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El Salvador: ¿SIMPLE SEMÁNTICA?

POR: TONO NERIO

Todas las mañanas veo el programa Encuentro Tv, de Julio Villagrán,  el más popular de El Salvador -el que convoca a una audiencia de “sin-cuenta“-, cuyos ecuánimes invitados, sin alzar sus voces ni lanzar improperios innecesarios, suscitan el desbordamiento de las pasiones de los asalariados odiantes profesionales que bukele asigna de manera puntual para derramar destilados insultos y amenazas.

Ciertamente, todos los mensajes de los odiantes bukelistas son silenciosa y elegantemente desestimados tan pronto como llegan, sin llegar a merecer ni siquiera un breve comentario en respuesta –apenas, sí, una sonrisita-, por respeto al digno auditorio. Pero justamente ese desdén olímpico incrementa el odio de los que carecen de razones, verdad y de capacidad intelectual para rebatir y replicarles.

No obstante, de un tiempo a esta parte, la rabia del tirano se ha descargado precisamente sobre los más asiduos y acertados comentaristas de esa ventana desde la que el salvadoreño común y corriente tiene la oportunidad de asomarse a la realidad y escapar de la propaganda oficial y su sarta de mentiras.

Algunos de ellos ya están pagando en infames condiciones de prisión por ser honrados y limpios, ellos que por estar libres de pecado se atrevieron a tirar la primera piedra. Para ser justo, no diría que son los mejores, porque no quiero demeritar a ninguno de los valientes, pues en estos tiempos aciagos solo los mejores hijos de esta tierra se atreven a decir públicamente cosas ciertas, las que todos conocen pero prefieren callar, por miedo, como el que habita en el alma de la inmensa mayoría de la población.

Otros, muchos menos, han optado por dar aviso de su retiro de los programas de opinión y debate para sustraerse de la represión. Resulta a toda luz evidente que los agentes de la tiranía les han amenazado privadamente. Ejemplo exacto de ello fue el lacónico mensaje de la preclara economista, Julia Evelin Martínez, que respondió a sus agresores con un texto de solo dos palabras: mensaje recibido. Un escalofrío me recorre desde el cuello hasta las sienes cuando imagino la sensación de vacío que se instaló en el abdomen de la académica valiente e inteligente.

Unos más, decenas -tal vez centenas como en el caso del gremio de la prensa-, se han lanzado a la vida de incertidumbre en un exilio tanto previsor como forzado, para no exponerse a una casi segura orden de aprehensión o, de plano, para evadir el cumplimiento de una que ya había sido emitida por las autoridades de la justicia espuria del felón gobernante.

Otros, muchos –innumerables, porque se desconoce el número de los que han sido secuestrados por la soldadesca-, ya pagaron con sus vidas la osadía de haberle cantado sus cuatro verdades al cruel inmoral que es el ejemplo superlativo de la desvergüenza y la insolencia, características esenciales que son propias del animal que es impúdico por naturaleza. Los muertos que fueron asesinados directamente por las manos de los esbirros –dentro y fuera de las cárceles- y los que fueron orillados a la muerte, porque por órdenes expresas del usurpador de la presidencia les fue negada toda la atención médica que requerían con urgencia.

Estas muertes me recuerdan al hijo de una familia obrera checoslovaca, filósofo y periodista, director del diario comunista Rudé Právo, miembro del Comité Central del Partido Comunista, mi querido Julius Fučik, quien fue detenido por la Gestapo y trasladado a Berlín, donde fue cruelmente torturado y ahorcado por el sádico Adolf Hitler en medio de la ominosa noche fascista.

A Fučik lo asesinó Hitler porque esperaba que con su muerte muriera la verdad. De la misma manera en que bukele cree firmemente que al asesinar aniquila la luz que le quema las entrañas cada vez que su brillo asoma en la mente de los salvadoreños.

La del 24 de abril de 1942, para Julius –disfrazado de anciano renco-, era una noche hermosa y cálida de primavera en su natal Praga, al momento de llegar a la casa del matrimonio Fried para reunirse con Mirek. Faltaban cinco minutos para las diez. Habían tomado una taza de té y se estaban despidiendo cuando sonaron rudos unos golpes en la puerta antes que se escuchara la pesada frase “¡abran!, ¡la policía!”.

