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Entrevista con Ivania Cruz: «En El Salvador estaría en prisión; No abandonaré la lucha por aquellos que perdieron su libertad».

Una conversación con la abogada salvadoreña y defensora de derechos humanos que se vio obligada a huir de su país para escapar de la persecución del gobierno de Bukele. — Con la abogada y defensora de derechos humanos salvadoreña, que tuvo que huir de su país por enfrentar la persecución del gobierno de Bukele.

En El Salvador, el feminismo ha sido llevado a la clandestinidad y es literalmente una mala palabra en las escuelas. Ningún estudiante podría nombrar esta sección del periódico porque estaría prohibido, al igual que insultar o discutir el cambio climático, según el Manual de Estilo y Redacción del Ministerio de Educación. El ministerio está dirigido por la capitana del ejército Karla Trigueros, nombrada el 14 de agosto de 2025 para alinearse con la agenda conservadora de Nayib Bukele. El diario El Faro reveló que el manual establece explícitamente que «debido al clima nacional y social en torno a temas de inclusión, globalismo, género, diversidad, etc., así como a la postura más conservadora del gobierno y del presidente sobre estos temas, en todos los documentos, guías, materiales o cualquier tipo de contenido originado en el Ministerio de Educación, términos como ‘inclusión’ (excepto en casos de discapacidad) nunca deben usarse» y que «género» debe ser reemplazado por «sexo» en su sentido biológico. La lista negra incluye todas las variantes: feminismo, feminista y empoderamiento. También están prohibidos la diversidad, la orientación sexual, la población LGBTI+ y las nuevas masculinidades.

Las palabras no son las únicas cosas que se llevan a la clandestinidad. La gente también lo es. A sus 32 años, Ivania Berenice Cruz parece haber vivido dos o tres vidas, a juzgar por sus propias historias y las de su familia, pero todavía encuentra la energía para aprender, construir y comenzar de nuevo: aprender euskera en el País Vasco mientras cría a un hijo, lucha, aprende y enseña junto a su familia. Ivania ha sido activista toda su vida, pero a los 27 años asumió un papel fundamental cuando su hermano fue encarcelado. Su trabajo como abogada y defensora de los derechos humanos se volvió central y peligrosamente prominente en un país donde las desapariciones no merecen explicación. Esta exposición, y la creciente persecución del gobierno de Bukele, la obligaron a abandonar el país y establecerse en España, desde donde ha contado su historia junto a las organizaciones Calala y Mujeres con Voz.

Ivania es abogada con una maestría en Derechos Humanos y se especializa en los derechos de las mujeres, los niños y la familia. Fue la primera persona en ejercer como vocera oponiéndose a Bukele para exigir la liberación de los presos políticos en nombre de sus familias y de la Unidad de Defensa de Derechos Humanos y Comunitarios de El Salvador (Unidehc), en 2021, antes de la implementación del estado de excepción el 27 de marzo. 2022, que suspendió las garantías constitucionales y otorgó a las fuerzas de seguridad poderes ilimitados.

Ivania es parte de la «revolución de las hijas» de América Latina. Su padre, Hugo Cruz, fue uno de los fundadores del Movimiento Estudiantil Revolucionario Secundario (MERS). Se unió a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), el más antiguo de los cinco grupos que formaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), establecido el 10 de octubre de 1980, como un ejército guerrillero contra las Fuerzas Armadas. La inspiración fue el ex militante comunista y secretario de Augusto César Sandino en Nicaragua, quien intentó una revolución campesina el 22 de enero de 1932 y fue ejecutado junto con casi todas las comunidades nahuas en un etnocidio en el que unas 30.000 personas fueron asesinadas a tiros. Hugo es un veterano, que participó durante 12 años en la guerra civil en El Salvador y Nicaragua y se entrenó en Cuba.

