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2 de septiembre de 1960, luchas y sacrificios en la Habana y San Salvador.

Por: Dr. Víctor Manuel Valle Monterrosa.

El 2 de septiembre de 1960 lo recuerdo por dos eventos que me quedaron grabados, indelebles, de por vida. Ese día, en la Habana, Fidel Castro Ruz, pronunció el histórico discurso llamado Primera Declaración de la Habana donde confirmó las bases para el proceso revolucionario cubano. El mismo día, los cuerpos de seguridad del gobierno salvadoreño del teniente coronel Lemus invadieron violentamente la Universidad de El Salvador para reprimir una manifestación universitaria.

La recién iniciada revolución cubana había tomado caminos intolerables para Estados Unidos y gobiernos de América Latina y el Caribe que seguían sus dictados. Cuba y su intento de ejercer plena independencia en su vida política era mal vista en la región y, para concretar dicha animosidad, se llevó a cabo, en agosto de 1960, en San José Costa Rica una Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA con el claro propósito de amedrentar y, de ser necesario, aislar al gobierno revolucionario cubano.

En la reunión los Cancilleres de la OEA emitieron, el 22 de agosto de 1960, una declaración que decía que la reunión de Consulta “Condena enérgicamente la intervención (…) de una potencia extracontinental en asuntos de repúblicas americanas” y “rechaza (…) la pretensión de las potencias sino soviéticas…” en ese mismo sentido.

Sin duda, los Cancilleres se alineaban con Estados Unidos que reaccionaba a varias medidas del gobierno cubano, principalmente, las nacionalizaciones que dañaban a empresas de capital estadounidense y, sobre todo, al evidente acercamiento de Fidel Castro a la Unión Soviética, pues en febrero de ese mismo año, había ocurrido la visita de Estado a Cuba del alto dirigente soviético Anastas Mikoyan durante la cual se habían sellado acuerdos políticos, económicos y comerciales.

Por eso, como reacción a la Declaración de San José, Fidel Castro convocó una masiva concentración en la Plaza de la Revolución el 2 de septiembre de 1960 para leer y obtener la aprobación por aclamación de la Primera Declaración de la Habana cuyo primer artículo decía que la Asamblea Nacional del Pueblo Cubano, “Condena en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa Rica, documento dictado por el Imperialismo Norteamericano, y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del Continente.”

En un gesto teatral, al terminar de leer su Declaración, Fidel hizo pedazos una copia de la Declaración, gesto que fue aprobado por ovación por una enardecida concurrencia.

Mientras eso sucedía en la Habana, El Salvador pasaba uno de sus incontables períodos de represión que ha sufrido a lo largo de su historia. Un tiranuelo de turno escalaba una represión que fue breve pero muy violenta. El 2 de septiembre de 1960, universitarios y trabajadores sindicalizados protestaban por la represión desatada desde el mes anterior muchos policías invadieron los recintos universitarios y golpearon con garrotes e hirieron con bala estudiantes y autoridades de la Universidad de El Salvador.

Profanaron el edificio de la Rectoría y aulas de la Facultad de Humanidades que, desde el incendio que destruyó la sede principal de la UES en 1955, funcionaban en el antiguo edificio colegio religioso femenino Sagrado Corazón, sito en la sétima avenida, cerca de la esquina de la calle Rubén Darío, de San Salvador.

El Rector Napoleón Rodríguez Ruiz y el secretario general Roberto Emilio Cuéllar Milla fueron cruelmente golpeados a palos y casi fallecen en las celdas de la policía nacional a donde fueron llevados. El estudiante Mauricio Esquivel Salguero murió como consecuencia de la paliza, con su cerebro triturado. Muchas víctimas de la golpiza fueron capturadas y sobrevivieron.

Como emblema de la furia represiva de un régimen autoritario y antipopular, un anónimo uniformado la emprendió, con su yatagán, contra pinturas con los retaros del humanista Francisco Gavidia y el presidente Juan Lindo, fundador de la Universidad, con los que se había decorado el Paraninfo Universitario.

La fotografía de esos cuadros víctima y las rasgaduras fue publicada en un folleto del periodista Adrián Roberto Aldana titulado “Lo que no se pudo decir” difundido después de la caída del tiranuelo Lemus, que se creyó omnipotente y duradero, pero cayó del poder el mes siguiente.

Ese 2 de septiembre de 1960 marcó un mojón de la trayectoria de dos países hermanos de las Américas: Cuba afirmaba su revolución que, a pesar de todo, sobrevive después de 66 años y El Salvador iniciaba un largo y doloroso camino de luchas y esperanzas aún en la espera de una revolución que lleve a un país donde todas las personas vivan con dignidad para satisfacer sus necesidades básicas y gocen de derechos fundamentales como seres humanos.