La frontera entre México y Guatemala es testigo hoy de un nuevo episodio del éxodo hondureño que, según las propias palabras de quienes están migrando, «está dejando al país sin gente».
Esta semana más de 3.000 personas partieron del parque central de Tapachula, en el estado de Chiapas, en un nuevo episodio del extenso éxodo hondureño, al que las autoridades mexicanas bautizaron «la caravana madre».
Menos de 15 días atrás, las autoridades mexicanas cerraron la oficina del Instituto Nacional de Migración en Tapachula, acusando que un grupo de cubanos había ingresado por la fuerza al edificio para exigir un salvoconducto para transitar el país hasta la frontera con Estados Unidos.
A pesar del anuncio de la llegada de una nueva caravana proveniente de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, en México no se han tomado medidas especiales para atender el ingreso de este nuevo y numeroso grupo de gente. La sangría de ese país centroamericano no ha parado en lo que va de 2019.Primer trayecto
«Honduras se va a quedar vacío» dice José. El joven hondureño habla mientras sujeta un cepillo de dientes, y se acomoda en una banca del Teatro de Pueblo de Huehuetán, a 30 kilómetros de Tapachula, tras el primer trayecto de la más reciente caravana del éxodo hondureño.
A diferencia de las otras caravanas migrantes que han pasado por México durante el último año, ésta no ha recibido apoyo público como las anteriores. No había módulo de salud, hidratación o siquiera baños portátiles para las familias que han emigrado. Sin embargo, la extrema situación que viven en su país ha hecho que cada vez haya más familias pobres que se lancen al camino.
En Honduras «no hay medicinas, si uno no va con dinero a un hospital, no lo atienden. Han quebrado todas las empresas públicas y las están privatizando, desde la exploración por petróleo a las generadoras de energía, todo lo han vendido», señaló José.
Junto a él, un grupo de una decena de mujeres y hombres jóvenes que se conocieron durante el camino, relataron que vienen de Lempira, de Comayagua o de San Pedro, que de todas partes salen y que los barrios van quedando con un aire fantasmal, porque ya nadie quiere quedarse allí.
«Las escuelas están peor, pero JOH [Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras] no sabe nada de eso, sólo sabe de policía», afirmó.
El grupo de jóvenes desmintió que la mayoría de la caravana hubiese entrado de manera forzosa a México. Ellos, como la mayoría, cruzaron por el río, a bordo de las balsas que garantizan el paso irregular desde Guatemala.
Se conocieron en Tecún Umán y «se van cuidando mutuamente».
«Así uno no tiene que andar pagando y viaja más cuidado», explicó una de las jóvenes, que viaja con una niña con síndrome de Down. La muchacha contó que no consigue la atención médica necesaria para su hija en Honduras, y espera encontrarla en Estados Unidos.
Este grupo de jóvenes comentó que su idea es subir al norte, pero si consiguen un buen trabajo en México, también aceptarían quedarse aquí. «Todo menos regresar a Honduras», señaló uno de los muchachos.
Pocas respuestas
Mientras tanto, el gobierno mexicano ha echado por tierra su primer anuncio de ofrecer visas humanitarias a las personas que han llegado a México como hizo durante el primer mes de 2019.
A pesar de que la Policía Federal ha escoltado a esta primera caravana, no se había dispuesto ningún tipo de ayuda oficial para atenderlos de manera humanitaria.
Patricia, una de las vecinas de Huehuetán que se acercó al parque donde descansa la caravana, señaló la falta de previsión para atender la situación extrema en que ha llegado la gente, sobre todo los niños, notoriamente deshidratados por estar a la intemperie todo el día, con temperaturas que superan los 30 grados.
A pesar del cansancio, una mitad de la caravana continuó su camino con dirección a Huixtla, el siguiente pueblo, 20 kilómetros más adelante, por la ruta México 200 que corre en paralelo a la costa chiapaneca.
«Esto es una crisis humanitaria que fue creada por el gobierno de Estados Unidos desde que apoyó el golpe a Mel [Manuel] Zelaya en 2009», señaló José.
Mientras la temperatura seguía extrema a las nueve de la noche y la gente se acomodó para dormir sobre cartones o telas en el pasto de la plaza de Huehuetán, recibieron la visita de «Los Judás», un baile tradicional en Semana Santa donde jóvenes se disfrazan y piden dinero para el apóstol que traicionó a Jesús y ahora visitaron a las decenas de personas que han salido de sus casas, sin mirar atrás.