La guerra civil en El Salvador duró desde 1980 hasta la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec el 16 de enero de 1992, que, entre otras medidas, crearon la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDDH), creada el 20 de febrero de 1992. El 15 de marzo de 2009, el FMLN llegó al poder como partido político a través de elecciones. Bukele también ascendió con el FMLN, pero ahora lidera el partido Nuevas Ideas (NI) y un país sin espacio para la protesta, el periodismo, la crítica o la disidencia. Con su autoritarismo, no solo abandonó un partido sino que arrastró a la democracia a un sistema de reelección indefinida, aprobado el 31 de julio de 2025, sin libertad de expresión ni garantías judiciales, con detenciones arbitrarias, persecución de la cooperación internacional y el destierro del feminismo hasta el punto de que incluso decir la palabra está fuera de los límites.

El silencio es ensordecedor, pero no silencia. La herencia familiar de Ivania también incluye el grupo musical Yolocamba I Ta, creado en agosto de 1975, que lleva 50 años solidario con las luchas campesinas y está integrado por sus tíos, quienes comenzaron a componer música en tiempos de guerra y en defensa de la memoria histórica de la masacre indígena. Sus abuelos paternos, Esther Quesada y Abel Cruz, fundaron la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (Andes 21) el 9 de diciembre de 1965, luego de una manifestación masiva de maestros el 21 de junio de 1965. Su madre, Rosa Alma Cruz Marinero, también fue combatiente y activista en movimientos eclesiásticos y de la «línea férrea» (comunidades que viven a lo largo de las vías del tren), defendiendo a las personas amenazadas con el desalojo. Alma se encargó de la logística, que implicaba transportar clandestinamente las herramientas necesarias o cocinar para el grupo. Su lucha tenía como objetivo lograr la educación, la democracia y un país mejor. Más tarde, en su vida política, se desempeñó como legisladora (de 2012 a 2021).

Los hermanos también dan forma a las historias de ambas mujeres. Ivania entró en la vida pública para defender a su hermano. Y su madre comenzó su militancia política cuando la Guardia Nacional asesinó a su hermano, Wilfredo Marinero, a los 18 años, cuando ella tenía 15. Participó en movimientos sociales y sindicales. «Lo entregaron a la familia en pedazos», relata Ivania.

El activismo de Rosa comenzó con la reconstrucción de su memoria, que no podía dispersarse como sus huesos. Ella siguió sus pasos. Después de la paz, los guerrilleros descendieron de las montañas. El conflicto dio paso al amor, o al fugaz resplandor de las estrellas que levantan la piel de gallina y, a veces, dejan rastros. Rosa y Hugo se conocieron mientras trabajaban para la Organización Comunitaria para la Reconstrucción de Familias y Comunidades (CREFAC), capacitando a veteranos de la guerra civil en oficios y ocupaciones y ayudando a las comunidades con microcréditos. Fue un romance fugaz. Pero Ivania no pasó desapercibida. «No lo habían planeado, pero nací. No se casaron ni tuvieron una relación permanente. Pero se convirtieron en grandes amigos y compañeros de lucha», recuerda ahora.

Ivania creció en medio de reuniones, marchas y actividades feministas. A los 15 años, organizó una protesta en su escuela, el Liceo Viroleño de Comercio, porque a los estudiantes solo se les dio un descanso de media hora. Los niños más pobres no podían pagar la comida de la cafetería o llegar a casa y regresar a tiempo, dejándolos sin almuerzo, o los maestros los dejaban fuera del aula por llegar tarde. Intentaron expulsarla.

Pero la reacción de su padre no fue la que esperaba la escuela. «Felicitaciones, hija», le dijo. «Me criaron para ser una mujer independiente y defender mis derechos», afirma. Y decidió dedicarse a defender a las personas que la necesitaban. Abrió un bufete de abogados con su esposo, Rudy Joya, de 35 años, con quien se casó en 2016 después de cinco años de noviazgo. A los 27 años, la misma edad que tenía su madre cuando la tuvo, tuvo a su hijo [Rudy, como su marido, y Abel, como su abuelo materno que le enseñó a amar la literatura y la naturaleza], que ahora tiene cuatro años. Su hermano fue concejal en Zacatecoluca, y su madre, la primera mujer de La Paz en ser elegida legisladora, se desempeñó como suplente a partir de 2009 y ocupó el cargo durante tres mandatos hasta 2021. Ambos decidieron dejar la política. Pero luego llegó Bukele y comenzó la persecución.

