dice mucho sobre la condición humana el hecho de que la mayor parte de quienes viven en estas precarias condiciones sean víctimas de la violencia desatada con esas mismas armas que se fabrican y exportan en el mundo desarrollado, donde hay dinero suficiente para esta industria, pero no para salvar vidas.

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