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De «Seguridad Manipulada» a «Inseguridad de Derechos».

Por: Miguel A. Saavedra.
La Asamblea Legislativa de El Salvador, dominada por el oficialismo, aprobó en sesión reciente extender a la Fiscalía dos años más para presentar acusaciones contra miles de personas capturadas bajo el régimen de excepción. Una decisión que, en lugar de fortalecer la justicia, prolonga la incertidumbre y multiplica el sufrimiento.
Hasta agosto de 2027 podrán mantener a seres humanos tras las rejas, muchos de ellos encarcelados desde marzo de 2022, sin juicio, sin pruebas concluyentes, sin voz. ¿Qué nombre merece esto sino prisión sin justicia?
Nos preguntamos: ¿es justicia mantener a inocentes tres años encerrados sin ser escuchados? ¿Qué nivel de certeza puede tener un juicio colectivo de 300 personas al mismo tiempo? ¿Qué clase de dignidad y causa individual se puede sostener en expedientes masivos que reducen vidas a simples números estadísticos?
Los funcionarios celebran la captura de más de 88 mil personas, pero ocultan lo esencial: cuántos son verdaderamente culpables y cuántos son víctimas de una maquinaria que sacrifica inocentes en nombre de la seguridad.
Si somos hijos del mismo Dios y ciudadanos de un mismo país, exigimos justicia pronta, cumplida y verdadera. No queremos una justicia que se alimente de la demora y la prórroga, sino una justicia que mire de frente la verdad de cada caso.
Porque justicia no es esperar tres, cinco o diez años para demostrar inocencia.
Justicia no es prolongar la esperanza hasta volverla desesperación.
Justicia no es callar la voz de quienes hoy languidecen en prisión sin haber sido juzgados.
A los que legislan: pedimos no conviertan la justicia en un calendario interminable.
A la Fiscalía: no hagan de la prórroga un método para esconder la incapacidad de investigar.
A la sociedad: no normalicemos la injusticia envuelta en el discurso de seguridad.
Hoy lo decimos con claridad: justicia tardía es justicia negada.
Y no podemos pasar por alto una sospecha inevitable: qué casualidad que la prórroga para investigar casos se extienda justo hasta el 2027, el mismo año en que el presidente ha convocado a elecciones para intentar reelegirse —por tercera vez— junto a sus diputados.
¿Cuántos más serán llevados bajo el manto acusador del régimen de excepción para asegurar un clima de miedo y control político? ¿Cuántos inocentes pagarán con su libertad la estrategia electoral del poder?
 Indudablemente hemos pasado de: la «Seguridad Manipulada» a la nueva «Inseguridad de Derechos»
Despierta, ciudadano: la verdadera seguridad no se reduce a caminar sin pandillas acechando en las sombras, sino a vivir en un sistema donde tus derechos no sean el precio a pagar por esa ilusión de paz. ¿De qué sirve salir a la calle «tranquilo» si el sistema judicial está arrodillado ante el poder político, convertido en un simple sello de goma para los caprichos del Ejecutivo? cuánta falta nos hace un sistema judicial independiente que no obedezca ciegamente al presidente de turno y que sea el pilar de cualquier sociedad libre, pero en El Salvador, bajo el interminable estado de excepción, se ha evaporado, permitiendo que miles languidezcan en prisiones sin juicio justo.
Y no hablemos solo de eso: ¿dónde queda el acceso a información libre y medios críticos, sin que periodistas sean perseguidos, exiliados o silenciados por «desinformar» al cuestionar al régimen? Exige transparencia real, con libre acceso a los datos públicos de cada ministerio, institución gubernamental o municipalidad no las migajas filtradas por propaganda oficial que oculta corrupción y abusos. Porque sin eso, ¿cómo sabes si tu «seguridad» no es solo un velo para encubrir nepotismo, despilfarro o negociaciones oscuras con las mismas pandillas que antes «negociaban» con el gobierno?
