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EL SALVADOR. De héroes de bata blanca a víctimas del silencio oficial. (Cuando la Navidad se usa para ocultar el abandono).

Por: Armendo Fernández /Redactor Comunitario

Durante la pandemia, el personal de salud fue llamado “héroes de capa blanca”.
Se les aplaudió desde balcones, se les prometió reconocimiento eterno y gratitud nacional.

Hoy, esos mismos héroes han sido desechados. En El Salvador, la narrativa del agradecimiento fue reemplazada por el silencio, la indiferencia y el cálculo político.

La noticia que llegó con olor a Navidad… y a despido

El 23 de diciembre de 2025, a solo días de Nochebuena, más de 1,800 trabajadores del Hospital Rosales —el más antiguo y emblemático del país— recibieron una notificación devastadora: estaban despedidos. No por faltas, no por incapacidad, sino por decisiones tomadas desde escritorios lejanos, ejecutadas por testaferros extranjeros que entregaron cartas frías y cálculos de indemnización por debajo de lo que establece la ley.

Esa misma noche, mientras miles de familias eran lanzadas a la incertidumbre, el presidente aparecía en cadena nacional inaugurando las luces del árbol navideño, hablando de esperanza, unión y recogimiento familiar.

¿Con qué autoridad se habla de paz mientras se empuja a miles de hogares al hambre?
¿Con qué moral se celebra cuando se destruye la estabilidad de quienes sostienen la vida?

El Hospital Rosales: símbolo de un país que se desmantela

El Hospital Rosales no es solo un centro médico;es un símbolo nacional, un referente regional que incluso atiende a pacientes de Honduras y Guatemala. Hoy, ese símbolo está siendo debilitado deliberadamente.

A estos despidos se suman cientos más en el ISSS y otras instituciones públicas, dejando a miles de personas sin atención médica oportuna. Enfermos crónicos, pacientes en tratamiento y familias enteras quedan a la deriva.Y mientras tanto, cuando la mascota del presidente enferma, se activan sirenas, escoltas y atención inmediata en el hospital veterinario Chivo Pet. Una imagen que retrata con crudeza el país que estamos construyendo; donde la vida vale según la cercanía al poder.

El 80 % de la población salvadoreña depende del sistema público de salud.
Ese mismo 80 % es hoy el más golpeado, mientras altos funcionarios, diputados y autónomas gozan de seguros médicos privados pagados con fondos públicos.

El trasfondo que no se quiere nombrar

Nada de esto ocurre por casualidad,los despidos responden a compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI): recortes, reducción del Estado y una supuesta “eficiencia” que, en la práctica, significa menos derechos y más exclusión.

El Salvador avanza peligrosamente hacia el mismo camino que Argentina:un desmontaje progresivo del Estado, donde la salud deja de ser un derecho y pasa a convertirse en negocio y la privatización avanza disfrazada de modernización.

¿Qué viene ahora?

La pregunta es inevitable: ¿qué nos espera el 6 de enero de 2026?justo el día de los Reyes Magos. Conociendo lo perverso de sus medidas y sorpresas ; Todo indica que habrá más recortes, más despidos y más silencios forzados donde el  guion parece claro:

·         Preparar una reforma de pensiones que alargue la vida laboral y así financiar el desbalance en que se encuentra el sistema

·         Reducir los porcentajes de devolución que corresponden a los cotizantes al pensionarse

·         Sustituir personal crítico por personal obediente alineado totalmente con el régimen

·         Garantizar control político de cara a la próxima campaña electoral.

¿Qué nos queda?

Nos queda la memoria, para no normalizar la injusticia;la palabra, para romper el silencio

impuesto; la conciencia colectiva, para no aceptar que la dignidad sea negociable.

Porque un país que despide a quienes lo cuidan, es un país que empieza a enfermar desde adentro.Y cuando el poder intenta callar,hablar se convierte en un acto de dignidad.