¿Cómo comenzó la carrera política de Bukele?

Desde su época como alcalde del pequeño municipio de Nuevo Cuscatlán (con solo 8.000 votantes) en marzo de 2012, a los 30 años, Bukele impuso su estilo. Sus ambiciones eran evidentes y estaba claro que no se sometería a un partido político. Formó parte de la comisión política del FMLN, y muchos se opusieron a su salto en un solo salto a la presidencia. Fue expulsado por arrojar una manzana a una mujer, Xóchitl Marchelli, durante una reunión en septiembre de 2017.

¿Qué pasó después de que ganó las elecciones en febrero de 2019?

Bukele surgió como un presidente popular. En ese contexto, detuvieron al exalcalde de Zacatecoluca, Francisco Salvador Hirezi, en un caso conocido como Monarca, junto con concejales. La persecución se dirigió directamente al FMLN como venganza política por su expulsión del partido. En ese momento, cuando mi bebé tenía solo tres meses, arrestaron a mi hermano. Recibí una llamada a la una de la mañana del 26 de abril de 2021. Desperté a mi esposo y le dije que teníamos que asumir la defensa. Todavía creíamos que prevalecería el debido proceso y que podríamos obtener la libertad condicional mientras avanzaba el juicio. Fue acusado de negociaciones ilícitas sobre la construcción de carreteras que se financiarían con fondos municipales que nunca llegaron. La campaña se trataba de combatir la corrupción, pero lo acusaron de usar dinero que nunca se comprobó, para un gasto que nunca se llevó a cabo y en un proceso que cumplió con todos los requisitos legales. El caso fue fabricado.

¿Cómo comenzaron a erosionarse las garantías judiciales?

En la audiencia, vimos que todo parecía sombrío. Hubo una decisión predeterminada desde el principio; simplemente leyeron la sentencia de prisión, y eso fue todo. Los partidos políticos y las administraciones fueron desmantelados. Luego vino la reforma que Bukele lanzó para reemplazar a los jueces, marcando un camino hacia la judicialización de la política.

¿Qué significó enfrentarse a Bukele?

Al principio, sentí miedo, por la vigilancia estatal, como cualquier ser humano. Más tarde, me deshice del miedo al escuchar a los prisioneros relatar sus terribles experiencias en el interior. Alimentó la indignación. Logramos liberar a Fidel Zavala, el primero en denunciar las torturas y la corrupción, solo para que lo recapturaran. El 25 de febrero de 2025, mientras abogaba en el País Vasco, allanaron mi casa y mi oficina. Arrestaron a 24 líderes comunitarios. Nos acusaron de asociación ilícita, el mismo delito que se aplica a todos los pandilleros.

En El Salvador, ¿te encarcelarían o secuestrarían?

En julio, Bukele pidió al Tribunal que emitiera alertas a Interpol. En agosto, España me citó para una audiencia, pero ya tenía protección como solicitante de asilo, que solicité en mayo. Se suponía que debía regresar en marzo y no pude. No tenía otra opción. En El Salvador, estaría encarcelada, y mi esposo también. Para mi caso y el de Fidel Zavala, Amnistía Internacional emitió una alerta. La persecución a periodistas se intensificó después, junto con la detención de Ruth López [abogada y defensora de derechos humanos], representante de la ONG Cristosal, y la cooperación internacional. La detención de Ruth fue el golpe destinado a desmantelar todas las organizaciones, y además, Bukele apuntó a figuras que el pueblo favorecía como candidatos para un nuevo proyecto político. No pretendo abandonar la lucha y seguiré exigiendo la libertad para Ruth, para Fidel y para todos los presos injustamente.

