Cultura

ERA JOVEN E INEXPERTA.

POR: MIGUEL BLANDINO.

Libertad se llamaba.

Antes de su nacimiento,

Durante una larga noche

Que parecía interminable,

Su madre la estuvo gestando.

Diez años preñada la tierra,

Alimentó a su embrión

Con las rosas carmesí

Que amorosos le donaban

Sus hijos y sus hijas.

Un día, por fin,

Nació como todos nacemos:

En un charco de sangre,

En medio de llantos,

Pujos y gritos.

Aspiró, llenos sus pulmones de vida nueva,

y todos dijeron

¡Qué bella es!

Y se durmió pacífica,

Confiada, tranquila.

Se durmió sin miedo a la tiniebla,

A la oscuridad del pasado.

Sin saber que el infame ya la estaba acechando. (MB)

Delfi la llamaban sus familiares, sus amigos y sus compañeros del segundo año de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Centro Americana “José Simeón Canas” (UCA). Ella era una jovencita de apariencia tímida, pero de carácter firme y decidido,  militante de las Fuerzas Universitarias Revolucionarias 30 de Julio (FUR-30).

Delfina Góchez nació el 16 de junio de 1958 y murió cuando apenas contaba veinte años de edad –el 22 de mayo de 1979-, acribillada por las armas de una tiranía que era sierva feroz de los intereses de la oligarquía criolla y del amo, el imperialismo yanqui.

En el momento de su muerte, Delfi se encontraba apoyando en tareas de seguridad al grupo de compañeros y compañeras que llevaban comida y medicina a los integrantes del Bloque Popular Revolucionario (BPR) que mantenían ocupada la sede diplomática de la República de Venezuela, denunciando la explotación opresiva contra el pueblo y la represión en contra del movimiento popular que demandaba todos sus derechos y pugnaba por una revolución que devolviera su dignidad humana a cada persona en la República de El Salvador.

Ese día cayeron Emma Guadalupe Carpio Rosales de Alegría (la hija del Comandante Marcial, Salvador Cayetano Carpio), Francisco Navidad, Mariano Díaz Martínez, Nelson Ernesto Méndez, Carlos Alberto Mendoza, Antonio Girón Martínez, Enrique Armando Montoya, Rafael Vásquez Marín, Manuel Antonio Girón López, Santos Martínez Rauda, Mauricio Scaffini Siriany, Carlos Arévalo y Esteban Valencia García. 

CON GUSTO MORIRÉ

A mí me van a matar.
¿Cuándo? no lo sé.
Lo que sí tengo claro es que moriré,
asesinada por el enemigo de mi pueblo.

Como quiero morir junto a mi pueblo,
nunca me separaré de él.
Como el futuro y la historia
están con nosotros,
jamás me desviaré del camino.

Como aspiro ser revolucionaria,
mis puntos de vista
y toda mi energía y mi trabajo,
estarán a partir de ello.

¡No tendré miedo nunca!
todo lo que haga
tiene que ser un golpe al enemigo
en cualquier forma que se lo dé.

¡Siempre estaré activa!
y nunca quiero decir no,
a ninguna tarea por difícil o dura
que se presente.

Cuando muera,
mi sangre regará nuestra tierra
y crecerán las flores de la libertad
y el futuro abrirá sus brazos calurosos
y llenos de amor para los pobres.

Mi sangre y mi lucha
alimentará a ese día
que un día llegará.

Con gusto moriré llena de amor.
Y quiero morir de la manera más natural
en este mi querido país:
asesinada a sangre fría
por el enemigo de mi pueblo.

COMPAÑEROS CAÍDOS EN LA LUCHA, ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

PORQUE EL COLOR DE LA SANGRE JAMÁS SE OLVIDA: ¡LOS MASACRADOS SERÁN VENGADOS!

REVOLUCIÓN O MUERTE, ¡EL PUEBLO ARMADO VENCERÁ!

Eran los versos de una poesía proletaria que se estaba escribiendo hora tras hora, en todas partes, en cada cuarto de mesón y colonia marginal, en cada aula y cada fábrica, en cada parcela agrícola y agrupación parroquial.

Diez años duró el proceso de organización del pueblo, y doce, la guerra popular. Miles más cayeron -desde 1970 hasta 1992-. Muchos, convencidos y decididos como Delfi, muchos sin saber por qué. “Murió sin saber por qué le acribillaban el pecho, luchando por el derecho de un suelo para vivir. Ay, que  ser más infeliz, el que mandó  disparar, sabiendo cómo evitar una matanza tan vil…”, cantaba Víctor Jara, triste como yo en esta hora que quiere ser fecunda, para preñar de nuevo a la Patria con vida y libertad.