TENÍA RAZÓN MAO.
POR: TOÑO NERIO.
A juzgar por la conducta de los representantes demócratas y republicanos, que ven con toda calma y absoluta pasividad como Donald Trump conduce a los Estados Unidos a una guerra contra América Latina y contra la propia población estadounidense empobrecida, que soporta la peor versión del capitalismo, los dueños de esos partidos han decidido quitarse de una vez por todas las máscaras con las que han pretendido ir por la vida hablando de alternancia entre dos maneras de abordar la política, tanto dentro como fuera del país.
Quitarse las máscaras que cubren sus propios rostros y quitárselas también a la canalla servil que tienen en los diferentes países del continente, tanto los que están en algunos gobiernos como los que están en la oposición.
Desde el golpe de Estado que Barak Obama ordenó realizar -apenas cinco meses y ocho días de haber llegado a la Casa Blanca- contra el presidente hondureño Manuel “Mel” Zelaya, la fiera mostró su verdadera naturaleza. El primer presidente negro en la Casa Blanca era igual al ex jefe de la CIA -George H. W. Bush- que a los once meses desde que llegó a la presidencia ordenó el ataque contra las ciudades de Panamá y Colón para destituir al presidente Manuel Antonio Noriega, su antiguo socio, acusándolo de dirigir el narcotráfico.
Hoy, utilizan al degenerado sexual que pusieron en la Casa Blanca para ir contra todo el continente americano.
En Panamá actuaron bajo el nombre Causa Justa, hoy la operación se llama Lanza del Sur.
El argumento es exactamente el mismo: evitar que la población adicta de los Estados Unidos siga muriendo por consumir drogas.
Por si algún incauto no se había fijado, ambos partidos son iguales, cuando actúan en el resto del mundo, como cuando lo hacen en nuestro continente e, incluso, cuando arremeten contra su propia población.
Los vimos en la destrucción destruccion de la ex Yugoslavia que dejaron fragmentada en seis -o siete, si se considera a Kosovo- pedazos para saquearlos mejor.
Los hemos visto en las innumerables e innombrables guerras y golpes de Estado en todo el continente africano -Libia, Egipto, Sudán, R. D. del Congo, Mali, Burkina Faso, Niger, Nigeria, Chad, Somalia, etc.-, incluyendo el golpe de Estado de hace un mes en Madagascar.
Y qué decir de las infames guerras del sur, occidente y oriente de Asia, en los que Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, desde hace más de un siglo, han estado inventando países a los que han reinventado después hasta dejar a sus poblaciones sumidas en el caos, con la exclusiva finalidad de apropiarse de las riquezas naturales del territorio -incluyendo el genocidio sionista que inició hace noventa años contra Palestina-, pasando por India, Pakistán, Vietnam, Laos y Camboya, Indonesia, Malasia, Timor Oriental y un largo etcétera, incluyendo el golpe de Estado en Nepal de hace dos meses.
Y la innegable guerra de conquista neonazi, la guerra iniciada con el golpe de Estado en Ucrania, en noviembre de 2013, que culminó con la destitución del presidente legítimo Viktor Yanukovich, el 22 de enero de 2014, y el inicio de la guerra genocida contra la población rusofona del Donbas, principalmente de los oblasts de Lugansk y Donetsk.
Todos los gobernantes de los Estados Unidos han dado las órdenes para cometer agresiones en todas partes del mundo. No hay ninguna duda de su inhumanidad y crueldad ilimitada.
Incluso, cuando la monarquía de Japón ya había sido vencida, los gringos asesinaron a más de trescientos mil pobladores de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que murieron en cuestión de segundos, con la única finalidad de decirle a toda la humanidad que tenían las armas del fin del mundo y estaban preparados para utilizarlas sin piedad.
No hay duda. Desde que vinieron a nuestro continente aquellos pioneros a los que los pobladores originarios dieron abrigo y algo de comer para salvarlos de la muerte, ellos aniquilaron a sus protectores y han seguido haciendo lo mismo contra todos los otros, nosotros.
Los dioses de los Estados Unidos saben que el partido Republicano y el partido Demócrata son la misma gata, con distinta cola, y que les sirven por igual.
El camarada Mao Tse Tung lo resumía así: “no importa de qué color sea el gato, lo que importa es que cace ratones”.