La Diaria: https://ladiaria.com.uy/feminismos/articulo/2025/10/ivania-cruz-en-el-salvador-estaria-presa-no-pienso-abandonar-la-lucha-por-los-que-perdieron-la-libertad/

Ivania Cruz: «En El Salvador estaría presa; no pienso abandonar la lucha por los que perdieron la libertad»

En El Salvador el feminismo entró a la clandestinidad y es mala palabra, literal, en las escuelas. Ningún alumno o alumna podría nombrar a esta sección de la diaria porque estaría prohibido, igual que insultar o hablar de cambio climático, según el Manual de estilo y redacción del Ministerio de Educación, que dirige la capitana del Ejército Karla Trigueros, nombrada el 14 de agosto de 2025, para adaptarse al mandato conservador de Nayib Bukele. El periódico El Faro reveló que se explicita que «debido a la coyuntura nacional y social a raíz de las cuestiones de inclusión, globalismo, género, diversidad, etcétera, así como a la postura más conservadora del gobierno y del presidente ante estos temas, en todos los documentos, guías, materiales o cualquier tipo de contenido que salga del Ministerio de Educación, nunca se deben usar» términos como inclusión (salvo en casos de discapacidad) y que el género debe ser reemplazado por sexo en su concepción biológica. En la censura se incluyen todas las variantes: feminismo, feminista y empoderamiento. También diversidad, orientación sexual, población LGBTI+ y nuevas masculinidades.

Las palabras no son lo único clandestino. Las personas también. Ivania Berenice Cruz tiene 32 años que parecen multiplicarse por dos o por tres en sus historias y las de su familia y que parecen dividirse en su energía para aprender, emprender y comenzar de nuevo a aprender euskera en el País Vasco mientras cría, lucha, aprende y enseña junto a su familia. Ivania fue activista toda su vida, pero a partir de los 27 años tomó un rol clave cuando su hermano fue encarcelado. Su lugar como abogada y defensora de derechos humanos se convirtió en central y extremadamente visible en un país donde la desaparición no amerita explicaciones. La exposición y la escalada de persecución del gobierno de Bukele la llevaron a tener que dejar el país y radicarse en España, desde donde contó su historia junto a las organizaciones Calala y Mujeres con Voz.

Ivania es abogada y tiene una maestría en Derechos Humanos, es especialista en derechos de la mujer, de la niñez y la familia. Fue la primera persona en ocupar un rol de vocería de oposición a Bukele para reclamar por la libertad de los presos políticos en nombre de sus familias y de la Unidad de Defensa de Derechos Humanos y Comunitarios de El Salvador (Unidehc), en 2021, antes de la implementación del régimen de excepción, el 27 de marzo de 2022, que suspendió las garantías constitucionales y le otorgó poderes irrestrictos a las fuerzas de seguridad.

Ivania es parte de «la revolución de las hijas» de América Latina. Su papá, Hugo Cruz, fue fundador del Movimiento Estudiantil Revolucionario Secundario (MERS). Integró las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), el más antiguo de los cinco grupos que conformaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), creado el 10 de octubre de 1980 como ejército guerrillero contra las Fuerzas Armadas. La inspiración fue el exmilitante comunista y secretario de Augusto César Sandino, en Nicaragua, que intentó una revolución campesina, el 22 de enero de 1932, y fue fusilado, junto a casi la totalidad de las comunidades nahuas, en un etnocidio en el que acribillaron a alrededor de 30.000 personas. Hugo es excombatiente después de participar, durante 12 años, en el conflicto armado en El Salvador y en Nicaragua y de formarse en Cuba.

