Creencia

Peter Thiel, los tech bros, Trump y el Anticristo.

Entre septiembre y octubre, el inversor multimillonario Peter Thiel —cofundador de PayPal, uno de los primeros impulsores de Facebook y fundador de Palantir, la empresa de vigilancia utilizada por las agencias de defensa e inteligencia de Estados Unidos— ofreció una serie de conferencias privadas sobre el “Anticristo” dirigidas a tecnólogos y futuristas.

Las entradas para los eventos, organizados en el Commonwealth Club de San Francisco por el ACTS 17 Collective (una organización sin fines de lucro dedicada a difundir los principios cristianos dentro del sector tecnológico, cuyo nombre hace referencia a los Hechos de los Apóstoles 17, donde Pablo se dirige a las élites culturales de Atenas y otras ciudades intelectuales), costaban 200 dólares y se agotaron en pocas horas. A los asistentes se les informó que los encuentros eran estrictamente confidenciales y que estaba prohibido tomar fotos o grabar audio o video. Sin embargo, periodistas de The Guardian y The Washington Post lograron obtener grabaciones de algunos participantes que pidieron permanecer en el anonimato.

Según The Guardian, las conferencias fueron extensas y de amplio alcance. Thiel filosofó sobre quién podría ser el Anticristo y la llegada del Armagedón, mezclando pasajes bíblicos, historia reciente, filosofía y referencias a videojuegos y programas de televisión, junto con reflexiones sobre El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, desviándose en ocasiones hacia teorías conspirativas.

Las charlas de Thiel se producen en un momento de creciente nacionalismo cristiano en Estados Unidos. Los cristianos interpretan de diversas maneras la figura bíblica del Anticristo, pero generalmente se le considera el adversario de Dios que aparece al final de los tiempos. Según Thiel —quien se define como un “cristiano ortodoxo con o minúscula”—, el Anticristo es una figura eminentemente política, y su llegada coincide con el establecimiento de un gobierno mundial unificado, centralizado e hiperregulado que garantiza la paz y la estabilidad a costa de la libertad y la democracia. Las promesas de “ley y orden”, “paz y seguridad” encubren el ascenso de un control centralizado. Las agencias internacionales, el ambientalismo y las barreras tecnológicas son, en este sentido, un presagio de la llegada del Anticristo, antesala del fin del mundo.

“Un mundo único o no, en cierto sentido es la misma cuestión que la del Anticristo o el Armagedón. Así que, en cierto modo, es exactamente el mismo problema”, afirma Thiel. La única salvación para evitar el colapso global, sostiene, es el katechon, una fuerza de contención que a lo largo de los siglos ha frenado la llegada del Anticristo e impedido el Apocalipsis: un mundo fragmentado de Estados nacionalistas en el que la aceleración de la innovación tecnológica desempeña un papel crucial.

La reinterpretación que Thiel hace del Apocalipsis y del Anticristo revela mucho sobre cómo las élites de Silicon Valley están reapropiándose del lenguaje apocalíptico para sus propios fines. Lo que pueden parecer teorías mesiánicas extravagantes manifiesta, en realidad, la visión del mundo (y de su posible fin) de una de las figuras más influyentes de Silicon Valley y de Estados Unidos, que sitúa la tecnología como motor central del cambio social y la vincula indisolublemente al destino de la humanidad. En la historia según Thiel, el mundo libra una batalla entre el bien y el mal: entre quienes trabajan por el progreso tecnológico y la libertad, y quienes intentan limitar esas libertades mediante leyes y regulaciones, invocando el miedo a amenazas existenciales —como el cambio climático, la inteligencia artificial o la guerra nuclear— para acumular un poder desmesurado. El miedo al colapso, sostiene Thiel, hace que las sociedades estén más dispuestas a aceptar soluciones autoritarias que prometen seguridad a cualquier precio.


