
Poder y Miedo.
Entre los seres humanos, -sociales por naturaleza-, el poder en cuanto posibilidades creadas o no por nosotros, nos permite avanzar en eso particular del ser humano que llamamos Independencia del medio y control del entorno; lo cual va haciendo históricamente posible el desarrollo de las personas y de las sociedades. Y en ese proceso biográfico e histórico, vamos construyendo el Control de sí, que nos acerca como personas a los demás y estamos en posibilidad de ir más allá en un nosOtros como señala Ricardo Espinoza Lolas el filósofo chileno.
Michel Foucault señala que el poder se basa en relaciones, en ese sentido hay relaciones de poder. Ahora bien, cuando el Poder se convierte en control y dominio sobre los demás y sus recursos; eso mismo va rompiendo la naturaleza social del ser humano y también evidentemente, aquello que rectamente llamamos el Bien Común como la tierra, el agua, el viento, el sol etc. Todo se convierte en mercancía.
Ese proceso de expropiación y exclusión ha requerido en sus inicios de una serie de alianzas que crean una correlación política a favor de un grupo o sector dominante. Pero justamente el Poder como dominio y el Capital que pervierte cualquier sistema social, tienen en común como señalaba K. Marx respecto del Capital, que éste tiende a su concentración y reconcentración como parte de su dinámica más íntima.
De la misma manera el Poder Político como fin en sí mismo, va dejando de ser político en el más pleno sentido y totalmente antisocial, porque se endiosa y ya no cree en alianzas y menos en convivencias sociales. Es decir, el poder político centrado en sí mismo, aunque inicialmente haya sido respaldado por la ciudadanía, no reniega de su tendencia natural a la acumulación de Capital y bienes, en detrimento de la sociedad. Ese Poder y ese Tener es consubstancial a toda tiranía. Pero ese proceso no es tan burdo, ya que se nutre de una sobre ideologización fanatizante que idiotiza a grandes sectores privándoles de cualquier indicio de pensamiento crítico e incluso lógico. De tal suerte que muchos de los ciudadanos celebran con entusiasmo las atrocidades que la tiranía de turno comete contra sectores de la población. En este contexto es necesaria la lectura del gran teólogo Luterano Dietrich Bonhoeffer sobre la Teoría de la Estupidez. La estupidez en este contexto dictatorial se convierte en un problema Moral y Social, porque algunos sectores son incapaces de ver, por la bondad de un cambio cosmético, el daño y el abuso que sufren otros sectores de la sociedad y, por tanto, se alinean con el opresor, cubiertos de cobardía y violencia para quienes no se sumen al discurso oficial. Acá se fortalece ese espíritu de rebaño propio de los animales y no de las personas. Esa combinación de Poder y estupidez le da consistencia a la tiranía. Por cierto, Dietrich fue asesinado por Hitler mediante la Horca.
El sistema democrático incipiente pero duramente ganado por las fuerzas democráticas de la nación salvadoreña, no sólo se inscribe en las luchas sociales e históricas de la nación, sino también, mediante el proceso de democratización a partir de Los Acuerdos de Paz; se inscribe en esa larga marcha de la Especie Humana que desgaja desde sí misma y en el proceso de su humanización, esa dimensión Ética y Moral que va haciendo posible un desarrollo de la convivencia humana, que por hoy podemos llamar Democracia. Y esas democracias están regidas por cartas Magnas o Constituciones que rigen la vida de la ciudadanía en el marco de los Estados. Esos Derechos Humanos y ciudadanos deben ser garantizados por los Estados que a su vez son conducidos por los diversos gobiernos.
Cuando este régimen señala a los organismo y personas que luchan por los Derechos Humanos, acusándolos de proteger y defender a los criminales en contra de la gente honrada; simple y llanamente están mintiendo, ya que los organismos públicos y privados que defienden los derechos humanos; su papel fundamental es la fiscalización de aquel que es constitucionalmente el garante de los Derechos Humanos de su población, es decir, los Estados y sus gobiernos. Ninguna tiranía admite las críticas, y más cuando estas señalan el irrespeto de la legalidad y la justicia.
La tendencia general y natural de toda dictadura es el control de los órganos e instituciones que garantizan la democracia. Controlar la Asamblea Legislativa, el poder Judicial y asumir el ejecutivo como una mafia de alto nivel no es nada sorprendente. Pero cuando, además, controlas la Corte de Cuentas, el Tribunal de lo electoral y pretendes controlar las iglesias y expulsas mediante el terror a los periodistas de verdad… Eso indica que la concentración del poder se ha hecho extrema y que el miedo empieza a calar en los huesos del tirano y sus secuaces.