La guerra en El Salvador duró desde 1980 hasta que se firmaron los Acuerdos de Paz de Chapultepec, el 16 de enero de 1992, por los que se creó, entre otras cosas, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), instaurada el 20 de febrero de 1992. El 15 de marzo del 2009 el FMLN llegó al poder como partido político, a través de elecciones. Bukele también subió con el FMLN, pero ahora dirige el partido Nuevas Ideas (NI) y un país sin lugar para protestas, periodismo, críticas ni disidencias. Con su autoritarismo no sólo se bajó de un partido, sino que descendió la democracia a un sistema con reelección indefinida, aprobada el 31 de julio de 2025, sin libertad de expresión ni garantías judiciales, con detenciones arbitrarias, persecución a la cooperación internacional y suspensión del feminismo hasta para abrir la boca.

El silencio aturde, pero no calla. La herencia familiar de Ivania también se compone del grupo musical Yolocamba I Ta, creado en agosto de 1975, que tiene 50 años de solidaridad con las luchas campesinas y lo integran sus tíos, que empezaron a componer música en tiempos de guerra y de reivindicación de la memoria histórica de la matanza indígena. Sus abuelos paternos, Esther Quesada y Abel Cruz, fundaron la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (Andes 21), el 9 de diciembre de 1965, después de una multitudinaria manifestación de maestros y maestras el 21 de junio de 1965. Su mamá, Rosa Alma Cruz Marinero, también fue combatiente y militante de movimientos eclesiásticos y de línea férrea (de las comunidades que habitaban las líneas del tren) en defensa de las personas que eran amenazadas de desalojo. Alma se encargaba de la logística que implicaba llevar clandestinamente las herramientas que se necesitaban o de cocinar para el grupo. La lucha tenía como objetivo lograr educación, democracia y un país mejor. Después, en la vida política, fue diputada (de 2012 a 2021).

Los hermanos también marcan la historia de las dos. Ivania salió a la vida pública para defender a su hermano. Y su mamá empezó a militar en política cuando la guardia nacional asesinó a su hermano, Wilfredo Marinero, cuando él tenía 18 años y ella 15. Él participaba en movimientos sociales y sindicales. «Se lo entregaron en pedacitos a la familia», describe Ivania.

El activismo de Rosa comenzó con la reconstrucción de su memoria, que no podía desesperarse como sus huesos. Siguió sus huellas. Después de la paz, los guerrilleros bajaron del monte. El conflicto dio paso al amor o la fugacidad de las estrellas que erizan la piel y, a veces, dejan destellos. Rosa y Hugo se conocieron trabajando para la Organización Comunitaria para la Reconstrucción de Familias y Comunidades (Crefac) para formar en oficios y ocupaciones a las personas que habían participado en el conflicto armado y ayudar a las comunidades con microcréditos. Fue un noviazgo pasajero. Pero Ivania no pasó desapercibida. «No lo tenían planeado, pero nací yo. No se casaron ni tuvieron una relación permanente. Pero se volvieron grandes amigos y compañeros de lucha», cuenta ahora.

Ivania se crio entre reuniones feministas, marchas y actividades. A los 15 años organizó una protesta en su colegio, el Liceo Viroleño de Comercio, para protestar porque les daban sólo media hora de descanso y los chicos pobres no podían pagar el comedor ni llegaban a ir y volver de sus casas y se quedaban sin almorzar o los maestros los dejaban fuera del aula cuando llegaban tarde. La quisieron expulsar.

Pero el reto de su papá no fue lo que la escuela esperaba. “Felicitaciones, hija”, le dijo. “Me criaron para ser una mujer independiente y defender mis derechos”, reivindica. Y ella decidió dedicarse a defender a las personas que la necesitaban. Se puso un consultorio jurídico con su marido, Rudy Joya (35), con el que se casó en 2016, después de cinco años de noviazgo. A los 27 años, la misma edad en que su mamá la tuvo a ella, ella tuvo a su hijo [Rudy, como su marido, y Abel, como su abuelo materno que le enseñó a amar la literatura y la naturaleza], que tiene cuatro años. Su hermano fue concejal en Zacatecoluca y su mamá, la primera mujer de La Paz elegida para ser diputada, en 2009, como suplente, hasta 2021, durante tres períodos. Los dos decidieron dejar la política. Pero llegó Bukele y empezó la persecución.