El golpe de Silicon Valley: un largo proceso ideológico, cultural y político

Al asociar con el Anticristo a las figuras e instituciones que promueven la cooperación, la solidaridad social y la diplomacia internacional, y vincular con la libertad a las tecnologías y plataformas que, desreguladas, se convierten en instrumentos de concentración de poder, autoritarismo y discriminación, Thiel no hace más que defender la ideología libertaria de los llamados tech bros de Silicon Valley, que se alinearon abiertamente con Trump en las últimas elecciones estadounidenses: el Anticristo que Thiel describe parece ser él mismo.


El Apocalipsis y el Anticristo según Thiel

En distintas intervenciones, Thiel ha sostenido que la civilización humana atraviesa una fase de estancamiento tecnológico tras el punto culminante de la era espacial en los años sesenta. Entonces —con las misiones Apolo y el Concorde— la humanidad habría alcanzado su máximo nivel de innovación. Después, todo se habría ido deteniendo progresivamente, salvo en un ámbito: el “mundo de los bits”, es decir, los ordenadores, el software, la inteligencia artificial y las finanzas digitales. Según Thiel, este es el último motor que queda para evitar la “estagnación total” y la parálisis. La única salvación, dice, es “asumir más riesgos”, impulsar la innovación hasta el límite.

Esta lectura de la evolución social tiene en Thiel un matiz escatológico. El estancamiento sería simplemente el preludio de la llegada del Anticristo. Para Thiel, el Anticristo no es una figura única, sino un sistema global, tecnológico y autoritario que garantiza la paz y la estabilidad a costa de la libertad y la democracia, utilizando el miedo a los riesgos tecnológicos catastróficos (la IA, la guerra nuclear, el cambio climático) para justificar medidas de vigilancia y control sin precedentes.

“En los siglos XVII y XVIII, el Anticristo habría sido un Dr. Strangelove, un científico loco que hacía ciencia malvada y desquiciada”, dijo Thiel en su conferencia inaugural del 15 de septiembre. “En el siglo XXI, el Anticristo es un ludita que quiere detener toda la ciencia. Es alguien como Greta o Eliezer”, añadió, refiriéndose a Greta Thunberg y Eliezer Yudkowsky, un crítico del enfoque de la industria tecnológica hacia la IA. Thiel había financiado anteriormente el trabajo de Yudkowsky, pero en su discurso reconoció estar ahora avergonzado de esa relación y calificó al investigador y a otros como él de “desequilibrados”, según las grabaciones obtenidas.

Recurriendo al imaginario bíblico, Thiel vincula este sistema con las visiones del Libro del Apocalipsis y sus advertencias sobre falsos mesías y falsas promesas de paz. Un tirano solitario tiene menos posibilidades de explotar el miedo —a la guerra, a las pandemias o al colapso económico— para justificar un control total, pero, según Thiel, una autocracia centralizada sí podría hacerlo. “La forma en que el Anticristo conquistará el mundo será hablando sin cesar del Armagedón, hablando sin cesar del riesgo existencial”, declaró en una entrevista con The New York Times.

Como explica Simone Pieranni en el pódcast Fuori da qui, “Thiel ve posibles anticristos en todo un zeitgeist, en personas e instituciones obsesionadas con salvarnos del progreso a cualquier precio”. En sus conferencias e intervenciones públicas, Thiel cita al comunismo, las Naciones Unidas, la regulación tecnológica e incluso a Greta Thunberg, y afirma que “quizá deberíamos temer más al Estado totalitario mundial que al propio Armagedón”, es decir, al colapso que nos espera si el progreso se detiene o si el mundo se unifica bajo un solo poder.

El único equilibrio posible, sugiere Thiel, reside en lo que el apóstol Pablo describe en la Segunda Carta a los Tesalonicenses como el katechon, una misteriosa “fuerza de contención” que retiene el espíritu del Anticristo o retrasa el fin de los tiempos. En el momento en que esa fuerza se retire, continúa Thiel, el sistema del Anticristo colapsará en el Armagedón.

Pero Thiel interpreta el katechon en clave tecnológica y política. Para él, se trata de un mundo fragmentado de Estados nacionalistas y un acelerador de la innovación tecnológica que impide la dominación total. El katechon, observa Pieranni, “es la necesidad de acelerar el progreso y mantener las divisiones para evitar el Anticristo, el Estado totalitario mundial”.