Ahora, prevalece el golpe bajo si te capturan por «algún motivo» que bien podría ser un rumor, una denuncia anónima o simplemente estar en el barrio equivocado–, ¿dónde está el debido proceso? ¿El derecho a una defensa pública o particular efectiva, sin que te pudras en una celda por años? Hoy, bajo este estado de excepción prorrogado por 41 veces hasta al menos agosto 2025, y con la reciente extensión de detenciones preventivas hasta 2027, ¡más de 88,000! Está bueno dice la población, pero es justo que también se pongan a pensar que miles de ellos permanecen encerradas solo porque había que hacer un numero de captura s al día y que por vivir en zonas pobres había que llevarlos, muchas sin cargos formales, sin pruebas concretas, y algunas ya superando los tres años de cautiverio arbitrario. Ellos justifican: «Hay tantos capturados que no damos abasto». Pero ¿qué pasa con esos miles de inocentes familias destrozadas, vidas truncadas que llevan más de tres años pudriéndose en hacinadas prisiones, víctimas de torturas, enfermedades y muertes en custodia? ¿Quién pagará por los daños irreparables, trabajos y estudios perdidos, las indemnizaciones por años robados? ¡Vaya justicia! ¿Esto es lo que querías, ciudadano? Claro, sé estricto con los delincuentes nadie lo niega, pero ¿por qué aplicar la misma receta brutal a todos, sin discriminación, sin eficiencia investigativa? Y para los que les gusta y se reconfortan con la venganza esas personas son igual de inocentes que sus familias destrozadas por la violencia irracional de los grupos criminales ¿Dónde está la «pronta y cumplida justicia» que proclama la ley, cuando el sistema colapsa bajo masivas detenciones y prórrogas eternas?
Y cabe preguntarse, con indignación: ¿por qué, en casos políticos similares con mismos hechos, mismas circunstancias, a unos les dan juicios rápidos y libertad exprés (ej. caso Lara, Acevedo y otros cercano a poderes aliados), mientras a otros, por saña política, dedicatoria o simple venganza personal y política, los hunden en las celdas por años?
La justicia sigue mordiendo selectivamente, según quién le da órdenes a la serpiente un Ejecutivo que controla todo, desde jueces hasta fiscales. ¡Basta de anestesia colectiva! Esta «seguridad» es una trampa: despierta antes de que tus derechos sean el próximo sacrificio en el altar del caudillo eterno. Exige más, porque mereces un país donde la ley proteja a todos, no solo sirva al poder.
De la Seguridad Manipulada a la “Inseguridad de Derechos”
El gran truco de los nuevos caudillos es vender seguridad como el único bien supremo, aunque ello implique despojar a la ciudadanía de todas las demás libertades.
En El Salvador, la narrativa es clara: “Ahora puedes salir a la calle sin miedo, visitar a tu familia, ir de paseo con tranquilidad”. Y sí, es cierto que las pandillas ya no dominan los barrios como antes. Pero ese logro, presentado como victoria absoluta, oculta un costo silencioso: la normalización de la inseguridad de derechos.
Porque seguridad no es solo ausencia de pandillas en la esquina. Seguridad también significa:
Tener garantías legales para no ser detenido arbitrariamente.
Poder expresarse sin miedo a represalias.
Contar con un sistema judicial independiente que no obedezca al poder político.
Acceder a información libre y medios críticos.
Confiar en que tu futuro no depende del capricho de un gobernante.
Vivir hoy y mañana con certeza de que los derechos fundamentales estarán intactos.
El problema es que el discurso oficial instala en la mente colectiva que la seguridad física inmediata equivale a seguridad total, invisibilizando que la libertad se erosiona día a día. La población se conforma con caminar tranquila en la noche, aunque al mismo tiempo se le arrebaten derechos esenciales para construir una vida digna y plena.
Es el triunfo de una ilusión: un país donde puedes pasear sin miedo, pero no puedes pensar, criticar o disentir sin riesgo. Una sociedad anestesiada que celebra la jaula porque le pintaron los barrotes de un color más bonito.
Hablando claro del tema concluimos
La seguridad verdadera no es un regalo del poder, es un derecho que incluye libertad, justicia, salud, educación, oportunidades y dignidad. Y ese es el punto en el que debemos hablar con confianza y sin rodeos:
[Si hoy aceptas que la seguridad de moverte sea lo único], mañana también tendrás que aceptar que te prohíban respirar o mirar el sol con tal de que te dejen caminar por el parque (solo mira los miles de inocentes sin juicio legal y sin nada que deber). No te conformes con ese espejismo.
La sociedad debe aspirar y exigir más: exigir un país donde caminar sin miedo no sea a cambio de silenciar tu voz, ni de hipotecar los derechos de tus hijos. Porque la seguridad que se sostiene en la represión es frágil y se desmorona; en cambio, la seguridad que se sostiene en instituciones libres y en ciudadanos críticos, esa sí perdura.
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