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Detengan la destrucción de Finca El Espino, antes de que las inundaciones nos ahoguen.

Por: Walter Raudales.
Queridos compatriotas, salvadoreños y salvadoreñas que aman su tierra: es hora de alzar la voz con fuerza inquebrantable. No podemos seguir callados mientras las autoridades, cegadas por un falso «progreso» envuelto en cemento y dólares extranjeros, depredan uno de los últimos pulmones verdes de San Salvador: la Finca El Espino.
Esta zona de recarga hídrica y protección ambiental, vital para el equilibrio ecológico de la capital, está siendo sacrificada en nombre de megaproyectos que solo agravarán los desastres que ya sufrimos.
¡Basta ya! Proteger El Espino no es un capricho ambientalista; es defender la vida de cientos de comunidades en las zonas bajas del cinturón de pobreza del Gran Salvador, que pagan con inundaciones catastróficas el precio de esta avaricia urbanística y los negocios de los de siempre.
Recordemos los hechos con claridad y lógica irrefutable. La Finca El Espino, ubicada en el poniente de San Salvador, ha sido históricamente un bosque forestal que actúa como esponja natural, absorbiendo lluvias torrenciales y recargando los mantos acuíferos que abastecen a la ciudad. Sin embargo, paulatinamente, ha sido invadida por instalaciones urbanas que convierten áreas verdes en bloques de concreto. Ahora, el golpe más duro: el gobierno impulsa la construcción de un estadio financiado por China, y lo último, la aprobación para utilizar más de 55,000 metros cuadrados adicionales en esta zona protegida para erigir el nuevo Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO).
¿Progreso? No: esto es un ecocidio deliberado que ignora estudios de impacto ambiental y urbanístico, rechazados en comisiones legislativas por diputados que priorizan votos ciegos sobre la ciencia y la razón.
La relación directa con los fenómenos ambientales es evidente y devastadora. Las inundaciones, que antes eran eventos aislados, ahora azotan con frecuencia alarmante tras solo 30 minutos de lluvia intensa o 100 milímetros de precipitación. No se trata de «basura que la gente tira», como simplistamente argumentan las autoridades para evadir responsabilidades.
Es la deforestación y urbanización desmedida la que acelera el escurrimiento de agua, lodo y basura desde las alturas de El Espino hacia las zonas bajas. Recientes tormentas han afectado lugares populosos, centros comerciales, calles principales y arterias vitales de la ciudad, causando daños cuantiosos y poniendo en riesgo no solo el tráfico automotor sino vidas humanas.
Expertos advierten: la destrucción de esta área de alta recarga hídrica reducirá la infiltración de agua, contaminará acuíferos, amenazará especies en peligro de extinción y aumentará el riesgo de deslaves e inundaciones en comunidades vulnerables del Gran San Salvador.
Estamos exacerbando condiciones que ya colocan a cientos de miles en una precaria inseguridad, ignorando los bucles de retroalimentación de desastres antropogénicos. ¿No aprendemos de la naturaleza? Parece que las autoridades prefieren repetir errores históricos, como en otros países donde la depredación ambiental ha llevado a catástrofes irreversibles.
Pero no todo está perdido: la ciudadanía se moviliza con coraje. Organizaciones locales, ambientalistas y vecinos han activado protestas masivas, recolectando más de 26,000 firmas y realizando actividades lúdicas para exigir que se escuche al pueblo antes de lamentar tragedias. Marchas desde el Parque El Principito hasta el Bicentenario claman por reubicar estos proyectos y preservar el bosque. ¡Esto es poder ciudadano en acción! Proteger El Espino es cuidar de las comunidades abajo; es garantizar que las futuras generaciones hereden un San Salvador respirable, no un desierto de asfalto inundado.
A las autoridades, al presidente, a los diputados de Nuevas Ideas y a los inversionistas extranjeros: ¡deténganse! Exigimos estudios de impacto ambiental independientes, consulta pública real y la cancelación inmediata de construcciones en zonas protegidas. Si continúan, serán responsables directos de las próximas inundaciones y pérdidas humanas. A los ciudadanos: únanse a las protestas, firmen peticiones, compartan esta verdad en redes. Juntos, con fuerza colectiva, podemos revertir este desastre.
¡El Espino no se toca! ¡Por un El Salvador verde y seguro, actuemos ahora!
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