Por eso, en sus conferencias, Thiel invita a acelerar el proceso tecnológico, a asumir muchos más riesgos, a llevar el mundo al borde del Apocalipsis para evitar el regreso del Anticristo y el fin del mundo.

En resumen, en la interpretación de Thiel, el Estado mundial único (en sus diversas formas supranacionales) representa al Anticristo; mientras que la fragmentación, el capitalismo competitivo y la innovación sin límites serían el katechon que frena la catástrofe, empujando paradójicamente hacia el abismo. Todo ello en nombre de la defensa de la libertad. Pero ¿qué libertad? ¿Y de quién?


Girard, Schmitt y los referentes intelectuales de Thiel

Detrás de las ideas de Thiel están algunos pensadores clave. Uno de ellos es el antropólogo y filósofo francés René Girard, quien sostenía que el deseo humano es mimético: no deseamos por impulso, sino por imitación. Deseamos lo que otros desean. De ahí surgen la rivalidad y la violencia.

En las sociedades tradicionales, esta tensión se neutralizaba mediante el chivo expiatorio: la comunidad proyectaba su violencia sobre una víctima, la sacrificaba y restablecía el equilibrio. Pero con la revelación cristiana, dice Girard, este mecanismo quedó al descubierto: reconocimos la inocencia de las víctimas. Y sin un chivo expiatorio, la violencia mimética se descontrola. La humanidad está condenada a una escalada de rivalidades que conduce al Apocalipsis.

Thiel interpreta el mundo contemporáneo a través de esta lente. Internet y las redes sociales, dice, amplifican la rivalidad mimética: todos imitan a todos, compiten por estatus, visibilidad y deseo. No es casualidad que Thiel invirtiera 500.000 dólares en Facebook en 2004, considerándolo un experimento perfecto de la teoría mimética de Girard. Facebook, en su visión, es un acelerador del Apocalipsis: una herramienta que lleva a la humanidad al borde del colapso, quizás para despertarla.

Otro referente clave para Thiel es Carl Schmitt, jurista del siglo XX y teórico de la “teología política”. Schmitt veía la política como una lucha irreductible entre “amigos y enemigos” y consideraba peligrosa la idea de un mundo pacificado y unificado: sin conflicto, la política muere.

Thiel hereda esta lógica binaria. La globalización, la ONU, la Unión Europea y la regulación tecnológica —todo lo que tiende a la unificación— se convierten, a sus ojos, en anticipos del Anticristo. En cambio, las divisiones, el nacionalismo y la competencia tecnológica son las fuerzas que frenan el fin, el katechon.

Schmitt encontró su katechon en el nacionalismo, apoyando trágicamente el nazismo. Thiel, aunque consciente del riesgo de que el katechon se convierta en el Anticristo, utiliza la dialéctica schmittiana para promover políticas ultranacionalistas y pro-tecnológicas, justificando divisiones culturales y políticas profundas.

“Un año antes de invertir en Facebook, Thiel fundó en secreto Palantir Technologies”, relata Pieranni. “En un ensayo de 2004, Thiel sugería trabajar fuera de las instituciones democráticas para crear una coordinación secreta entre los servicios de inteligencia del mundo como única vía hacia una verdadera Pax Americana, operando fuera de los controles democráticos, exactamente lo que Palantir acabaría facilitando.”

La descripción del Anticristo dada por Thiel —una figura obsesionada con la vigilancia y el control, que aspira a un Estado mundial unificado— parece, en realidad, describir al propio Thiel, plenamente integrado en el aparato de seguridad estadounidense y recorriendo el país desde hace años hablando del Armagedón.


¿Quién es Peter Thiel?

La visión teológica de Thiel debe entenderse a la luz de su carrera empresarial, que comenzó con su inversión en Facebook en 2004.

Con una fortuna estimada en 20.800 millones de dólares, según Forbes, Thiel no es un predicador marginal, sino uno de los tecnócratas más influyentes del mundo: alguien que advierte contra los sistemas autoritarios mientras se beneficia de las tecnologías, redes políticas y herramientas de vigilancia que podrían hacerlos posibles. Autodenominado libertario, se mueve con soltura en la intersección entre tecnocracia, teología, política de derechas y nacionalismo cristiano.