¿Cómo empieza la carrera política de Bukele?

Bukele desde que fue alcalde de la pequeña Alcaldía de Nuevo Cuscatlán (con sólo 8.000 votantes), en marzo del 2012, con 30 años, impuso su manera. Se le veían sus ambiciones y que no iba a ser alguien que se sujetara a un partido político. Él era parte de la comisión política del FMLN y varios no estaban de acuerdo en que Bukele saltara de un solo paso a ser presidente. Él fue expulsado porque le tiró una manzana a una mujer en una reunión, Xóchitl Marchelli, en setiembre de 2017.

¿Qué pasa después que gana las elecciones, en febrero de 2019?

Bukele empieza a ser un presidente popular. En ese contexto capturan al exalcalde de Zacatecoluca, Francisco Salvador Hirezi, en un caso conocido como Monarca, y a concejales. La persecución iba directamente al FMLN como una venganza política por haberlo expulsado del partido. En ese momento, cuando mi bebé tenía sólo tres meses, capturan a mi hermano. Yo recibo una llamada a la una de la mañana del 26 de abril de 2021. Lo despierto a mi esposo y le digo que tenemos que asumir la defensa. Todavía creíamos que iba a existir un debido proceso y que íbamos a conseguir libertad condicional mientras seguía el juicio. A él lo acusan de negociaciones ilícitas por construcción de carreteras que se iban a financiar con fondos de alcaldías que nunca llegaron. La campaña era de combate a la corrupción, pero los acusaban de usar un dinero que nunca se acreditó, de un gasto que nunca se realizó y de un proceso que cumplió con todos los requisitos de la ley. El caso estaba fabricado.

¿Cómo se empiezan a torcer las garantías judiciales?

En la audiencia vemos que todo pintaba para mal. Había una resolución prefabricada, desde el principio, a la que sólo le dieron lectura de prisión y punto. Los partidos políticos y las administraciones estaban desarticulados. Y, luego, viene la reforma que Bukele lanza para cambiar a los jueces y eso marca una ruta de judicialización de la política.

¿Qué implicó enfrentar a Bukele?

Al principio tenía miedo, por la vigilancia del Estado, como cualquier ser humano. Después me quité el miedo por escuchar a presos con todo lo que vivieron adentro. Fue una indignación. Logramos sacar a Fidel Zavala, que fue la primera persona que denunció las torturas y la corrupción, y lo recapturaron. El 25 de febrero de 2025 yo estaba haciendo incidencia en el País Vasco y allanaron mi casa y mi oficina. Capturaron a 24 líderes comunitarios. Nos pusieron la carátula de asociación ilícita, que es el delito que les ponen a todos los pandilleros.

¿En El Salvador estarías presa o secuestrada?

En julio Bukele le pidió al Tribunal que emita alertas a Interpol. En agosto España me citó para que fuera a audiencia, pero ya tenía protección como solicitante de asilo, que la presenté en mayo. Yo tenía que volver en marzo y no pude regresar. No tuve ni la opción. En El Salvador estaría presa y mi marido también. Por mi caso y el de Fidel Zavala, Amnistía Internacional emitió una alerta. Después se acrecentó la persecución a periodistas y la detención de Ruth López [abogada y defensora de derechos humanos], una representante de la ONG Cristosal y la cooperación internacional. Ruth fue el golpe para desarticular a todas las organizaciones y, además, Bukele les pegó a las figuras que el pueblo quería como candidatas de un nuevo proyecto político. No pienso abandonar la lucha y voy a seguir pidiendo por la libertad de Ruth, de Fidel y de todos los presos injustamente encarcelados.

La Diaria: https://ladiaria.com.uy/feminismos/articulo/2025/10/ivania-cruz-en-el-salvador-estaria-presa-no-pienso-abandonar-la-lucha-por-los-que-perdieron-la-libertad/