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¿OTRA VEZ CON PIES DE BARRO?

POR: MIGUEL BLANDINO.


En El Salvador un julón es algo vacío, un edificio desocupado, una persona sin proyectos ni esperanzas, un cascarón vacío, pues.
Como no soy militante del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ni vivo en México y solo conozco lo que leo en algunos documentos públicos, lo que escucho en los discursos y las declaraciones de algunos de los dirigentes partidarios, así como lo que dicen las noticias emitidas desde toda la variedad de medios, me atengo a la realidad de mi lejanía –que reconozco como un obstáculo-, pero me atengo también a la larga experiencia de lo que ya he visto por todas partes en mi ya longeva vida. De todo ello extraigo mis conclusiones, reverdezco mis esperanzas, acreciento mis alegrías y, por supuesto, también me aflijo al ver asomar a todas luces las estrategias y las maniobras de los enemigos de la humanidad en contra de mi amado México.
Deseo con toda mi alma que la Cuarta Transformación alcance en todo lo profundo del ser a los millones de personas que habitan en el hermoso territorio nacional y sepan aquilatar en lo que valen los conceptos de democracia popular, vida republicana, autodeterminación, libertad y soberanía nacional.
Deseo que se produzca en cada uno de los mexicanos un cambio radical, una verdadera introyección, que les permita desechar, repeler, sacar de su espíritu, cualquier resquicio de corrupción inoculado por la ideología dominante del pasado de vicio y perversión.
Recuerdo que en tiempos de Salinas la oposición de izquierda le decía a los pobres que aceptaran todos los proyectos de inversión que les llevaran a través del Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL), pero que en las urnas no votaran por el PRI ni por el PAN. También en El Salvador, en las elecciones de 2004, a los votantes se les decía “sóbele el lomo a la bestia”, o sea, agarre lo que le regalen, y vote por el FMLN.
En verdad, para los pobres todo regalo es bienvenido. Venga de donde venga. Es más, “si es regalado, hasta un garrotazo es bueno”, dicen los pobres. Es que saben que nada de lo que les dan sale del bolsillo de los partidos ni de los funcionarios. Y que esos regalos son menos que migajas si se compara con lo que se roban o aprovechan en sus negocios turbios desde los puestos del poder. “Con lo que se gastó Will Salgado para la celebración de los quince años de su niña: un Ferrari nuevecito, orquestas de todo el mundo en cada esquina de la ciudad, fiestas de lujo, cada familia de San Miguel podía haber vivido satisfecha todo un año sin gastar un centavo”, dice la gente.
No es necesario que a uno de pobre le rueguen para que agarre cuando le dicen “tome, es gratis”. Uno sabe que nada es gratis. Que eso que le “regalan” es apenas un poquito del botín que le están robando al país entero.
Pero cuando se trata de un movimiento, de un partido, de un gobierno, de unos líderes que están llevando a cabo una verdadera transformación, se necesita no solo ser sino también parecer, explicar, comprobar para demostrar y con ello educar al pueblo pobre.
Por eso, cuando pongo sobre la mesa lo que veo en el Partido MORENA y en el proceso de la Cuarta Transformación, algunas cosas me afligen, sobre todo cuando miro la zopilotera oportunista que da vuelta y vuelta, desde dentro y desde fuera de las fronteras, a la espera de la mínima distracción, de la acumulación de errores o simple y llanamente del menor pretexto para lanzarse al ataque, a fin de recuperar los fueros y los privilegios voraces de las clases dominantes locales y de las empresas extranjeras.
No tengo ninguna duda de que la Cuarta Transformación, continuada y profundizada sin interrupción en un segundo gobierno sexenal del Partido MORENA, que alcanzó una victoria sin igual en las urnas y que, después de un año de la nueva administración, cuenta con una amplia aprobación entre la ciudadanía, demuestra que tiene clara su estrategia y que el Plan México pisa firme y se encamina hacia más y mejores resultados.
En términos de afiliación, MORENA ha realizado campañas de reclutamiento en todas y cada una de las entidades federativas y recientemente anunció que había alcanzado una cifra superior a los diez millones de afiliados. Ese resultado es el mayor número de miembros de un partido en toda la historia mexicana. Y eso es bueno. Pero…
Como dice Andrés Manuel López Obrador (AMLO), “el pueblo no es tonto, el pueblo es mucha pieza”. Y el pueblo mira como unos poderosos miembros del crimen organizado y de la mafia gobernante del periodo neoliberal, cuyas caras, nombres, pelos y señales son de todos conocidos. Y esos criminales, en vez de estar en prisión y condenados bajo las más rigurosas leyes, fueron aceptados y son altos dirigentes en MORENA.
Es indiscutible e innegable el multitudinario y multifacético número de resultados que en siete años ha conseguido México bajo la conducción de AMLO y la continuación certera, mesurada, serena y valiente de la Presidenta, Doctora Claudia Sheimbaun.