Como explica Fortune, el magnate construyó su riqueza invirtiendo en empresas con estructuras de monopolio y en tecnologías transformadoras antes de que se hicieran populares. Este enfoque lo llevó a los primeros éxitos con PayPal —vendida a eBay por 1.500 millones de dólares en 2002— y posteriormente con empresas como Palantir Technologies, la compañía de análisis de datos que cofundó en 2003.

Palantir ha proporcionado herramientas de vigilancia y análisis de datos a agencias gubernamentales como el Departamento de Defensa, los servicios de inteligencia y el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas). Su plataforma “Gotham” permite a las fuerzas del orden conectar grandes bases de datos, creando perfiles detallados de personas mediante la combinación de registros de tráfico y actividad en redes sociales. Los contratos firmados durante la administración Trump ampliaron el alcance de Palantir dentro de las agencias federales, generando preocupación sobre su posible uso político.

Thiel ha señalado en repetidas ocasiones que la tecnología moderna proporciona el “mecanismo” que faltaba en las representaciones del Anticristo: la capacidad de lograr el dominio global mediante la integración de datos y la vigilancia, en lugar de la conquista tradicional. Palantir encarna precisamente esa capacidad, con plataformas diseñadas para sintetizar información dispersa en sistemas de inteligencia completos.

Pero esto no es una contradicción. Refleja la dinámica de ruptura y acercamiento al abismo que Thiel teoriza en sus discursos, que se han intensificado a la par de su influencia política. Fue uno de los primeros partidarios de Trump, delegado en la Convención Nacional Republicana de 2016, y ayudó a impulsar a figuras como J.D. Vance.

Algunos sostienen que Thiel intenta desviar la atención de Palantir, sometida a creciente escrutinio público a medida que su papel en la vigilancia gubernamental se amplía. Bajo la administración Trump, Palantir obtuvo más de 113 millones de dólares en contratos federales, y su tecnología es utilizada por al menos cuatro grandes agencias. Su capacidad para integrar datos de múltiples fuentes ha suscitado preocupación entre defensores de las libertades civiles —e incluso entre algunos republicanos— por el riesgo de abuso político. Trece ex empleados de Palantir firmaron recientemente una carta instando a la empresa a terminar su colaboración con el gobierno de Trump.


¿Es Silicon Valley el Anticristo?

Las tensiones en torno a Palantir reflejan problemas más amplios sobre el papel de las empresas tecnológicas en la gobernanza democrática y sobre la frontera, cada vez más difusa, entre la seguridad legítima y el autoritarismo. El marco teológico de Thiel ofrece una perspectiva para entender estos riesgos, pero aún está por verse si sus conferencias sobre el Anticristo expresan una preocupación genuina por la invasividad tecnológica o si simplemente buscan dar un barniz religioso a la batalla de Silicon Valley contra la regulación del sector.

Si se trata de esto último, señala Pieranni, Thiel encuentra terreno fértil en una tradición apocalíptica profundamente arraigada en el imaginario político estadounidense. Desde su fundación, los enemigos de Estados Unidos —primero los pueblos nativos, luego los comunistas, Hitler, Saddam Hussein e incluso Barack Obama— han sido descritos como “precursores del Anticristo”.

En este contexto, Thiel se presenta como el guardián frente al fin, pero actúa como un arquitecto del mismo fin que dice temer. Predica la libertad individual mientras construye infraestructuras de vigilancia. Y no está solo. A su alrededor, los líderes de Silicon Valley han intensificado su lucha contra la regulación de la IA desde la llegada al poder de Donald Trump.

La pregunta, entonces, no es solo si Peter Thiel es el Anticristo, sino si Silicon Valley en su conjunto ya ha abrazado esa lógica: una ideología que promete salvarnos del colapso construyendo los medios para hacerlo inevitable.


Fuente original: https://www.valigiablu.it/peter-thiel-anticristo-armageddon-techbro/