Entorno

EL SALVADOR: LA VIOLENCIA QUE SE NIEGA.

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández, Educador.

Somos una sociedad históricamente violenta, lo que se responde en la injusticia y la exclusión que padecemos, que nos enfrenta permanentemente, y que es manifiesta en los episodios de violencia social desbordada y cíclica que vemos.

El nuestro es un país con apenas 203 años de vida, los que al ser revisados dejan entrever que han sido dominados por violencia social, en fases que van desde los 20 a los 40 años, cuando son reprimidas, para entonces entrar en latencia para de nuevo resurgir.

Porque sus causales no se desmontan.

Apreciando la desigualdad imperante podemos entenderla, no antes.

Si consideramos además que somos, intencionalmente, una sociedad sin memoria, descubrimos la malicia del estado, que se niega a abordarla desde su multicausalidad, a rastrear sus antecedentes, la exclusión y la marginación que de las masas hacen las élites, lo que nos permite entender el porqué.

Porque un pueblo sin memoria, es un pueblo sin identidad, y sin intereses comunes.

Eso hace del pueblo salvadoreño, de su historia, una que podemos definir como extraordinaria, pues sin esos respaldos, sujeto a la represión institucional, marginalidad y dispersión, cargando desde la fundación de la República los privilegios de las élites como una fundamental negación a la dignidad, y a pesar de ello, los salvadoreños nos revolvemos sobre nosotros mismos, resistiendo, luchando, organizándonos, perseverando.

Por otro lado, el éxito del modelo no reside sólo en lo referido, sino en la capacidad del estatus quo de venderse, de alienar a la población, que, abandonándose, se suma a su proyecto.

Veamos para comprobarlo los gobiernos de arena, que gobernaron al país 20 años, y no dejaron nada que valga la pena ser recordado.

Ello sólo fue posible por el respaldo electoral de los desheredados, de sus víctimas.

Durante esos 20 años solo robaron, saquearon, privatizaron, entregaron los activos públicos a los privados, concentraron esa riqueza en cada vez menos salvadoreños, reprodujeron y generaron más pobreza, expulsaron a nuestro pueblo y establecieron las remesas como fuente secundaria de financiamiento del país, y, sobre todo, multiplicaron la violencia social resultante.

Eso, sumado a la exitosa gestión pro capital que reuniera para el país, y después de 60 años, una nueva reserva financiera bajo la gestión de izquierda, sin abordar los grandes anatemas históricos que nos afectan, promovió el arribo a la primera magistratura, del ilegal e ilegítimo régimen que padecemos, sirviéndose de las mismas estrategias como añadiendo el recurso de la mediática, para manipular como nunca se hizo el alma de la población, alienándola, mintiéndole, y estableciendo una nueva narrativa de naturaleza falsa.

Si bien apela a la fuerza, no la usa masivamente como los militares, habiendo así atraído a su causa a buen porcentaje de la población, que acepta esa narrativa, y que justifica así la falsedad en el supuesto de que la violencia desapareció.

Y se ha reducido, pero no en los porcentajes pretendidos, con entre 2 y 5 personas asesinadas diariamente.

Por las mismas causales de hace 203 años.

Algo debe cambiar.