
Las escuelas no crean criminales.
Por: Mauricio Manzano. *
El aula no es la calle: las escuelas no crean criminales. Existe una narrativa peligrosa y constante en el discurso político del gobierno y de sus seudo-académicos: la idea de que los centros escolares públicos, especialmente en zonas desfavorecidas, son «fábricas de pandilleros y criminales». Esta percepción alimentada por la cobertura mediática ha llevado a la criminalización de las aulas, y a la presencia creciente de agentes de la policía y militares. Sin embargo, el análisis riguroso basado en evidencias producto de investigaciones académicas ha mostrado que esta noción no solo es falsa, sino que también desvía la atención de las verdaderas causas del origen de las pandillas y de la criminalidad en general, de hecho, no sólo es falsa, además, es maligna y agrava el problema.
La narrativa que pretende hacer creer que las escuelas son «semilleros de las pandillas y de un comportamiento delictivo» ignora las profundas raíces sociales y económicas de la criminalidad. Las investigaciones sobre la criminalidad coinciden en que los factores más influyentes en el desarrollo de una conducta criminal son el resultado de la pobreza, la falta de oportunidades, la inestabilidad familiar, la exposición a la violencia en la comunidad y las desigualdades sistémicas. La escuela nunca ha sido una incubadora de estos problemas, al contrario, a menudo ha sido el único espacio seguro y estructurado en la vida de muchos jóvenes en zonas que enfrentan estas circunstancias.
Los criminales o pandilleros no se «hicieron» en la escuela. Al contrario, los estudios demuestran que las jóvenes que abandonan el sistema educativo o que tienen experiencias negativas de exclusión son mucho más propensas a involucrarse en actividades delictivas o pandilleriles. La escuela pública en lugar de ser el origen del problema con frecuencia ha sido una de las instituciones más importantes para combatirlo. Un entorno educativo seguro y de apoyo, con acceso a consejeros profesionales, programas extracurriculares y una atención individualizada, puede ser el factor decisivo que aleja a un joven del camino de la delincuencia y las pandillas.
La criminalización de las escuelas y la militarización crea un círculo vicioso. Un incidente menor, como la falta de disciplina o una pelea en los corredores, que antes se habría resuelto con una sanción disciplinario o suspensión temporal, ahora puede resultar en una intervención policial o militar, en un arresto bajo el régimen de excepción y en un centro penal, acciones que ya hay registros, el caso de la captura y acusación por agrupaciones ilícitas de más de 40 jóvenes estudiantes de diferentes institutos.
Estas acciones introducen a los estudiantes en el sistema de delincuencia juvenil, los estigmatiza y los priva de la oportunidad de aprender y crecer. La exclusión educativa y el abandono o expulsión de los jóvenes de las aulas, los empuja directamente hacia las calles, donde el riesgo de caer en grupos delincuenciales se puede disparar. En efecto, al tratar a los estudiantes como criminales, el sistema les ayuda a convertirse en lo que se temía que serían.
Para abordar la criminalidad juvenil, debemos dejar de culpar a las escuelas e invertir en ellas como herramientas de prevención y desarrollo humano y social, esto significa destinar recursos a programas de apoyo social y de salud mental, reducir el número de estudiantes por aula, invertir en infraestructura, en docentes bien formados, con un modelo educativo claro, evaluaciones formativas y crear una cultura de respeto en lugar de una de miedo. La solución no es más vigilancia y castigo, sino más empatía y oportunidades.
Los criminales no se forman en las escuelas; se hicieron en la calle, y las pandillas criminales nacieron en otro país. La escuela con frecuencia era la única esperanza que tenían de poder escapar de ella. Es hora de dejar de criminalizar a nuestras instituciones educativas y empezar a verlas por lo que son: los faros más importantes en la lucha por un futuro mejor.
*(Investigador y Consultor Educativo).