Y es incuestionable el apoyo popular que ella tiene, como persona recta, profesional altamente calificada, científica laureada, política y funcionaria pulcra, y es innegable que goza de un respeto bien ganado entre tres cuartas partes de la población.
Sin embargo, no está demás “medirle el agua a los camotes”.
El ambiente a nivel planetario, hemisférico y nacional es de una gran efervescencia. Y México es demasiado rico como para que pase desapercibido como un El Salvador o una isla de la Micronesia. Si uno de estos dos ejemplos desaparece del mapa, nadie va a enterarse, pero por México todos saltarían al mar. Es mucho muy importante.
Los gringos saben que una gran proporción de sus posibilidades de sobrevivencia están contenidas en la posibilidad de seguir parasitando a México. Y se convulsiona en su esquizofrenia porque un México robusto es un socio que le inyecta vitalidad, que necesita hoy más que nunca, pero esa robustez mexicana solo se consigue si sus decisiones son soberanas. La historia de país dependiente y sometido ha resultado en un pueblo famélico y una economía raquítica basada en el endeudamiento. El despegue del desarrollo solo ha comenzado cuando eligió la autodeterminación.
El pueblo debe saber que el mejoramiento de sus condiciones de vida no va a resultar de convertirse en “beneficiario” de un gobierno que le regale algo de vez en cuando, sino de que se atreva a agarrar la participación política en sus manos. Y eso no equivale solamente a afiliarse y tener el carnet del partido. Es necesario entender para qué diablos se ha creado el partido y cuáles son sus principios y objetivos.
No es cualquier cosa la construcción de un lema partidario o la enunciación de una consigna. En esa frase se resume toda la propuesta que un grupo político -haya o no adoptado la forma de un partido- le ofrece a la sociedad. En el lema se declara en pocas palabras la naturaleza y la finalidad de la organización. En la consigna se establece en breves términos la tarea táctica o estratégica que se plantea llevar a cabo durante el periodo concreto. Son cosas que revelan lo fundamental, la esencia, del grupo organizado politicamente.
El lema partidario y las consignas políticas no pueden ser interpretados como algo caprichoso que se dice solo porque suena bonito y se repite porque es una buena rima. No es un gruñido ni una bravuconada o un mostrar de dientes.
“Por el bien de todos, primero los pobres” equivale a “proletarios del mundo, uníos”. Es una profunda declaración.
En la publicidad comercial se vale desde la seducción y la mentira hasta la estupidez y la ridiculez, porque se hace con el único propósito de atraer al público para que compre o gaste su dinero en productos o en servicios de interés personal individual.
Los jingles o los rótulos y anuncios publicitarios suelen elaborarse desde un escritorio y sin la participación activa y el consentimiento plenamente consciente del consumidor. A nadie se le convencería para comprar un jabón, un vestido un par de zapatos, un carro, un teléfono celular, más caro que otro, si se le dice la verdad del hecho que la única diferencia entre uno y otro está en el envoltorio y en el nombre.
En los jingles basta con que la tonadilla sea pegajosa en los rótulos, que la muchacha sea atractiva, y en los anuncios que el ambiente sea agradable y familiar. La finalidad es solo una: inducir a que compren lo que se ofrece. No importa nada más que eso.
Pero en el caso de ese tipo de oferta las consecuencias impactan –para bien y para mal- únicamente en el consumidor particular y cuando mucho en sus allegados o bien en los que incidentalmente estén cerca, es decir, un reducido grupo de personas.
En la política, desde hace medio siglo, sucede algo parecido. Se atrae a los votantes en función de la popularidad de los candidatos -como pastores evangélicos, artistas, deportistas, astronautas, etc.-, en su capacidad para financiar la campaña –como los narcos y los hijos de ricos- o en su apariencia física, no precisamente en su capacidad u honorabilidad. No se candidatean los más sabios ni los más prudentes. Y la gente va y vota a esos esperpentos y a toda esa bazofia.
Otro elemento que influye es la amenaza y el chantaje. El de las mafias del interior y el de los terroristas del exterior, como acaba de verse en las elecciones hondureñas.
Cuando el pueblo no es ciudadanía, cuando no entiende lo que significa ser comunidad y nación, es masa amorfa y tiene los pies de barro. Así, cualquiera lo mueve.
La educación y la cultura cívica, es decir, el reconocimiento de los intereses personales y su relación con los intereses colectivos; el conocimiento de la importancia del respeto y del acatamiento universal dentro de las fronteras de las leyes constitucionales y de las secundarias, de las instituciones soberanas, de la democracia y las libertades en total igualdad para cada persona, son el cemento irrompible e incorruptible.
Mientras el pueblo sea solo masa, la república tendrá los pies de barro, como antes.