LIBRO: DESINFORMACIÓN Y AUTOCRACIA.
POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.
El mexicano Edgar Baltazar Landeros, politólogo y doctor en ciencias sociales, publica “Desinformación y Autocracia: El Salvador de Nayib Bukele”, en el dos mil veinticinco. La tesis de su libro es que en febrero de dos mil diecinueve, Nayib Bukele gana la elección presidencial. Su triunfo significo un voto de castigo al bipartidismo de posguerra. Pero en febrero de dos mil veinticuatro, Bukele se reeligió inconstitucionalmente como Presidente de El Salvador y con ello, consolido un régimen autoritario. No hay división de poderes, ni independencia judicial, ni pesos, ni contra pesos. A pesar de ello, la mayoría de la población aprueba las medidas contundentes contra las pandillas, aun cuando se violen los derechos humanos.
Landeros cree que hay condiciones históricas que permiten entender el régimen autoritario de Bukele. Señala el descontento popular frente al bipartidismo de posguerra y el apoyo masivo a la mano dura contra las pandillas. El gobierno de El Salvador, ha sido caracterizado como deriva autoritaria con apoyo popular. El autor observa que el populismo autoritario es una tendencia continental, lo novedoso de Bukele es el manejo experto de los medios de comunicación y el uso de plataformas digitales para el posicionamiento de su imagen y proyecto político. Hace hincapié que la cultura de la militarización, la violencia y la práctica de la mano dura ya estaban en El Salvador a la llegada de Bukele. Por tanto, este personaje autoritario se concibe como una construcción histórica.
Landeros menciona que el Estado Salvadoreño, asumió el consenso de Washington en lo político y económico. Los Acuerdos de Paz no transformaron el modelo económico neoliberal. La paz que se transito fue la paz neoliberal. Y el proceso de pacificación fue capturado por las elites salvadoreñas. La posguerra fue marcada por la violencia de las maras y la ineficaz intervención estatal para contenerlas. El «manodurismo» se define como una estrategia de seguridad que enfatiza la represión, el encarcelamiento masivo y el uso de la fuerza policial-militar para combatir el crimen, especialmente las pandillas. Fue una fallida estrategia de seguridad en los gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El “manodurismo” no lo invento Bukele, ya contaba con la aprobación de la sociedad.
En opinión de Landeros, el populismo es parte del proyecto hegemónico de Estados contemporáneos. Afianza tendencias autoritarias de líderes que imponen su voluntad en nombre del pueblo. Hay populismos de izquierda y de derecha. Los primeros, reivindican demandas populares en contraposición a intereses oligárquicos. Los segundos, caen en derivas fascistas y xenófobas al construir una idea de “nosotros” de corte moral y étnico. El populismo se opone a las reglas del juego democrático. A nivel socioeconómico, el populismo se distingue por la expansión del gasto público y el endeudamiento. Mientras que el populismo punitivo, encarna la retórica de la mano dura para obtener apoyo popular y ganar elecciones. Por su ideología, estilo y estrategia política, Bukele presenta un populismo de derecha, con una política económica irresponsable y un punitivismo exacerbado. Por el uso preferencial de las redes sociales de internet es un “ciber populismo” dirigido fundamentalmente al público joven.
La indefinición ideológica del posfascismo o de la ultraderecha radical contemporánea, es una de sus características más destacadas. El régimen de Bukele es afín a esta última acepción del fascismo contemporáneo. El fascismo monopoliza la representación con un partido único, cuestiona a la democracia representativa y demoniza a grupos minoritarios. Igualmente, el bukelismo ha instaurado un sistema de partido único, ha desmantelado los frenos y contrapesos de la democracia representativa, ha unificado al pueblo contra un enemigo común y desarticulado toda oposición política y social.
El sociólogo alemán Theodor Adorno, estudia las estratagemas fascistas de Martin Luther Thomas, demagogo estadounidense de la derecha cristiana, quien buscaba transformar el fanatismo religioso, en odio político y social. Su método se denominaba “planificación emocional”. La «técnica psicológica» de Thomas era una táctica de manipulación retórica dirigida a sus oyentes. El análisis de Adorno detalla cómo Thomas explotaba las ansiedades y el sentimiento de debilidad de su audiencia, combinando una fachada de vulnerabilidad personal con la promesa de una fuerza superior si se unían a su «causa». El método de planificación emocional del bukelismo es similar al de Thomas: incitar al odio contra sus adversarios. Su éxito político se basa en el uso experto y estratégico de las emociones colectivas como miedo, rabia, esperanza y gratitud para sostener un liderazgo carismático y generar apoyo masivo. Landeros anota que el “modelo Bukele” es una receta simple, pero, amarga: anular la democracia, exigir obediencia ciega al pueblo depositando los destinos de un país en manos de un autócrata y de Dios. Ya que incorpora referencias a Dios y a la fe en mensajes y acciones públicas, incluso en contextos de seguridad represiva. Esto sirve para legitimar y justificar las acciones de gobierno ante una audiencia religiosa, sugiriendo que sus políticas cuentan con una guía superior.
El autor resume el manejo de la crisis sanitaria del COVID-19. Detalla su manejo punitivo. Fue un espacio que permitió a Bukele a ensayar sus formas dictatoriales. Además, la opacidad durante la pandemia encubrió delitos que desde entonces son rasgo distintivo del bukelismo.
El Estado de Excepción es un régimen extraordinario, contemplado en el derecho constitucional que puede declarar el poder ejecutivo de un país, en situaciones de grave alteración de la normalidad. Es un recurso extraordinario y temporal del Estado para enfrentar una situación crítica, brindando facultades extraordinarias y suspendiendo derechos y garantías fundamentales. En el Estado de Excepción, es el soberano quien decide que hacer y toma decisiones fuera del orden jurídico vigente.
En El Salvador la soberanía no se ejerce en un Estado de Derecho, sino, de Excepción, vigente desde marzo de dos mil veintidós. Landeros afirma que el Régimen de Excepción permanente en El Salvador, no cumple con los controles establecidos por el Estado de Derecho Liberal. El Estado de Excepción permanente, reinstaura la dictadura en el siglo veintiuno. El Estado de Excepción permanente aparece, incluso, como un modelo propio.
El autor considera que la prisión, es la institución que maneja el excedente de población criminalizada y muerta civil. En el orden bukelista, mareros e inocentes reciben trato de terroristas y están confinados en condiciones deplorables. Señala que El Salvador tiene la tasa de encarcelamiento más alta del mundo: cuatro punto cuarenta y seis presos por cada cien mil habitantes. Y cientos de personas han fallecido bajo custodia del Estado desde el inicio del régimen de excepción.
El Estado de Excepción no ocupa intelectuales, sino, pregoneros: “una red de comunicadores” entre panfletistas, blogueros, asesores de comunicación política, productores de programas de televisión, creadores de memes y otros que trasmiten estratagemas propias del método Thomas-Bukele. El fascismo del siglo veintiuno o posfascismo, tiene en la figura de Bukele un modelo de referencia para las dictaduras contemporáneas.
1)Landeros, Edgar Baltazar. Desinformación y autocracia: El Salvador de Nayib Bukele. En: https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/274226/1/Desinformacion-autocracia.pdf
