
LA BANALIDAD DEL CÓMPLICE.
Por. Luis Arnoldo Colato Hernández, Educador.
LA BANALIDAD DEL CÓMPLICE.
¿Has leído a Hannah Arendt?
Asistió en su calidad de periodista al proceso ilegal que Israel le siguió a Eichmman, luego de secuestrarlo en Argentina.
Aquel nazi alego en su defensa que no era un fanático, que solo seguía órdenes.
Adolf Eichmman era un funcionario menor cuya tarea fue diseñar los embarques con los que los nazis alimentaron sus fabriles de muerte en el este, a donde eran enviados para que fabricaran piezas de repuesto y material de recambio del equipamiento militar nazi, casi sin descanso, hasta que buena parte sencillamente murió.
Para justificarse Eichmann alegó que era simplemente un trabajador más que imprimió a sus deberes, el mismo esfuerzo que dedicó a las labores de oficinista que hizo antes de la guerra, con eficiencia y dedicación.
Parece ser de acuerdo a la información que nos llega a través de Arendt, que nunca reflexionó en los efectos que, sobre la vida de miles, tuvo su eficiencia.
A aquella desconexión Arendt la denominó “banalidad”, referida al hecho de que, si bien no diseñó aquel programa de muerte, ni asesinó directamente, Eichmman fue un cómplice necesario cuya eficiencia hizo posible su ejecución.
Ahora vemos lo mismo exactamente entre los diputados del oficialismo, distinguidos por cuan dóciles e irreflexivos son, obedientes, ciegos de los efectos que los caprichos que emergen de CAPRES, también el de la reelección, tendrán, sin duda por lo supinos qué son, y en su día, cuando sean enfrentados al escenario de Eichmann solo podrán alegar, “…seguía órdenes…”.
Pero nadie puede justificarse así.
Todos los diputados del oficialismo, incluso esos que parecen mocosos, son adultos, detentan algún grado de ilustración, si bien los más emulan la simpleza académica de su ídolo, ocupan un cargo público de interés, habiéndolo asumido y protestado su ejercicio, bajo el supuesto de comprender que implica la gravedad del tal, por lo que sencillamente no podrán alegar que solo seguían indicaciones, que sería auto inculparse.
No, tampoco podrán alegar que si no lo hacían perdían su empleo, porque será reconocer tácitamente su mediocridad, porque con su participación ha sido posible el despido de decenas de miles de empleados públicos, cuyas familias ahora carecen de comida, techo, seguridad y demás, excusándose con que lo hicieron porque los demás lo hicieron, porque será admitir cuán desgraciados son en su miseria simple.
Porque además son corresponsables de cientos de vidas perdidas con su complicidad.
Porque siguiendo al resto, aplaudiendo, sonriendo porque debían sonreír, son parte de la fiesta sin fin del régimen, colaborando diaria, directa y conscientemente en el desmontaje de la legalidad, de la institucionalidad, olvidando cuánta sangre costaron los pequeños avances que supuso esa institucionalidad, orinándose como el resto de la bancada oficialista en el primer órgano, sobre la memoria de nuestros mártires, las esperanzas de las madres que nunca volvieron a ver los ojos luminosos de sus hijos.
Porque así, se volvieron Judas de nuestra patria, lo que no será olvidado, no lo duden, como tampoco su complicidad, y serán juzgados un día.