
LA TENTACIÓN NEOFASCISTA.
POR: JOSÉ GUILLERMO MÁRTIR HIDALGO.
“La tentación Neofascista: el odio y el miedo como política de sometimiento”, fue publicado en el mes de julio de dos mil veinticinco. Su autor, Enrique Carpintero, es un psicoanalista, doctor en psicología, ensayista y editor argentino. En dicho libro analiza el surgimiento y la consolidación de nuevas formas de autoritarismo en el mundo. El neofascismo no es una repetición del fascismo clásico, es un fenómeno adoptado a las condiciones efectivas del capitalismo y a la subjetividad actual.
Carpintero indica que las políticas neoliberales, destruyeron las bases de la solidaridad y la vida comunitaria. Esto genero vacíos que fueron llenados por el neofascismo. El proceso neofascista se ha asentado en el avivamiento del odio y el miedo, como herramientas para someter a la población. Y en defender la eliminación de los derechos y las conquistas sociales.
Carpintero reconoce que la pandemia de COVID-19 exacerbo miedos e inseguridades que, engendraron un terreno fértil a las ideologías de extrema derecha. Estas ideologías promueven el orden y la seguridad, a cambio de la restricción de libertades. El autor establece que el neofascismo es un fenómeno psicológico, político y cultural que busca destruir la democracia, la justicia social y las libertades individuales.
El libro de Carpintero es fundamental para entender los factores subjetivos que han tolerado los ascensos de los neofascismos en el mundo. Los cuales han incorporado la violencia destructiva y auto destructiva. Esto, desde la visión psicoanalítica, ha acentuado la pulsión de muerte.
El neoliberalismo es un exceso del sistema capitalista. Los sectores de poder, reclaman el plus valor que obtienen de ese exceso. La crisis financiera global del dos mil ocho, originada en la burbuja de las hipotecas de alto riesgo de impago de Estados Unidos facilito que proyectos, grupos políticos y experiencias de gobierno manifestaran mayor conservadurismo, autoritarismo y neoliberalismo como proyecto económico y social.
Uno de esos modelos neofascistas es el de Viktor Orban en Hungría, quien se dedicó a desgastar la democracia por medio del acoso legal, regulaciones, violentas críticas a periodistas y a todo lo que se oponga a su política, ahogo financiero a medios de comunicación independientes y el uso de influencers de ultraderecha, para promover fake news en las redes sociales. Seguidores de Orban son Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei.
La ultraderecha y el populismo son expresiones de la expansión del neoliberalismo, no solo como desarrollo económico, sino, como forma de vida. Lo primordial del fascismo clásico y el neofascismo neoliberal es el odio hacía lo ajeno. Lo distinto que se odia puede ser diferente en cada país: el extranjero, el inmigrante pobre, el musulmán, el indígena, el homosexual, los izquierdistas, el loco y la mujer. El odio anula la simpatía, la cual es una faceta usada por las nuevas derechas para justificar diferentes posturas sociales, donde los pobres e inmigrantes no deben ser tomados en cuenta. Las formas de democracia molestan a esa necesidad de poner límites a las libertades de los sujetos. El objetivo es conseguir un capital desinhibido, protegido por el libre mercado, sin límites y sin frenos. Esto a través del miedo y la violencia represiva.
La libertad del capital se impone como pensamiento único, lo que dificulta el aparecimiento de un pensamiento alternativo. El neoliberalismo ofrece la ilusión de un espacio vacío, como el libre comercio, donde circulan mercancías y sujetos que deben concebirse a sí mismos como empresarios y competir entre sí. No hay explotados ni explotadores, no hay dominados ni dominantes, solo el sujeto que se auto explota. Si fracasa es porque no hizo bien su proyecto. El enemigo es interno, su falta de capacidad, afuera, los enemigos son todo aquello que limita su libertad de hacer lo que cree conveniente. Nos encontramos con un individualismo darwiniano del “sálvese quien pueda”. El objetivo de este pensamiento único es, defender la desigualdad y el derecho de los ricos a ser más ricos y los pobres más pobres. La meta es una sociedad del rendimiento por una lógica de exceso de positividad y voluntad de emprendedores. Esto da lugar a la subjetividad del sometimiento y la ilusión de la meritocracia.
El neoliberalismo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan exigía austeridad, privatización, reducción de los servicios públicos, represión de la protesta y desregulación de impuestos. La promesa era la “Teoría del Derrame”. La idea era aumentar la riqueza de los sectores más altos de la pirámide económica. Estos invertirían más en la economía, creando nuevos empleos y oportunidades. Por “efecto derrame” mejoraría la situación de las clases media y baja. Esto no ocurrió, pero su fracaso no impidió paralizar al movimiento obrero, como fuerza política y al socialismo, como perspectiva de futuro. El proceso neoliberal se consolida con la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el auge de la globalización.
El neoliberalismo ha sido eficaz en destruir las formas democráticas. El vacío dejado fue ocupado por el neofascismo que, a través de formas autoritarias de gobierno, ha eliminado las conquistas sociales y civiles. En Argentina, el ascenso de Milei afianza una época de traumatismo generalizado que abarca al conjunto de la sociedad.
Las políticas del fascismo clásico eran estatistas y nacionalistas. La violencia dirigida al otro era básicamente hacía los socialistas y comunistas. Ese fascismo era industrial y estatista. Por el contrario, el neofascismo es neoliberal y financiero. Las políticas neofascistas están basadas en políticas neoliberales. Y este neofascismo neoliberal, se apoya en el auge del capital financiero. El neofascismo plantea al neoliberalismo no solo en el plano económico, sino, como un sentido de vida. Como sentido de vida funciona acá el “sálvese quien pueda”. Y predispone a un determinado proceso de desarrollo de violencia destructiva y auto destructiva. Todo esto ha suscitado un traumatismo social generalizado, que nos lleva a índices muy altos de depresión, angustia y suicidio, especialmente, en adolescentes y jóvenes.
Los neofascistas usan las democracias para subir al poder, luego, rapan las libertades civiles, sociales y políticas. Porque el neoliberalismo ha desarrollado tanto los poderíos lucrativos que ya no necesitan de la democracia republicana. Los gobiernos desbastan la libertades democráticas, para generar políticas basadas en el odio y el miedo como formas de sometimiento. Y es en las redes sociales, plataformas y herramientas digitales para la interacción y el intercambio de información entre usuarios, donde se generan procesos de despersonalización y anonimización en los cuales el individuo queda atrapado, magnetizado y desaparece como sujeto. Sobre estos procesos de desidentificación y desubjetivación se funda este traumatismo social y se establece el neofascismo. Carpintero llama a la sociedad a la acción, proponiendo la apropiación de la cultura y la construcción de alternativas que enfrenten el sometimiento y recuperen el lazo social.