El Primer Grito de Dependencia

Nada parece inmutar al salvadoreño, a ese hombre arrecho, que se muere porque sea viernes, que no pierde un segundo en pensar en el futuro; playas atiborradas de gentes, accidentes por doquier, tarjetas de crédito poniendo el pecho ante la falta de efectivo como que las cosas fuesen bien, estamos en el paraíso donde corren ríos de leche y miel y debemos servirnos en los más grandes tazones para seguir en esa farra eterna.

Por: Francisco Parada Walsh*

No, el bitcoin no es problema, poco sabemos sobre él, pero importa más éste presente de jodarria que siquiera detener la vida por unos minutos y saber que el ocho de septiembre estaremos  ¡Muertos en vida! Todo acabó, todo; las esperanzas de un país no mejor al que teníamos el 31mayo de 2019, no, eso es aspirar no droga sino sueños vacíos, no, esas eran esperanzas vagas de una patria más equitativa, más solidaria, más fraterna pero eso es pasado, y un pasado que lo lloraremos.

Quizá si viviera entre noticieros, twitter y redes sociales sin duda alguna creyera todo lo que se dice pero vivo entre gatos, perros, pinos, cipreses, rosas, claveles, cervezas, libros y vinos que no me permiten ser ese salvadoreño arrecho, no, soy un paria en una sociedad con castas estratificadas como pocos países del mundo, soy un leproso en el país con los índices más altos de lepra, soy la nada en el país del todo, donde ese todo, es una franca mentira.

Será el ocho de septiembre  “El Primer Grito de Dependencia” cuando quizá debería llamarse “El Primer Grito del Dolor más exquisito que se haya sentido”, es como se le llama al dolor provocado por un cálculo renal que desciende buscando salida, donde el paciente hombre quizá apenas experimente lo más cercano al dolor de un parto, se gritará, se maldecirá, se puteará, se llorará pero las naves están quemadas, no hay nada que hacer, toda la sangre de los más de cien mil muertos que dejó la guerra civil y los otros miles de muertos sacrificados por las pandillas y las desapariciones quedaron en el olvido.

Ese es el nuevo “Orden Salvadoreño” donde el pasado no importa sino la mentira, el narcotráfico, la vida de lujos de algunos pobres diablos, que como dice el dicho “Si nunca ha tenido y llega a tener, LOCO SE PUEDE VOLVER”. Esto no es nada nuevo para el salvadoreño, tenemos a un pobretón como Mauricio Funes y Tony Saca que ahora gozan de fortunas inimaginables y el pueblo, perdido y endrogado aun, cree en ellos.

Particularmente mi tristeza no es por mi futuro, no, es ese joven que creyó en la demagogia, en la mentira, en ese populismo que aun, quizá habrá otro repunte del “Pan de la Vergüenza” para terminar de subir, las velas del mal. Me siento derrotado ante una maldad inimaginable, que vulgares, patanes e ignorantes se lleven la porción más grande del pastel me aterra, pero poco puedo hacer, poquísimo.

Aun, lectores que ni me conocen se arrogan posturas cual si meremos tal debacle, que no hay que confundir a las masas cuando la masa lleva levadura, crece, se sale del molde, lucha pero no se da por derrotada, sin embargo acá, pareciera que no hay bastión de dignidad, todos somos cobardes ¡Todos! Y aun, será un tiro de gracia para aquella clase media alta que disponía de algunos reales, que verán todo perdido, sus esfuerzos de largos años de trabajo, de invertir en el país, de creer que la solidaridad es un verbo, cuando vemos que el país cae en picada y nada hacemos, nada.

No tengo un dólar de pensión, no, mi futuro es borrascoso, triste, sombrío y eso me ahueva pero entendí que mi mejor arma no es ni el dinero ni la violencia sino estas manos que escriben estas sencillas líneas, mi boca para gritar las injusticias, mi hombro, para que me reconforte y reconfortar al hermano cuando todo caiga, todo, menos mi maltrecha dignidad.

*Médico salvadoreño

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