Cuando lo llevaron a rastras al Palacio Petschek, y lo subieron a la Sección II-AI, la que se dedicaba a las investigaciones anticomunistas, sabía perfectamente que lo iban a matar, pero sentía curiosidad periodística. Pasó la medianoche entre torturas; tres horas después, el valiente comunista recorrió la lengua por sus encías para contar los dientes rotos “¿doce?, ¿quince?, ¿diecisiete?…”

En efecto, tal como había imaginado, a menos de un año y medio de su captura, en el patio de la prisión de Plotzensee, en Charlottenburg-Wilmersdorf, Berlin, apenas con cuarenta años de vida, Julius fue llevado al patíbulo y colgado. Pero su palabra de denuncia no murió. Una a una, escrita en hojas de papel, con un lápiz, en sus postreras notas de prensa, siguió contando toda la historia verdadera, como profesional del periodismo. Reportaje al pie de la horca se llama el libro, su obra póstuma, que fue publicada al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

De la misma forma, todos los secuestros y encarcelamientos de la infame y venal justicia bukelista, traen a mi mente el recuerdo de otro bravo luchador, el Secretario General del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, el abogado búlgaro Jorge Dimitrov –si, el que en un discurso a sus compañeros del Congreso dejó inscrita la definición clásica y clasista de fascismo-. De su vida, quiero rescatar un momento culminante: el de su autodefensa ante la corte hitleriana que lo procesaba:

“Admito que mi tono es duro y sombrío. La lucha de mi vida siempre ha sido dura y sombría. Mi tono es franco y abierto. Estoy acostumbrado a llamar a las cosas por su nombre. No soy un abogado que comparece ante este tribunal por el mero hecho de su profesión. Me estoy defendiendo a mí mismo, un comunista acusado. Estoy defendiendo mi honor político, mi honor como revolucionario. Estoy defendiendo mi ideología comunista, mis ideales. Estoy defendiendo el contenido y el significado de toda mi vida. Por estas razones, cada palabra que digo en este tribunal es parte de mí, cada frase es la expresión de mi profunda indignación contra la injusta acusación, contra la imputación de este crimen anticomunista, el incendio del  Reichstag de los comunistas”.

Cuando se está ante la omnipresencia de la ignominia y bajo las omnímodas formas de infamia del poder absoluto del crimen organizado, como en El Salvador de 2025, en esta era del terror bukelista, mantener abierta una ventana por la que penetra el frescor del aire vital es indudablemente un acto de heroísmo.

Medios como el Diario CoLatino, el semanario El Independiente, el “espacio para conversar”, llamado El Barcito, de Franklin Martínez, la entrevista de radio de la RR, de Francisco Gómez, y otros, audaces y estoicos, que a pesar de los golpes y las amenazas, se mantienen y dan la batalla contra el oscurantismo y la vulgar pretensión de dar por cerrado cualquier cuestionamiento y por silenciar todas las preguntas.

Todo mi respeto y mi admiración por estos hombres y mujeres, a los que con entera sinceridad declaro mi devoción. Su trabajo es invaluable y totalmente digno.

Pero no deberían borrar con una mano lo que hacen bien con la otra. Eso confunde al auditorio.

Entiendo perfectamente que si Donald Trump le ordena a bukele expulsar del país a la representación diplomática de la República Popular China en El Salvador, el perro faldero va a obedecer sin darles tiempo a los orientales ni de cambiarse los zapatos. Ya una vez cumplió feroz el comando de atacar cuando por órdenes de Trump expulsó a todos los diplomáticos venezolanos, sin importarle que una representante estuviera a punto de parir.

Sé de cierto que si una coyuntura pone en peligro la falsa honorabilidad de los integrantes de la familia bukele, como cada vez que les descubren embarques de cocaína en puertos y aeropuertos o carreteras internacionales, van a ir a la casa de alguien para presentar en primera plana de su prensa la captura de un “corrupto”.

Y me queda claro que en este tiempo hay que andar con pies de plomo porque todas las vidas están en manos de la tiranía.

Pero, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Cuando se dice “yo no soy de la oposición”, no se están aclarando conceptos ni se está planteando una defensa. Esto no es de semántica. Al vino se le dice vino y pan al pan, porque de todas maneras no se puede esconder la naturaleza de las cosas.