
Las identidades nacionales y las ofertas religiosas.
Por: Elio Masferrer Kan*
La construcción de las identidades nacionales latinoamericanas estuvo íntimamente relacionada con el desarrollo de sistemas de santos y vírgenes que ejercían patronatos regionales, que, con el tiempo, se fueron transformando en santos patronos nacionales. En esos contextos, la Iglesia católica acepto en el siglo XIX romper con la monarquía española, para configurarse como iglesia nacional de los respectivos países que fundaban las oligarquías locales para interactuar en los incipientes mercados internacionales.
La Virgen de Luján en Argentina, el Señor de los Milagros en Perú, Nuestra Señora de Aparecida en Brasil, la Virgen de Guadalupe en México, para citar algunos casos, se transformaron en los estandartes nacionales que impulsaba la Iglesia católica para posicionarse en el surgimiento de los nuevos países que desarrollaban estrategias de fundar estados nacionales donde, a diferencia de los países europeos, las identidades nacionales, en muchos casos, son más fuertes que los estados. En América Latina, los estados se abocaron a construir identidades nacionales desde los nuevos aparatos burocráticos que sustituían el dominio español o portugués-
Como siempre sucede, a toda acción surge una reacción, y el surgimiento de los liberales o masonerías nacionales construyó nuevos proyectos de estados que trataban de mediatizar el poder eclesiástico.
La historia del siglo XIX en América Latina es en realidad una historia de disputa entre las fuerzas políticas del catolicismo de cada país, confrontados con los liberales (masones) que tenían «otro proyecto de nación». La negociación fue difícil, y en muchos casos se resolvió en sangrientas guerras civiles, que pudieron llevar a impulsar invasiones europeas, como fue el caso de México, donde los conservadores impotentes ante el avance liberal convocaron a un emperador austriaco, que terminó siendo fusilado por los masones triunfantes.
El conflicto entre los liberales y los católicos tuvo un nuevo ingrediente, el surgimiento de los Estados Unidos como una potencia continental. La presencia europea fue diluyéndose por la incapacidad de los europeos para resolver sus conflictos. La Primera y la Segunda Guerra Mundiales fueron en realidad guerras europeas que sirvieron para que los Estados Unidos se consolidaran como una potencia hegemónica, a la vez que les servía para consolidarse como el referente identitario que complementaba y reformulaba las identidades nacionales. Las Vírgenes y Santos Patronos católicos eran mediatizados por el Sueño Americano, un sueño laico que no exigía conversiones religiosas, pero que cada vez más debilitaba lo religioso como un componente de la identidad nacional. Recordemos el verso «América para los americanos», que propuso el presidente Monroe, en un contexto donde cada quien se sentía convocado, los americanos de todo el continente pensaban que su punto de referencia eran los Estados Unidos y, a su vez, los ciudadanos estadounidenses, estaban convencido que sólo ellos eran América y que los otros eran «Latinoamérica», así en minúsculas. Porque según la Doctrina del Destino Manifiesto «su América» era la elegida por Dios y que Dios era «americano» (en inglés no hay acentos) y no latinoamericano.
Durante más de 150 años muchos latinoamericanos se sintieron convocados por el «sueño americano» convencidos que eran parte del «Destino Manifiesto», hasta que la crisis alcanzó a la «Unión Americana».
Las empresas multinacionales se globalizaron y deslocalizaron la producción hacia el Sur Global y transformaron a los Estados Unidos en un país de servicios, donde la industria es obsoleta, dado que les resulta más barato emplear a los habitantes del Sur Global, que a los habitantes de los Estados Unidos.
Esta situación hizo eclosión en los Estados Unidos, Tump triunfó reivindicando el regreso a América para los americanos (MAGA) su proyecto político es muy sencillo «Hagamos a (Norte)América Grande Otra Vez», esto implica renunciar y despedir a invitados ahora incómodos; pues el lema es Fisrt América, » Primero Nosotros». El déficit del Tesoro de los Estados Unidos se acerca a una «catástrofe del dólar» como moneda de reserva mundial, la economía norteamericana está quebrada y Trump exige que el resto del mundo lo rescate pagándole aranceles.
En este contexto la designación de un pontífice católico nacido en los Estados Unidos es una muestra de la sabiduría milenaria de la Iglesia Católica, confía en que Prevost (León XIV) sabrá cómo armonizar entre los intereses de los católicos del mundo, los de los Estados Unidos e incluso aportar a la Unidad de los Cristianos.
Entre tanto, para aquellos latinoamericanos que todavía sueñan con el «sueño americano» lo único que nos queda es sugerirle que piensen en la construcción de «nuestro propio sueño», pues ahora sí que tendremos que construir nuestras propias utopías y proyectos nacionales, como alguna vez lo sugirió Simón Bolívar. Si fracasamos en este intento, como dice el dicho popular «que nos agarre confesados»
*Doctor en Antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH
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