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Libro: LAS NUEVAS CARAS DE LA DERECHA.

POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.

Enzo Traverso es un historiador e intelectual italiano, publica “Las Nuevas Caras de la Derecha: potencia y contradicciones de la etapa posfascista” en el dos mil dieciocho. Dicha obra surge a partir de una entrevista que le realiza el antropólogo, periodista e investigador francés, Regis Meyran, en el dos mil dieciséis, durante la campaña electoral en Estados Unidos, antes del primer mandato de Donald Trump, después de dichas elecciones, le efectúa otra entrevista.

Traverso analiza el posfacismo a la luz de los últimos acontecimientos: los mandatos de Trump en Estados Unidos, el avance de la extrema derecha en Europa y el giro a la derecha en América Latina. El libro es un diagnóstico crítico de la crisis global de la izquierda y el peligro de un orden mundial cada vez más fragmentado. Su razonamiento profundiza en las características de las nuevas derechas y en los desafíos de la izquierda para articular una respuesta progresista.

A diez años de la entrevista con Meyran, algunas tendencias que se podían identificar y analizar aparecen mucho más clara y consolidadas a escala global. La trasformación más notable es, el fortalecimiento y la legitimidad de la derecha radical. En el dos mil dieciséis, Trump no tenía claro que hacer como presidente, hoy tiene ideas muy definidas sobre cómo actuar. Jair Bolsonaro era un outsider, nadie podía imaginar a alguien como Javier Milei y Giorgia Meloni, era una figura marginal en la política italiana. En las elecciones presidenciales de Francia de dos mil diecisiete, la derecha radical no era vista como una opción viable por la élites. El punto de inflexión fue en marzo de dos mil diecisiete, cuando Alternativa para Alemania ingresa al parlamento alemán. Poco después surgió Vox en España. Ese proceso no ha sido lineal, pues Trump y Bolsonaro perdieron las elecciones cuatro años más tarde.

Traverso creía que una crisis internacional podría transformar el posfacismo en una nueva forma de fascismo, con la pandemia del COVID y la crisis económica global, en lugar de fortalecer a la derecha radical, la debilitó. El autor hablaba de un doble giro ante una crisis internacional, un giro potencialmente autoritario, con leyes extraordinarias y Estados de Excepción. Y un giro biopolítico de protección a las poblaciones, con fuerte intervención del Estado, orientado a resguardar a los ciudadanos. La pandemia produjo un fracaso de la derecha radical.

Posteriormente vino una nueva oleada favorable a la derecha radical, que es la que estamos enfrentando en el presente. No significa que estemos frente a un nuevo fascismo. Se trata de una constelación muy heterogénea.

Es innegable la alianza entre el posfascismo y la élites globales. Aunque es más por afinidad en intereses comunes, que la construcción de un bloque histórico. Con el auge de la nueva derecha radical, volvió el debate sobre el fascismo. Hay quienes sostienen que se trata de un fascismo clásico y otros, argumentan que se mantiene la vigencia formal de la democracia liberal y se trataría de una nueva versión de la derecha tradicional.

Nos encontramos actualmente con fenómenos autoritarios, por ejemplo, regímenes autoritarios que se desarrollan dentro del marco de la democracia liberal, conservando su forma externa.  El fascismo clásico establecía una dicotomía entre fascismo y democracia. El fascismo hacía una ostentación de su desprecio por la democracia. Hoy los movimientos y líderes posfascistas, adoptan una retórica democrática. Esa retórica es fundamental, para su legitimación ante la opinión pública. Por ejemplo, Marine Le Pen cambio el nombre de su partido, rompió con su padre y afirmo su compromiso con las instituciones de la quinta república y con los valores democráticos. Meloni lidera un partido con raíces fascistas, desde que llegó al gobierno, abandono cualquier apología del fascismo e insiste en su carácter democrático y su adhesión al marco institucional vigente. La paradoja llega al extremo en Estados Unidos, el asalto al Capitolio en el dos mil veintiuno, se hizo en nombre de la democracia. La relación de la nueva derecha radical con la democracia, es completamente distinta a la del fascismo histórico.

