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El Salvador: EL CONTROL SOCIAL TOTAL. La estocada final a las ADESCOS y la muerte del municipalismo.

Por: Armando Fernández /Comunicador Comunitario.

La autonomía comunitaria está bajo asedio. Lo que se vendió como «reordenamiento territorial» ha revelado su verdadero rostro: una nueva estrategia de control social total. La más reciente propuesta legislativa no es un simple trámite burocrático; es un movimiento táctico para despojar a las municipalidades de su última potestad relevante y entregar las Asociaciones de Desarrollo Comunal (ADESCOS) a la vigilancia directa del Estado central a través del Centro Nacional de Registros (CNR).

Crónica de una jugada política disfrazada de orden administrativo

Hay decisiones que caen como una lluvia fina: silenciosas, persistentes y, al final, empapan todo. La nueva ley que pretende arrebatar a las municipalidades la potestad de registrar y acompañar a las ADESCOS esas asociaciones que sostienen buena parte de la vida comunitaria en El Salvado

Ya no se trata solo de política; se trata de dominar el tejido social vivo de El Salvador.

El objetivo: La Capilaridad del poder

Las ADESCOS están en todas partes. En lo alto de las montañas, organizando comités de agua. En los barrios, organizando evacuaciones cuando hay inundaciones., en las colonias, gestionando la limpieza que el Estado prometió y olvidó. Son organizaciones tan diversas como la misma vida comunitaria:

Las ADESCOS no son meras oficinas de barrio. Son la sangre que corre por las venas de las comunidades rurales y urbanas. Representan a millones de salvadoreños organizados en:

  • Comités de agua y saneamiento.
  • Grupos culturales y religiosos.
  • Asociaciones de vecinos y ayuda mutua.
  • Colectivos deportivos y artísticos.

Al pretender que toda asociación deba registrarse y ser supervisada por el CNR, el oficialismo busca infiltrarse en la célula más básica de la organización ciudadana. Si controlas la ADESCO, controlas el territorio.

Pánico electoral: El miedo a perder la «aplanadora»

¿Por qué ahora? La respuesta está en el desplome de la credibilidad. Los alcaldes de Nuevas Ideas (NI) y sus aliados enfrentan una crisis de popularidad. La promesa de cambio se ha estancado en la falta de obras,así como su pésima gestión y esto amenaza directamente la elección de diputados en 2027.Y ahí está el punto neurálgico: representan a millones de salvadoreños. Millones que votan. que influyen., que incomodan cuando no obedecen.

La «aplanadora legislativa», que hasta hoy obedece ciegamente el guion presidencial, sabe que su mayoría absoluta peligra. Ante el desencanto, la respuesta no es mejorar la gestión, sino someter al votante organizado. Al anular la autonomía de las ADESCOS, buscan neutralizar cualquier disidencia local antes de que llegue a las urnas.Una pirámide perfecta, sin piedras fuera de lugar.

La Voracidad Fiscal: Controlar hasta la última donación

La maniobra tiene un trasfondo financiero oscuro. Al quitar a los distritos y municipalidades del camino, el Gobierno Central obtiene línea directa para auditar a la más mínima organización local.

La alerta es clara: Buscan hacer a las comunidades sujetos de impuestos y cánones sobre ingresos que son de pura subsistencia o solidaridad.

Esto incluye la intención de meter mano en los aportes de la Diáspora. Los hermanos lejanos, que financian reparaciones de calles y obras sociales ante la ausencia del Estado, ahora verán sus donaciones fiscalizadas y potencialmente «gravadas» por la burocracia central. No hacen obras, ni permiten que la gente las realice sin pagar peaje.

Crónica de una muerte Anunciada: El fin del Municipalismo

La reducción de 262 alcaldías a 44 distritos fue solo el aperitivo. Esta nueva ley confirma la sospecha de muchos analistas: vamos hacia la anulación total de las 44 municipalidades.

El plan parece ser sustituir a los alcaldes electos por una figura de «Delegado Presidencial» o Gobernador Departamental, concentrando el poder en una sola mano por departamento.

  • Se elimina al actor comunitario como gestor autónomo.
  • Se cierran los espacios de participación ciudadana.
  • Se asfixia a las ONGs que apoyan el desarrollo local.

Hacia el silencio organizado

La autonomía comunitaria siempre ha sido un territorio peligroso para los gobiernos con vocación absolutista. Una ADESCO que gestiona un proyecto sin la bendición central es como un vecino que arregla su casa sin pedir permiso: inspira a los demás.

Control social: el arte de gobernar desde la sombra pues estamos presenciando la anulación legal del pueblo organizado. La ecuación es simple y aterradora: centralización absoluta más asfixia financiera es igual a sumisión.

El modelo autoritario no tolera competencias. Al destruir el vínculo entre la ADESCO y el municipio, se rompe la cercanía y se impone una vigilancia vertical. Ya no somos ciudadanos gestionando nuestras comunidades; nos quieren convertir en súbditos pidiendo permiso al CNR para mejorar nuestro propio barrio.

Para ahí vamos: hacia un país donde organizarse sea un riesgo y la autonomía, un delito.

La muerte lenta del municipalismo

Lo que está en juego no es un trámite. Es el fin del municipalismo como estructura de participación ciudadana. Es el desmantelamiento del último espacio donde la comunidad podía decidir sobre su propio destino sin un supervisor presidencial respirándole en la nuca.

Las ADESCOS, junto con muchas ONG que también han visto su margen de acción reducido, han sido por décadas el músculo social del país. Ahora, se pretende que sean apenas una célula más en el enorme cuerpo de control territorial que se ha estado construyendo.

Un país donde la participación comunitaria se reduce a aplaudir decisiones ya tomadas, ¿sigue siendo un país democrático? O, tal vez, ¿es otra cosa? Algo más silencioso, más dócil, más uniforme. Algo que se parece inquietantemente a un teatro sin actores… solo espectadores que no pueden salir.

¿Y ahora qué?

La respuesta, como siempre, está en la gente. En esas comunidades que han sobrevivido a la guerra , terremotos, crisis económicas, gobiernos de todos los colores, Así como la plaga y asedio de las pandillas durante décadas .Pero esta vez la amenaza es distinta: no es el colapso del Estado, sino su expansión desmedida; no es la ausencia del poder, sino su presencia total.

El futuro de la organización comunitaria salvadoreña está en una encrucijada. Y, como suele pasar en la historia, las pequeñas decisiones administrativas tienen consecuencias gigantescas.

A veces, el fin del municipalismo no se anuncia con discursos rimbombantes; basta con un cambio de oficina.