EL GRAN PAJERAZO.
POR: MIGUEL BLANDINO.
Es de gente decente reconocer la valentía y la hidalguía de los bien nacidos que ponen la frente en alto para enfrentar al poder inmundo.
Es el caso de Julio Villagran y su invitado de los viernes, Marvin Aguilar.
Y no es solo porque los dos mantienen vivo el espíritu de resistencia a la propaganda oficial mediante la denuncia puntual del abuso y del saqueo y violaciones sistemáticos al orden legal y constitucional y de modo permanente realizan la crítica necesaria, sino que todo lo hacen apelando a la generosidad de sus miles de amigos que, humildemente, se llaman “el club de los sin cuenta” y unos cuatro o cinco patrocinadores micro y pequeños empresarios.
No obstante que debo confesar que me resulta divertido oír a Marvin cuando se saca de la manga argumentos que suenan veraces, en un tuti-fruti al que le inserta verdades, experto como es en eso de la posverdad, hay temas que no puedo dejar pasar porque me tocan de modo personal.
Esta mañana, como acostumbra, hizo un revoltijo acerca del origen de mi ciudad natal, la que amo como a mi madre.
Dijo que nació por decisión de Don Diego de Holguín y fue bautizada por los frailes franciscanos como San Salvador, porque ocurrió en una Navidad, pero que con el tiempo movieron la fecha de la festividad hacia agosto para que no chocaran las fiestas.
Más o menos algunos de los rasgos se rozan con la verdad. Por ejemplo, el papel de Don Diego, que actuaba como interino del Señor de Alvarado, quien por esas fechas andaba en España para responder al llamado de la Corona por ciertas quejas de corrupción.
Y es verdad que puede ser que los franciscanos tuvieran alguna cuchara metida en el asunto del bautizo del fuerte, porque hay que aclarar que lo que se fundó con el nombre de San Salvador fue una instalación militar de avanzada y no una aldea, villa o ciudad. Fue un cuartel de los invasores al que le pusieron el nombre del Salvador.
Pero ni por cerca tenía que ver con el natalicio de un tal Jesús de Nazaret.
Lo cierto es que para los cristianos de aquel tiempo estaba muy presente la victoria contra los otomanos que amenazaban Europa.
El Papa Calixto III -no el homónimo anti papa de dos siglos antes, sino Alfonso de Borja, el hispano, tío de Rodrigo de Borja, conocido como Papa Alejandro VI, el socio de Isabel la Católica en el negocio del reparto del Testamento de Dios, que le dio a Castilla la mitad occidental del planeta y la otra a Portugal-.
Calixto III estaba muy emputado con los curas que no fueron capaces de mover un dedo para organizar una cruzada para enfrentar al ejército otomano del sultán Mehmed II.
Fueron los civiles quienes se batieron en defensa de Belgrado, para impedir que su caída provocara la irrupción y posterior invasión de los musulmanes a Europa desde el oriente.
Hay que tener presente que los musulmanes estaban siendo derrotados en el occidente donde se habían instalado desde hacía siete siglos.
Pues bien: Don Juan de Hunyadi se puso al frente de las tropas que pudo reunir y mantuvo la defensa final desde el cuatro de julio. Mientras tanto, el fraile franciscano Juan de Capistrano, solo con su ascendiente moral y un estandarte con la cruz y el nombre de Jesús, reunió a 35 mil campesinos armados con sus aperos de labranza. Fueron esos humildes creyentes el refuerzo necesario que hizo huir a los turcos para salvar el mundo cristiano de las acechanzas de los mahometanos.
Aquella victoria se selló el 22 de julio.
El Papa Calixto supo la noticia varios días después y proclamó el 6 de agosto como la fiesta del Salvador del Mundo, en honor a los héroes y mártires de aquella batalla.
Después de superar el asedio, la mortandad dentro de las murallas de Belgrado provocó que las ratas que comían cadáveres proliferaran y transmitieran la peste, causando gran mortandad. Una de las víctimas fue el fraile Juan de Capistrano, el héroe de la salvación del mundo cristiano. Fue canonizado y hoy se le recuerda como un santo entre los católicos.
Ese es el Salvador del Mundo que dio origen a la conmemoración que los españoles tenían en la mente cuando fundaron y bautizaron su cuartel.
Pero Marvin, como nunca puede quedarse callado ni, mucho menos, decir “no sé”, se salió con ese enredo de fechas.
¡Pajerazo!
