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 “El Clan y la Pasión»: Cuando el Fútbol se Convierte control y negocio.

La nueva frontera del control: el fútbol salvadoreño en manos del clan gobernante.

Por: Miguel A. Saavedra.

En El Salvador hay pocas experiencias colectivas tan profundas como el fútbol. No solo es un deporte o una industria: es identidad, refugio emocional, escape, ritual social y un lenguaje común entre generaciones.
Por eso resulta alarmante que el actual clan gobernante —que ya controla política, economía, seguridad, publicidad estatal, medios públicos y la narrativa de país— ahora extienda su influencia al deporte rey.

No es casualidad. El fútbol genera pasiones masivas, vínculos con la juventud, legitimidad simbólica y dinero en movimiento: patrocinios, transmisiones, infraestructura, comisiones, torneos internacionales, relaciones con FIFA y CONCACAF.
Controlar el fútbol no es un acto deportivo: es una jugada de poder

“El Clan y la Pasión: Cuando el Fútbol se Convierte en Obediencia”

Del estadio a la propaganda: cómo controlan lo que sentimos, no solo lo que pensamos.

Introducción: el deporte que une… y el poder que separa

El fútbol en El Salvador no es solo un espectáculo. Es una herencia familiar, un ritual de barrio, un idioma emocional compartido por generaciones; justo por eso se ha convertido en una pieza irresistible para quienes ambicionan dominarlo todo.

Cuando un clan político extiende sus tentáculos sobre el deporte rey, no lo hace por amor al balón o al césped. Lo hace porque entiende que la pasión puede ser más útil que la razón.
Y cuando un pueblo golpeado se aferra a la esperanza futbolística, se vuelve vulnerable a quien se la prometa, aunque esa promesa esté contaminada de intereses.

La captura del fútbol salvadoreño: no es una coincidencia, es un movimiento

El hermano del presidente inconstitucional se proyecta como presidente de la Federación Salvadoreña de Fútbol.FESFUT
Una institución que históricamente debió ser técnica, meritocrática y autónoma, ahora se vuelve botín político.

Bajo el argumento de “rescatar el deporte” después de 40 años sin mundial, el clan gobernante coloca al frente a un operador de confianza.
No es un plan deportivo: es un plan de control.
El fútbol, como la seguridad y la economía digital, se incorpora al ecosistema de dominación simbólica.

Ahora con la llegada a la presidencia de la Federación Salvadoreña de Fútbol (FESFUT) es el punto central.
No es un tecnócrata deportivo ni un referente histórico del balompié nacional.
Es un operador político y económico del clan.

El fútbol salvadoreño se convierte así en otro tentáculo del proyecto de captura estatal: un negocio con audiencia cautiva y emocionalmente predispuesta.

Cuando el poder entiende que no puede controlar la conciencia crítica,
compra o captura la diversión.

El teatro emocional: promesas, esperanza y obediencia

La fórmula es simple e implacable:

  1. Crear problema
    País sin triunfos, frustración histórica, federación corrupta.
  2. Establecer héroe
    “Solo nosotros podemos cambiarlo”, “nadie antes lo hizo”.
  3. Monopolizar los canales
    Narradores alineados, cobertura oficial, influencers deportivos dóciles.
  4. Recompensar emocionalmente
    Un amistoso ganado, una remodelación de estadio, un anuncio espectacular.
  5. Exigir obediencia silenciosa
    “Confíen”, “no nos cuestionen”, “en el próximo mundial será”.

El resultado: el fútbol deja de ser diversión y se convierte en trinchera propagandística.

El negocio detrás del balón

No es ingenuidad.
El fútbol mueve dinero y legitimidad:

  • Derechos de transmisión
  • Patrocinios privados y estatales
  • Proveedores logísticos
  • Eventos internacionales
  • Relaciones con FIFA y CONCACAF
  • Infraestructura pública y contratos

Cuando el poder político entra a ese ecosistema, no lo hace para “ordenarlo”.
Lo hace para apropiarse de la caja registradora, moldear el relato y vender sueños empaquetados.

Neuropropaganda deportiva: manipular emociones antes que ideas

El fútbol no requiere ideología para funcionar.
Solo necesita emoción.

  • Te apasiona antes de que lo pienses.
  • Te une a desconocidos.
  • Te hace celebrar sin cuestionar.
  • Te otorga una identidad común.

Desde el punto de vista del control social, es oro puro:Mientras los ciudadanos discuten sobre alineaciones, goles y selecciones juveniles… nadie pregunta por contratos, finanzas o legalidad del mando.

La psicología de masas lo sabe:“Quien controla la pasión, controla al pueblo.”

Cuarenta años sin mundial… pero justo hoy aparece el “salvador”

Durante cuatro décadas el país vivió sin clasificación al mundial. Por largos periodos no hubo inversión en canteras, ni profesionalización real, ni ligas coherentes.
Pero ahora en plena concentración absoluta de poder surge el milagro deportivo.

¿Casualidad? ¿O estrategia?

Si el país no puede mostrar indicadores democráticos, transparencia o crecimiento real… entonces mostrará esperanza deportiva.
Y cada gol será un spot político encubierto.

El fútbol como anestesia social

No se busca formar generaciones de atletas ni construir una estructura deportiva sólida. Eso lleva años, tal vez décadas, y no puede controlarse en un discurso.

Se busca alimentar el fanatismo:

  • Familias frente a la pantalla
  • Jóvenes que sueñan
  • Migrantes nostálgicos
  • Medios celebrando “la nueva era”
  • Influencers aplastando cualquier crítica

Mientras el país celebra un gol, el poder aprieta otra cuerda.
Es brillante. Es cínico. Es efectivo.

Preguntas incómodas que nadie quiere responder

  • ¿Qué credenciales técnicas tiene el hermano presidencial?
  • ¿Quién supervisará los recursos de la FESFUT intervenida?
  • ¿Qué empresas cercanas al poder gestionarán patrocinios, eventos y transmisiones?
  • ¿Qué pasa si no se clasifica? ¿Se culpará al pasado o a la “resistencia tóxica”?
  • ¿Para quién será el negocio… y quién pagará el espectáculo?

Un balón secuestrado

Cuando un gobierno controla los tribunales, los medios, la economía, la seguridad, la academia y ahora también el fútbol… ya no hablamos de gobernanza.
Hablamos de hegemonía emocional.

Y nada es más peligroso que un pueblo que aplaude su propio sometimiento pensando que celebra un gol.

El fútbol nos unía como nación.
Ahora lo usan para domesticarnos.