CONTRADICCIONES.
POR: MIGUEL BLANDINO.
Por razones hasta ahora no reveladas, apenas iniciando el mes de octubre, Pete Hegseth, el secretario de guerra de Donald Trump llamó a cerca de un millar de generales y almirantes que forman la cúpula de los ejércitos estadounidenses que están desplegados en todo el mundo.
El llamado era para una reunión en la base del Cuerpo de Marines de Cuántico, Virginia.
Un mes antes, el 1 de septiembre, 7 de 8 destructores ya estaban apostados en el Caribe, amenazando a Venezuela, con el pretexto de enfrentar al “cartel de los soles” y el del “ tres de Aragua”.
El 2 de septiembre comenzaron los ataques, con la destrucción de un bote por un misil.
Antes de la reunión de Cuantico tres botes habían sido destruidos y sus tripulantes habían muerto sin que nadie pudiera demostrar ninguna prueba de que significaban amenaza de nada contra nadie.
Desde el dos de septiembre, cuando ocurrió el primero, hasta este día, ya se han producido otros nueve ataques en los que han sido asesinadas de forma artera y cobarde más de cuarenta personas de diferentes nacionalidades: trinitarios, colombianos, venezolanos, ecuatorianos y bolivianos. Humildes pescadores todos.
En este lapso, el 17 de octubre una noticia reveló las fuertes contradicciones que deben estarse incubando en el interior de la alta oficialidad militar: la renuncia del jefe del Comando Sur de Estados Unidos, el almirante Alvin Holsey, conocida en esa fecha, pero que debe de haberse decidido después de una seria y muy meditada decisión.
Ningún almirante ni ningún general tiene el comportamiento de un adolescente atolondrado que reacciona de manera caprichosa y por puro berrinche ante las imposiciones de algún adulto.
En medio de esa barahúnda noticiosa, de repente se aparece un recuerdo, aparentemente inconexo: las múltiples veces que fue interrumpido el discurso de Joe Biden cuando habló en Washington ante la alta oficialidad, en el acto de conmemoración del 75avo aniversario de la creación de la OTAN.
Digo esto de los aplausos al presidente Biden, del 9 de julio del año pasado, porque en la reunión de Cuántico, a la que me refería antes, a Trump no le aplaudieron los casi mil oficiales que estaban presentes para escucharlo como su comandante en jefe.
Tan comandante en jefe Trump, como Biden. A uno le aplauden, al otro no.
Dice el secretario de guerra, Hegseth, que eso es porque son profesionales y que los profesionales no hacen esas payasadas de ponerse a aplaudir.
Sin embargo, los hechos contrastan entre la conducta mostrada en julio 2024 en Washington y la de octubre de 2025, por muchos de esos hombres y mujeres que eran ni más ni menos que los mismos militares en una y otra ocasión.
Hegseth, llamado secretario de guerra, es un civil que cuando hizo su servicio militar apenas alcanzó la jefatura de un pelotón, y que después consiguió trabajo como presentador de televisión, y que en 2017 fue acusado de violación por una mujer durante un evento. Ante la prueba de los hechos, no es precisamente muy querido, respetado y reconocido como jefe por los profesionales de las armas.
Hegseth ha tenido que salir a tapar el sol con un dedo ante la renuncia del jefe del comando sur, justo cuando Trump lo manda a atacar a Venezuela.
Por cierto, cuando no lo aplaudieron, Trump les dijo a los oficiales “si no quieren aplaudir, no me aplaudan; si no les gusta lo que voy a decir, pueden irse, pero sin trabajo y sin futuro…” El almirante Alvin Holsey, dado que renunció para no convertirse en un criminal de guerra, le tomó al pie de la letra esas palabras.