La militarización de la Policía Nacional Civil en la cual no confía el tirano, la militarización creciente de la sociedad y el ejercicio cotidiano de la violencia de policías municipales y custodios de centros penales, van haciendo de la República, un auténtico campo de concentración, sostenido por un Régimen de Excepción permanente, que desdice cualquier atisbo de democracia.
Pero el miedo no sólo se expresa a nivel macro, dudando y temiendo de todo y de todos; también se expresa en la angustiante inseguridad del tirano, que va transformando su imagen de simple mortal a magnánimo Prócer de su nueva independencia nacional y sus últimos atuendos así lo indican. Pero hay también, dentro de este miedo, un afán de inmortalidad, de vencer los años y al tratarse cosméticamente cree que va a vencer a su propia e irrevocable finitud. Ya ni con su propio espejo se siente bien y, supongo que los psiquiatras de este nuestro país tienen tema para rato.
El miedo como tal, y el miedo de este dictador dispara su adrenalina y su noradrenalina, que tuercen su visión de seguridad personal y política en “su” ejército, cómo su único y total garante de supervivencia; y entre más se acrecienta su miedo, su agresividad y violencia irá en aumento.
Desde la perspectiva de James Gilligan, psiquiatra norteamericano, la humillación abrumadora es uno de los resortes (patógeno dirá él) que dispara la violencia. De hecho, en una investigación que estoy realizando con mis estudiantes, ellos van encontrando que la violencia intrafamiliar se ha ido disparando. No tener empleo, no garantizar la comida de tus hijos, su salud y su educación y, además sin posibilidad de quejarte, qué más humillante puede ser. Y encima si vives en un lugar de pobres, eres el sospecho de siempre. Si, el desastre económico y político llega al hogar llenándolo de miedo, ansiedades, frustraciones, una irritación creciente y pérdida de confianza entre los miembros de la familia, que poco a poco vence al diálogo con violencia al interior del seno familiar.
Pero esta humillación abrumadora también alcanza al imitador de Prócer independentista. Subyugado por el poder, se entroniza en sus alturas como la suma sabiduría que no se ensucia, pero sí de vez en cuando se deja alabar y amar por su muchedumbre. En su exquisito ejercicio, delega la conducción de la cosa pública en sus súbditos, sobre todo en aquellos que le han jurado amor eterno mientras se llenan las bolsas con los recursos de la nación… Pero el Poder del sublime está solo en su trono.
Ahora bien, el entorno democrático es un riesgo porque la gente ve, piensa, siente, opina, comparte; y eso esencial de la realidad, -la vida de la gente-, desaparece del horizonte del supremo líder y hay algo consubstancial a toda dictadura: la necesidad de obediencia a la “autoridad”. Cosa que del pueblo mal agradecido no se puede esperar. Y ese carácter marcial sólo lo puede conseguir del estamento militar.
Al igual que el régimen nazi, se vislumbra una desconfianza creciente hacia los Otros, (y su comitiva de seguridad tan avasallante y dura, a pesar del supuesto apoyo del 97%); y se apuesta por la niñez y la juventud como la base de confianza de su nueva y creciente fuerza. Tener el control de la niñez y la juventud se convierte en un objetivo principal, de ahí que tomar la Educación con una estructura militar con cara más o menos agradable, posibilita este esquema de obediencia vertical y culto al líder.
La Escuela como realidad y como concepto rectamente tradicional nos muestra que la Educación es libertad, es crecimiento autónomo pero acompañado con amor, como enseña Don Bosco, la tradición educativa de los jesuitas, Piaget y toda la bella tradición pedagógica en el mundo. La educación es creatividad, es amor, es asombro y, sobre todo, es ternura.
Y esto que señalamos como educación es lo que han ido quebrando, torpedeando y destruyendo los diversos gobiernos que el sistema de los señores ha ido permitiendo. Pero eso sí, la Escuela es imbatible porque cualquier rincón se convierte en una verdadera escuela. Ya verán las familias y las iglesias de verdad si se dejan arrebatar a nuestra niñez y juventud.
El padre de la misericordia y la compasión nos aliente a enfrentar como Jesús su hijo, estos momentos tenebrosos de nuestra historia nacional.
*Manuel Barahona
Cuentista e historiador.