Traverso sostiene que el fascismo del siglo veintiuno, no busca abolir las formas democráticas, sino, intervenir desde dentro, erosionarlas y transformarlas desde su interior. Hoy la democracia ya no aparece como una conquista por defender, más bien, la democracia se percibe como un cascaron formal. Nadie puede definir a la democracia como garantía de igualdad, libertad y justicia. Para buena parte de las clases populares, la defensa de la democracia es lo último en su lista de preocupaciones. No se puede defender a la democracia identificándola con lo que existe hoy, nuestro autor sentencia que sería muy difícil movilizar un gran movimiento antifascista, si la democracia es solo instituciones vacías.

Por otro lado, afirma que el fascismo histórico tenía un proyecto claro. Con Trump eso no es evidente, los mensajes que emite son muchas veces contradictorios. Se trata más bien de una ambición hegemónica que adquiere rasgos imperiales, pero, es producto de un debilitamiento. Detrás de Trump, hay una constelación bastante contradictoria de fascistas clásicos y neoliberales radicales, los cuales se odian entre sí. Incluso cuando Trump habla en términos más conservadores, el contenido de esa grandeza es ambiguo, para referirse a una restauración del rol de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, evita comprometerse con una política de confrontación directa. Vemos un conjunto de tendencias, pero, sin coherencias programáticas fuertes.

Traverso concibe que la situación global se caracteriza, por la ausencia de un orden internacional estable y la competencia entre potencias declinantes y emergentes. En los años entre ambas guerras mundiales, frente al colapso del orden decimonónico, emergieron dos modelos alternativos: el socialismo y el fascismo. Hoy en las nuevas derechas no hay un horizonte utópico, ni un proyecto de civilización propiamente dicho. Por eso, explica Traverso, es útil el concepto de “posfacismo”. Estas derechas son profundamente preservadoras. Lo que buscan es restaurar un orden tradicional. Reivindican valores como soberanía, familia y nación. Es una ofensiva reaccionaria contra todo lo que signifique diversidad o derechos conquistados. Es una vuelta a lo enraizado, Make America Great Again (MAGA), es una imaginación regresiva, es volver a una época en la que Estados Unidos era fuerte, próspero y dominante. Milei, intenta llevar al neoliberalismo autoritario, como modelo civilizacional, hasta sus últimas consecuencias desde el Estado. Lo cual es una versión radicalizada de un modelo antropológico, que ya domina el mundo global: individualismo, competencia y mercado. Este proyecto es profundamente antidemocrático y tiene rasgos autoritarios. El posfascismo no es estatista como el fascismo histórico, por ejemplo, Trump está desmantelando el Estado Americano.

En su análisis, Traverso afirma que estamos atravesando una nueva ola, este nuevo ascenso de las derechas tiene como una de sus condiciones, la crisis de la izquierda a escala global. Un momento clave fueron las parálisis y derrotas de las revoluciones árabes, lo que ocurre hoy en Gaza, es una de sus consecuencias más trágicas. Se suma las crisis del modelo de resistencia que había aparecido en América Latina en los años noventa. En Europa hubo intentos importantes de recomposición de la izquierda, Syriza y Podemos, con miras de ensayar un nuevo modelo. Las expectativas fueron enormes, lamentablemente, también el impacto de su fracaso. En Estados Unidos, la relación simbiótica de la izquierda con el partido demócrata genera enormes obstáculos para avanzar.

La emergencia del posfacismo se apoya en la crisis política y estratégica de la izquierda, sentencia Traverso. La agenda de la izquierda es una agenda social que hoy está totalmente ausente del discurso dominante. La izquierda hoy no puede reconstruirse solamente desde el antifascismo, porque hoy no se puede defender la democracia de la misma manera. La lucha antifascista tiene que articularse con otras dimensiones fundamentales: la cuestión social, la economía, lo ambiental y el enfrentamiento con un modelo de sociedad neoliberal, que pretende ser una civilización.