
LA FALSA CONCIENCIA
POR: MIGUEL BLANDINO.
Jaime Alanís García se cayó desde una altura de nueve metros y se mató. Huía de la persecución de una redada que realizaban en su centro de trabajo varias decenas de agentes federales armados hasta los dientes, motivados por la ferocidad inhumana que insuflan las drogas en el alma de los policías.
Al poco tiempo, muchos trabajadores convocaron a una huelga de tres días para denunciar los atropellos y las graves violaciones a los Derechos Humanos que está cometiendo el gobierno federal de Donald Trump.
La respuesta del gobierno ha sido el reforzamiento presupuestal del proyecto de expulsión de la gente color café, mediante la contratación de diez mil cazarrecompensas más inhumanos que fieras salvajes.
Me vienen a la memoria las imágenes de los franceses, ingleses, belgas y holandeses que iban por toda África subsahariana cazando negros para vender en los puertos a los comerciantes y dueños de barcos que hacían la ruta de la esclavitud hacia las islas del Caribe y la costa este de toda América, desde Brasil hasta Canadá.
Hacinados como presos de las cárceles de bukele, parados sobre sus propias heces y orina, sin agua ni comida. A los que no resistían solo los tiraban al mar, como bukele echa a sus muertos en sus cementerios clandestinos.
Mientras, allá, afuera de las plantaciones, filas de hombres y mujeres se apuntan alegremente a la entrada de las fincas para sustituir a los secuestrados y a los muertos.
Igual que los pobres que aplauden a bukele porque ha desalojado a los pobres comerciantes para instalar restaurantes donde venden comida que nunca van a poder comprar.
Una mujer con sombrero decía antier a la periodista que la entrevistaba: “¿y qué? si yo no agarro este trabajo, otro lo va a aprovechar. De que aguanten hambre en mi casa, mejor que aguanten en otra. Mientras yo tenga dinero, no me importa lo que digan.”
Es la falsa conciencia de la que hablaba Marx hace siglo y medio.
Las enormes mayorías de trabajadores todavía no comprenden que esa actitud frente a la vida es el pilar fundamental y el principal cimiento en el que se basa la perennidad de su propia miseria y la creciente riqueza de su explotador.
No es el destino escrito en el libro de la vida por la mano de ningún dios; no es la mala suerte con la que unos muchos nacen ni la buena con la que nacen unos pocos. Tampoco es la culpa de la política sucia y de los políticos corruptos.
Es la incapacidad mental para decidirse a luchar por su propio interés la que mantiene al pobre en su pobreza.