
Religiones e identidades. Santos patrones y congregaciones evangélicas.
Por: Elio Masferrer Kan. *
La construcción de nuevas identidades está relacionada con un conjunto de prácticas sociales que permiten afrontar los desafíos personales, articulados a nuevas realidades socioculturales. Esto es importante tener en cuenta para comprender los desafíos contemporáneos. La llegada de los europeos al continente americano estuvo asociada con situaciones catastróficas en términos sociales y humanos.
La instalación de un nuevo orden social y político era el interés de los conquistadores para extraer las riquezas de los pueblos dominados, se produjo así un doble movimiento, la descomposición y saqueo de las nuevas tierras, a la vez que quienes se quedaban y no regresaban trataban de instalar un nuevo Orden social, cultural y político, esto iba asociado con una catástrofe demográfica. La muerte del 85% de la población como resultado de epidemias de nuevas enfermedades para las cuáles los ahora llamados indios no tenían anticuerpos. Agregándole la tristeza de la imposición de trabajos forzados y la esclavitud de los sobrevivientes.
La conquista de las nuevas tierras estaba acompañada de la eliminación de las religiones de los pueblos conquistados y la imposición del catolicismo español, forjado en la expulsión y conversión forzada de musulmanes y judíos que serían despojados y expulsados del territorio controlado por los Reyes Católicos.
La toma de Tenochtitlan por los castellanos implicaría un doble movimiento, la imposición de un nuevo orden y la construcción de un nuevo catolicismo adaptado a la nueva situación. El instrumento asumido fue la imposición del culto a nuevas imágenes religiosas que asumían la forma de Santos patronos y Vírgenes redentoras. Esta situación le permitiría al catolicismo sobrevivir al proceso independentista del siglo XIX.
La construcción del catolicismo nacional se transformaría en el principal obstáculo para la construcción de las nuevas naciones americanos. Cómo innovar y asumir las novedades de la modernidad con una iglesia católica, que veía esa modernización como una amenaza a su predominío en la conciencia de sus feligreses.
La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por conflictos y difíciles negociaciones con las jerarquías católicas que debían asumir que sus catecúmenos eran ciudadanos de nuevos países y que debían compartirlos con nuevos estados y sus oligarquías políticas, más interesados en negociar con Inglaterra y Estados Unidos que eran potencias protestantes, para ello debían asumir la libertad de cultos, entender que sus feligreses podían seguir de católicos pero que la mentalidad construida durante la Colonia española ya no era viable en las nuevas realidades. Surgía así la disputa por la nación.
Los liberales impusieron un nuevo orden que implicaba reducir la religión católica al ámbito personal, a la vez que apoyaban la inclusión de nuevas religiones más asociadas con la noción de acompañamiento de los nuevos cambios culturales. La disputa por la nación, la construcción de nuevas identidades nacionales implicaba el pluralismo religioso y también el derecho a la increencia, a no creer o que cada ciudadano construyera su propio sistema religioso y nuevos valores culturales asociados con otras partes del mundo. La Iglesia Católica había perdido el uso de la Inquisición que en la Colonia había empleado para destruir las novedades religiosas y la domesticación de las conciencias.
A la construcción de las nuevas identidades nacionales se le asociaba la posibilidad de compartir nuevas creencias religiosas, obligando así a los protestantes a transformarse en cristianos evangélicos nacionales, de la misma manera que se construían catolicismos nacionales que se desligaban de los catolicismos europeos.
La construcción de las identidades nacionales implicaba la subordinación de las identidades étnicas de los pueblos originarios y la subordinación de todas las iglesias al respectivo proyecto nacional. Para ello debían obligar a la construcción de nuevas religiosidades, “que le daban al Cesar (el estado nacional) lo que era del Cesar, y a Dios, (su personal lectura religiosa), lo que era de Dios.
Este proceso es clave para comprender las nuevas identidades en los procesos migratorios internacionales, los migrantes pueden convertirse a nuevas iglesias o mantener su religión asumiendo las “lecturas” de los países donde ahora viven, en estos procesos de cambio adaptándose a las nuevas realidades; será la lengua del país originario el refugio de la identidad nacional, pues la conversión a nuevas iglesias es en muchos casos el vehículo para relacionarse en las nuevas situaciones y desafíos que deben asumir.
Las religiones cristianas retoman a Jesús de Nazareth quien propuso que “la verdad nos hará libres”, asumir las nuevas realidades estará relacionado con la construcción de la libertad de los migrantes que quieren mejorar sus condiciones de vida. El desafío es para las iglesias, como acompañan a sus feligreses en las nuevas realidades, si no lo hacen la conversión a nuevas religiones será la respuesta lógica de quienes quieren mejorar sus condiciones de vida en su tierra natal o en nuevos espacios de lucha por su existencia-
* Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH