Etiqueta: Cultura

  • Museo del Mamut en nuevo aeropuerto internacional de México

    Museo del Mamut en nuevo aeropuerto internacional de México

    México. El aropuerto internacional Felipe Ángeles (AIFA) de México será inaugurado este lunes por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, como una impresionante estructura y un centro arqueológico de primera categoría.

    Esto se debe a los cementerios de mamut que fueron encontrados en las excavaciones, uno de los más grandes e importantes del mundo hasta ahora hallados, lo cual permitió que, junto con las obras, se construyera un museo único en su clase en el país.

    La nueva instalación es parte del corredor cultural conformado por varios museos, y este en específico se le denomina Museo Paleontológico de Santa Lucía Quinametzin, o como ya se le dice popularmente, Museo del Mamut.

    Está entre las primeras obras terminadas en el AIFA, el 10 de febrero de este año, y alberga los hallazgos paleontológicos durante la construcción de la terminal.

    De acuerdo con el Ayuntamiento de Zumpango, encontraron además restos de otros animales de aquellas lejanas épocas como perezosos, caballos, camellos y tigre dientes de sable.

    El museo está compuesto por seis salas. En la primera el tema es la formación de la cuenca del Valle de México; mientras que la segunda está dedicada a la biología del mamut, origen, evolución, anatomía y características.

    La tercera versa acerca de la biodiversidad que existía hace miles de años, la interacción hombre-mamut, y las demás hacen referencias a las antiguas poblaciones de México y América, las posibles causas de la extinción de los animales que vivían en la zona y por último, los trabajos paleontológicos realizados en este lugar.

    A ello se suma un área de exposición al aire libre, el Jardín temático Santa Lucía, un centro de investigación, una cafetería y un área lúdica.

    Se exhibe un esqueleto de mamut hallado con el 95 por ciento de su estructura completa que data de hace más de 10 mil años, y está ubicado en el vestíbulo del museo, cuya edificación ocupa siete mil 328 metros cuadrados del corredor cultural.

    Dicha osamenta pertenece al periodo pleistoceno, es una hembra que quedó atrapada en el fango de lo que era parte del lago del Valle de México. Su estado fósil permitió la conservación por varios siglos para ahora dar la bienvenida a un viaje por el pasado paleontológico del país, dicen los paleontólogos.

    En poco más de dos años de exploración se encontraron restos de más de 700 mamuts, además de camellos, antílopes, aves y peces que datan de al menos 14 mil años.

    Los hallazgos están clasificados en tres contextos de acuerdo con el área en que se encontraron: el primero se ubica en la parte norte del polígono de construcción.

    El segundo en la media este y se caracteriza por una fauna del proboscídeo en el sedimento. Finalmente, el tercero son unidades en la zona centro sur de huesos aislados en estratos arenosos.

    También hallaron restos de mampostería de una vivienda, pisos de tres casas prehispánicas, 21 osamentas humanas con ofrendas, una escultura de piedra tallada, 18 piezas de cerámica completas y 30 semicompletas, entre otras muchas piezas. (Fuente: Prensa Latina)

  • Restauran tesoros nacionales de Japón

    Restauran tesoros nacionales de Japón

    Tokio. La Agencia de Asuntos Culturales de Japón anunció la completa restauración de los murales de la Tumba de Takamatsuzuka, tesoros nacionales del país asiático, a propósito del 50 aniversario de su descubrimiento.

    Por primera vez en una década, los frescos comparecen ante la prensa con sus colores brillantes y desprovistos, en buena medida, del moho negro que amenazó su existencia.

    Para recuperarlos, hizo falta desmontar la cámara mortuoria y fragmentar la composición pictórica en 16 bloques.

    Las obras dentro de los talleres del pueblo de Asuka, en la prefectura de Nara, tomaron 12 años, gracias a las cuales, escenas como la famosa Asuka Bijin (Bellezas de Asuka) recuperaron su vitalidad.

    Durante ese tiempo, el público tuvo varias oportunidades de acceder al interior de las instalaciones para apreciar las reliquias pétreas a través de cristales.

    Pese al éxito de la restauración, las pinturas necesitan manejarse con cuidado pues su estado es frágil todavía, advirtió Sachio Yonemura, funcionario del organismo a cargo de su custodia. A propósito, está prevista la apertura de una nueva sede para el mantenimiento y muestra de las piezas.

    El mural que decoraba las paredes y el techo de la antigua sepultura, data de finales del siglo VII y principios del VIII, según la investigación realizada en 1972 por el Instituto Arqueológico de Kashihara.

    Pintadas sobre capas alternas de arcilla y arena, las imágenes representan una suerte de procesión donde aparecen hombres y mujeres vestidos al estilo de las cortes coreanas de la época, junto a tres deidades protectoras (tortuga negra Genbu, tigre blanco Byakko y dragón azul Seiryu).

    Poco después del hallazgo de los murales de la Tumba de Takamatsuzuka, y debido a su alto valor patrimonial, el gobierno nipón les otorgó la condición de Tesoro Nacional, aplicable a los bienes culturales tangibles más preciados del país. (Fuente: Prensa Latina)

  • Ucrania, sus escritores y las batallas perdidas

    Ucrania, sus escritores y las batallas perdidas

    Ucrania, sus escritores y las batallas perdidas

    Revisamos las novelas de los más reconocidos autores ucranianos para entender por qué las guerras han dejado profundas cicatrices en su país. Van de la tragedia al humor.

    Nelson Fredy Padilla*

    Los escritores ucranianos Svetlana Alexiévich (Premio Nobel de Literatura 2015), Isaak Bábel y Nicolái Gógol.
    Los escritores ucranianos Svetlana Alexiévich (Premio Nobel de Literatura 2015), Isaak Bábel y Nicolái Gógol.
    Foto: AP y Getty Images

    Primero releo a la Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexiévich, porque en sus libros ha revisado a fondo la historia de la antigua Unión Soviética y de Ucrania, pues su familia materna y ella nacieron donde hoy se libra una nueva guerra. Por su padre, lleva la nacionalidad bielorrusa. Vive exiliada en Alemania desde hace dos años, a raíz de la persecución del régimen de Alexandr Lukashenko, del que ella se convirtió en una de las más importantes opositoras.

    Según publicó el semanario Der Spiegel, desde allí pidió ayuda para el pueblo ucraniano, incluso reclamó al gobierno alemán, junto a la también Nobel de Literatura rumano-alemana Herta Müller, que envíe armas para la defensa de Kiev contra la invasión ordenada por Vladimir Putin. “Es importante para la democracia en Ucrania y también en Bielorrusia”, dijo Alexiévich, autora de libros memorables como La guerra no tiene rostro de mujer, testimonios de las sobrevivientes soviéticas de la Segunda Guerra Mundial. (Recomendamos: El día que Svetlana Alexiévich oyó a las víctimas colombianas).

    ¿Una pacifista pidiendo apoyo militar? Sí. Se ha declarado desesperada por la opresión en que viven bielorrusos y ucranianos por parte del aún gigante régimen ruso. Su autoridad moral surge de su obsesión narrativa por reconstruir las guerras en su nación: “El historiador ruso Nikolái Karamzín escribió sobre nuestros antepasados: ‘En ciertas ocasiones, las eslavas se unían valientemente a sus padres y esposos durante las guerras. Además, una madre, al educar a sus hijos, siempre los preparaba para que fueran guerreros’”.

    En la introducción del citado libro advierte: “Éramos hijos de la gran victoria. Los hijos de los vencedores. ¿Que cuál es mi primer recuerdo de la guerra? Mi angustia infantil en medio de unas palabras incomprensibles y amenazantes. La guerra siempre estuvo presente: en la escuela, en la casa, en las bodas y en los bautizos, en las fiestas y en los funerales. Incluso en las conversaciones de los niños. Un día, mi vecinito me preguntó: ‘¿Qué hace la gente bajo tierra? ¿Cómo viven allí?’. Nosotros también queríamos descifrar el misterio de la guerra”.

    Añade: “Para nosotros, todo se originaba en aquel mundo terrible y enigmático. En nuestra familia, el abuelo de Ucrania, el padre de mi madre, murió en el frente y fue enterrado en suelo húngaro; la abuela de Bielorrusia, la madre de mi padre, murió de tifus en un destacamento de partisanos; de sus hijos, dos marcharon con el ejército y desaparecieron en los primeros meses de guerra, el tercero fue el único que regresó a casa. Era mi padre. Los alemanes quemaron vivos a once de sus familiares lejanos junto a sus hijos: a unos en su casa, a otros en la iglesia de la aldea. Y así fue en cada familia. Sin excepciones. Durante mucho tiempo jugar a ‘alemanes y rusos’ fue uno de los juegos favoritos de los niños de las aldeas. Gritaban en alemán: ‘Hände hoch!’, ‘Zurück!’, ‘Hitler kaput!’. No conocíamos el mundo sin guerra, el mundo de la guerra era el único cercano, y la gente de la guerra era la única gente que conocíamos. Hasta ahora no conozco otro mundo, ni a otra gente”.

    En aquella novela testimonial dio más razones de ese sino soviético: “En la biblioteca escolar, la mitad de los libros era sobre la guerra. Lo mismo en la biblioteca del pueblo, y en la regional, adonde mi padre solía ir a buscar los libros. Ahora ya sé la respuesta a la pregunta ‘¿por qué?’. No era por casualidad. Siempre habíamos estado o combatiendo o preparándonos para la guerra. O recordábamos cómo habíamos combatido. Nunca hemos vivido de otra manera, debe ser que no sabemos hacerlo. No nos imaginamos cómo es vivir de otro modo, y nos llevará mucho tiempo aprenderlo. En la escuela nos enseñaban a amar la muerte. Escribíamos redacciones sobre cuánto nos gustaría entregar la vida por… Era nuestro sueño”.

    “Dispuestos a dar la vida por su verdadero país”, se han manifestado los ucranianos en desbandada a los medios internacionales luego de los ataques con artillería y hasta misiles balísticos ordenados desde Moscú. Saben lo que eso significa, porque son hijos, nietos o bisnietos de combatientes o resistentes, hombres y mujeres. Hoy, más que nunca, no olvidan que, entre 1931 y 1934, el régimen de Stalin mató de hambre a unos cuatro millones de ucranianos. Recomiendo leer Hambruna roja, libro de la historiadora Anne Applebaum que reconstruye ese genocidio.

    De ahí viene el patriotismo y nacionalismo militante heredado de líderes como Stepán Bandera (1909-1959), cabeza del primer gran movimiento por la independencia de Ucrania y de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN). Tampoco olvidan los sufrimientos durante las guerras mundiales. Valentina Pávlovna Maksimchuk, operadora de una batería antiaérea, durante la Segunda Guerra Mundial, le dijo a Svetlana: “Recuerdo cómo arrastrábamos los proyectiles, los cañones, sobre todo en Ucrania: la tierra es muy pesada en primavera, después de la lluvia, se volvía como la masa del pan. Cavar una fosa común y enterrar a los compañeros después de tres días sin dormir… Incluso eso era difícil. Dejamos de llorar porque para llorar hacen falta fuerzas. Lo único que queríamos era dormir. Dormir y dormir. Cuando estaba de guardia, yo caminaba sin parar y recitaba versos. Otras chicas cantaban para no caerse dormidas”. Literatura, música y pintura siempre han sido las válvulas de escape de los ucranianos. Las artes ha florecido como contrapeso de la barbarie. Basta citar a músicos como los pianistas Gilels, Horowitz y Richter.

    El escritor húngaro Imre Kertész, otro Nobel de Literatura, se declara impresionado en Sin destino —su testimonio de los campos de concentración nazis— por la valentía de los ucranianos, capaces de cantar en medio de esa tragedia: “Por los campos de Ucrania vamos desactivando minas, no tenemos miedo, somos valientes… Si cae un compañero a casa el recado mandaremos. No importa lo que nos espere, hermosa patria nuestra, de ti nunca nos olvidaremos”.

    Lo ratifica Isaak Bábel (1894-1940), tal vez el escritor que mejor ha recreado la historia de una raza de guerreros que han sobrevivido una y otra vez “entre tonadas y lágrimas”, como describe en Caballería roja. Fue soldado y cronista desde el frente de batalla de las guerras civiles de comienzos del siglo XX. “Una huella sangrienta marcaba nuestro camino y sobre nuestras huellas se mecían las canciones”, cuenta mientras el final de la guerra está lejano.

    En 1920 hacía parte del Ejército Rojo bajo las órdenes del general Budionny, cuando las tropas soviéticas expulsaron a los polacos de Ucrania y los persiguieron hasta los suburbios de Varsovia. Ahora resulta paradójico que haya participado de la ampliación del territorio ruso a sangre y fuego. Bábel es el autor de los famosos Relatos de Odesa (1931), el puerto en el que nació y ahora está bajo la avanzada rusa para dominar desde ahí el Mar Negro y, tal vez, cortarles la salida al mar a los ucranianos.

    Pensar que antes se autoproclamaban uno solo, “el hombre rojo soviético”. Otro de los ataques de esta semana fue dirigido a dominar la región ucraniana de Chernóbil. Svetlana Alexiévich escribió la novela testimonial Voces de Chernóbil, para que el mundo entendiera la dimensión de la tragedia ocurrida en 1986 en una planta nuclear construida precisamente por la obsesión de la guerra. En la desolación que quedó, Lena M. le hace un comentario a la autora que recobra fuerza: “Antes teníamos una patria, ahora ya no la tenemos. ¿Quién soy yo? Mi madre era ucraniana; mi padre, ruso. Nací y me crié en Kirguistán, me he casado con un tártaro. Entonces, mis hijos, ¿qué son? ¿Qué nacionalidad tienen? Nos hemos mezclado todos, llevamos muchas sangres mezcladas. En el pasaporte tengo a los hijos inscritos como rusos; pero nosotros no somos rusos. ¡Somos soviéticos! Aunque el país en el que yo nací ya no existe. No existe ni el lugar que nosotros llamábamos nuestra patria. Ahora somos como los murciélagos”.

    Svetlana está segura de que el tiempo de la Unión Soviética ya pasó, más allá de lo que planee Putin, que justificó su ofensiva en los ataques ucranianos de los últimos ocho años contra los rusos que no quieren vivir en Ucrania, los independentistas de las regiones de Donetsk y Lugansk. “De veras existió ese hombre soviético. Creo que ya no habrá ninguno más de su especie, y ellos lo saben. Incluso nosotros, sus hijos, somos distintos. Queremos ser como todos los demás. Parecernos al mundo, no a nuestros padres. Y ya no hablemos de los nietos”, escribió Svetlana.

    Mientras la guerra termina, también es tiempo de releer Almas muertas, emblemática novela de Nikolái Gógol (1809-1852), nacido en Sorochinez, Ucrania. Escribía cómo para este drama que reencarna en desplazados y refugiados ucranianos del siglo XXI: “Vendrán tiempos de hambre y de miseria, para el pueblo en su conjunto y para cada uno por separado… Eso está claro… Se diga lo que se diga, el cuerpo depende del alma. ¿Cómo esperar que todo vaya como debería ir? Piense no en las almas muertas, sino en su alma viva y, con la ayuda de Dios, emprenda otro camino”. A pesar de todo, sus personajes superan “el desierto de la guerra” y a un anciano le quedan fuerzas para gritar, “con increíble entusiasmo”: “¡Abajo la guerra! ¡Abajo la guerra!”.

    Y no se olviden de repasar los libros de Mijaíl Bulgakov (1891-1940), nacido en Kiev, la capital de Ucrania, otro gran escritor que fue soldado hace un siglo —vean Guardia blanca— y que dejó obras como Corazón de perro, donde ironiza sobre lo que regímenes como el de Stalin pretendían que fuera “el nuevo hombre soviético”.

    Todos estos autores coinciden en perfilar a los ucranianos como seres únicos, por hacer chistes y reírse en medio de las peores catástrofes, tal vez por el carácter cosaco heredado de sus abuelos. Svetlana cuenta de una sobreviviente de Chernóbil: “Una ucraniana vende en el mercado unas manzanas rojas, grandes. Y grita: ‘¡Compren mis manzanas! ¡Manzanitas de Chernóbil!’. Y alguien le recomienda: ‘Mujer, no digas que son de Chernóbil. Que nadie te las comprará’. ‘¡Pero qué dices! ¡Las compran y cómo! ¡Unos, para la suegra; otros, para su jefe!’”.

    Los ucranianos, en el segundo país más grande de Europa después de Rusia, con casi los mismos millones de habitantes que Colombia, rehicieron su vida luego de la Segunda Guerra Mundial desde las ruinas, comiendo sandías y granos, hasta lograr su independencia como Estado en 1991. Svetlana Alexiévich guarda la esperanza de que sus hermanos maternos sobrevivan como país, porque “el ser humano es más grande que la guerra”. Esto a pesar de que les dedicó el discurso con que recibió el Nobel de Literatura y lo tituló “En la batalla perdida”.

    * Nelson Fredy Padilla es editor dominical de El Espectador y profesor de la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.

  • La izquierda domina la cultura, pero el mundo sigue siendo de los bancos

    La izquierda domina la cultura, pero el mundo sigue siendo de los bancos

    Por Vijay Prashad*.

    “Hay una gran pobreza intelectual por parte de la derecha”, dice Héctor Béjar en nuestro último dossier, Un mapa del presente en América Latina: entrevista con Héctor Béjar. “Hay una carencia de intelectuales de derecha en todas partes”.

    Béjar habla con mucha autoridad sobre estos temas porque, durante los últimos sesenta años, ha estado íntimamente involucrado en los debates intelectuales y políticos que han tenido lugar en su Perú natal y en toda América Latina. “En el mundo cultural, la izquierda lo tiene todo, la derecha no tiene nada”, señala. Cuando se trata de los grandes debates culturales de nuestro tiempo, que se manifiestan en la esfera política en torno a los cambios sociales (los derechos de las mujeres y de las minorías, la responsabilidad con la naturaleza y con la supervivencia humana, etc.), el puntero de la historia se inclina casi totalmente hacia la izquierda. Es difícil encontrar un intelectual de derecha que pueda justificar la destrucción de la naturaleza o la violencia histórica contra los pueblos indígenas en América.

    La apreciación de Béjar me recordó una conversación que mantuve el año pasado con Giorgio Jackson en Santiago (Chile). Jackson —que será ministro secretario general de la Presidencia de Gabriel Boric— me dijo que la agenda de la izquierda más amplia se impone con facilidad en muchas cuestiones sociales clave. A pesar de las profundas raíces del conservadurismo en gran parte de la sociedad latinoamericana, a estas alturas está bastante claro que hay una mayoría de personas —sobre todo jóvenes— que no toleran las rigideces del racismo y el sexismo. Si bien esto es cierto, también es cierto que la estructura objetiva de las relaciones económicas, como la naturaleza de la migración y el trabajo doméstico, reproduce todas las viejas jerarquías en formas que la gente podría no querer reconocer, y que mantienen la severidad del racismo y el sexismo. Béjar y Jackson estarían de acuerdo en que ni en Perú, ni en Chile, ni en muchas partes de América Latina, un/a intelectual podría hacer una defensa creíble de las ideas sociales reaccionarias.

    Héctor Béjar no solo es un destacado intelectual de izquierda en América Latina, sino que, durante algunas semanas en 2021, fue el ministro de Relaciones Exteriores del presidente Pedro Castillo en Perú. La brevedad de su mandato se entiende por el escaso espacio de maniobra que tiene el gobierno de Castillo, ya que se ejerció una presión inmediata e inmensa para sacar de su gobierno al intelectual de izquierda más respetado del Perú. La base de esa presión es doble: en primer lugar, que la clase dominante peruana se mantiene en el poder a pesar de la victoria electoral de Castillo, un líder sindical y docente que se presentó con una plataforma mucho más a la izquierda de lo que ha podido poner en práctica, y, en segundo lugar, que Perú es, como dijo Béjar, «un país dominado desde el exterior». La palabra «extranjero» se entiende claramente en América Latina: significa Estados Unidos.

    Aunque las y los intelectuales de la derecha tienen una visión desgastada —el más famoso de ellos es el novelista y profesor Mario Vargas Llosa—, son estxs escritores y pensadores quienes reflejan los puntos de vista de la oligarquía peruana y de los «backroom boys» de Washington, como los llama Noam Chomsky. Ser el espejo del poder permite que las ideas estériles de los intelectuales de derecha parezcan razonables y que estas ideas sigan dando forma a nuestras instituciones y estructuras socioeconómicas. Para quienes no lo sepan, Vargas Llosa apoyó públicamente la fallida candidatura presidencial de José Antonio Kast en Chile. El padre de Kast fue un teniente nazi y su hermano fue uno de los Chicago Boys que desarrollaron las políticas económicas neoliberales implementadas durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, a quien Kast sigue alabando.

    Si el debate sobre los grandes procesos sociales de nuestro tiempo favorece a la izquierda, no ocurre lo mismo cuando se trata de discusiones sobre el sistema económico. Como dice Béjar, «el mundo sigue siendo de los bancos». Son los intelectuales de los bancos —como los profesores que repiten las consignas de «liberalización del mercado» y «elección personal» como tapadera para justificar el poder, los privilegios y la propiedad de una ínfima minoría— los que controlan la propiedad intelectual y las finanzas. Los intelectuales de la banca no se preocupan por los profundos costos que paga el pueblo por sus ideas en quiebra. Cuestiones relevantes —como el abuso tributario mundial (que cuesta a los gobiernos casi 500.000 millones de dólares al año), los paraísos fiscales ilícitos que albergan billones de dólares improductivos y la gran desigualdad social que ha generado un sufrimiento masivo— rara vez figuran entre las preocupaciones de los intelectuales de la banca. Aunque la derecha sea «intelectualmente pobre», sus ideas siguen enmarcando la política socioeconómica en todo el mundo.

    Resulta fascinante acercarse a las ideas de alguien tan erudito como Héctor Béjar. La profunda entrevista que aparece en nuestro dossier sugiere muchas líneas de investigación, algunas de las cuales requieren nuestra atención urgente para un análisis más profundo y otras que son simplemente puntos para anotar mientras construimos una evaluación adecuada de por qué las ideas de la derecha siguen siendo dominantes. Por supuesto, la razón más importante es que las fuerzas políticas de la derecha siguen teniendo el poder en la mayor parte del mundo. Estas fuerzas apoyan las ideas de la derecha con su generosidad a través de fundaciones, construyendo think tanks (centros de pensamiento) y financiando universidades para ahogar el análisis realista de los tópicos del poder. Béjar señala que el pensamiento intelectual en las instituciones académicas sufre de una cultura que desalienta el riesgo y —debido al retroceso de la financiación pública democrática— se vuelve adicto a los fondos de la élite poderosa.

    Más allá de estas limitaciones institucionales, las ideas de la derecha prevalecen porque no se ha hecho suficiente recuento de lo repulsivo de la historia en dos ejes. En primer lugar, América Latina, al igual que otras partes del mundo antiguamente colonizado, sigue siendo presa de una «mentalidad colonial». Esta mentalidad sigue alimentándose intelectualmente de las ideas dominantes en Occidente y no de las ideas emancipadoras que existen tanto en el pensamiento occidental como en las largas historias de países como Perú (como la obra de José Carlos Mariátegui). Un ejemplo de cómo se manifiesta esta limitación, dice Béjar, es la forma en que entendemos la idea de «inversionista «. Resulta que en muchos países, como Perú, los principales inversores no son los bancos multinacionales, sino los y las emigrantes de clase trabajadora que envían remesas a su país. Sin embargo, cuando se habla de un «inversionista», la imagen que surge es la de un banquero occidental y no la de un trabajador o trabajadora peruana en Japón o Estados Unidos. En segundo lugar, países como Perú han dado impunidad a quienes participaron y se beneficiaron de la época de las dictaduras, durante la cual las élites se apropiaron de aún más riqueza de la sociedad que antes. Ninguno de los regímenes políticos de Perú desarrolló una agenda para desmontar el poder de las élites de la dictadura tras su finalización formal. En consecuencia, esas élites económicas extraordinariamente poderosas, con sus estrechos vínculos con Estados Unidos, siguen estando a cargo de las palancas políticas del Estado. El Estado peruano, dice Béjar, «es un Estado colonizado por las empresas», y «cualquiera que pretenda gestionar el Estado se encontrará con un Estado corrupto». Son palabras fuertes y contundentes.

    La claridad de Béjar, y la de otros miles de intelectuales como él, son la prueba de que la batalla de ideas está viva. Lxs intelectuales de la derecha —caracterizados por su «gran mediocridad», como dice Béjar— no tienen vía libre para definir el mundo. Se necesitan debates serios para reivindicar un lado mejor de la historia. Eso es lo que hacemos en Instituto Tricontinental de Investigación Social.

    Cuando escuchaba a Béjar hablar, me vino a la mente la última parábola de Espejos: Una historia casi universal (2008) de Eduardo Galeano, titulada «Objetos perdidos», me vino a la mente. Aquí está, un recordatorio de lo que se esconde:

    El siglo veinte, que nació anunciando paz y justicia, murió bañado en sangre y dejó un mundo mucho más injusto que el que había encontrado.
    El siglo veintiuno, que también nació anunciando paz y justicia, está siguiendo los pasos del siglo anterior.
    Allá en mi infancia, yo estaba convencido de que a la luna iba a parar todo lo que en la tierra se perdía. Sin embargo, los astronautas no han encontrado sueños peligrosos, ni promesas traicionadas, ni esperanzas rotas.

    Si no están en la luna, ¿dónde están?
    ¿Será que en la tierra no se perdieron?
    ¿Será que en la tierra se escondieron?

    *Instituto Tricontinental de Investigación Social

  • “El ángel de la valija”, se presentará en el Teatro Nacional

    La compañía argentina Toia & Callaci presentará en El Salvador el unipersonal “El ángel de la valija”, una obra escrita y dirigida por Sergio Mercurio (mejor conocido como el Titiritero de Banfield). (más…)

  • Participa en la ponencia sobre La Campana de San Andrés

    La Dirección General de Patrimonio Cultural y Natural a través de la Dirección de  Arqueología, le invita a conocer las “Recientes investigaciones en la Estructura 5, del sitio arqueológico San Andrés. Un acercamiento a su temporalidad, desarrollo constructivo-arquitectónico y dinámica cultural”, ponencia que brindará el arqueólogo Juan Manuel Guerra, el lunes 26 de agosto, a las 2 de la tarde, en el Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán.

    Los resultados son producto de cinco temporadas de investigación (2015-2019) dirigidas por el Dr. Akira Ichikawa, en el marco del proyecto arqueológico San Andrés y Cara Sucia, en el cual ha participado el arqueólogo Guerra.

     Trabajos de excavación de 2018

    La Dirección de Arqueología manifestó que ha recopilado mucha información que ha ayudado a tener una mejor compresión de la temporalidad, construcción y arquitectura en la Estructura 5, conocida también como “La Campana”. Entre esos datos está la evidencia temprana de ocupación humana, que se remonta para el periodo Preclásico (400–50 a. C.), además de la evidencia de cuatro etapas constructivas (estructuras de tierra, piedra-ceniza, adobe-argamasa y toba) que fueron configurando su tamaño y aspecto. Dicho proceso se realizó entre el año 400 y el 1200 d. C.

    En la ponencia se hablará también de los cuatro eventos volcánicos que han definido los horizontes culturales de San Andrés: Ilopango (535 d. C.), Loma Caldera (650 d. C.), Toba San Andrés (1000 d. C.) y Playón (1658).

    Asimismo, se informará del descubrimiento, en 2018, de una ofrenda dedicada a La Campana para el periodo Clásico tardío (650–900 d. C.) como parte de las actividades rituales realizadas por los antiguos habitantes de San Andrés.