
EL ROL LIBERADOR DEL EDUCADOR COMPROMETIDO.
¿Qué es un educador?
A esa pregunta Ralf Emerson responderá, “Aquel que hace fácil lo que parece imposible”.
Los griegos los llamaron Mentores, para los romanos eran Modeladores; para nuestros ancestros nahuas eran los Guías, quienes establecen la senda a seguir.
Para todos ellos, sus vidas son ejemplares, dignas de ser imitadas, las que marcaron la pauta.
Digamos entonces, para desmitificar sus figuras, para humanizarlas, ubicándolas en el plano de lo humano, que son simplemente personas con sus virtudes y defectos que desarrollan como particularidad un alto compromiso social, entregándose sin esperar nada a cambio, dando todo de sí en el propósito de ofrecer alternativas viables y humanizadoras a quienes se denomina ahora, educandos.
Aquellos que son sus discípulos.
Los actuales modelos dominantes los ubican como meros instructores, es decir, no ya como el que modela en base a normas, saberes y buenas maneras para determina la pauta conductual, sino más bien como él refiere una conducta admisible bajo el esquema: “se educa en el hogar, se instruye en la escuela”, implementando a rajatabla el programa a seguir, no ya como producto de un diseño personal establecido para la particular situación que supone la realidad de su escuela, del espacio laboral en el que se ejerce la docencia, sino siguiendo el que establece de manera centralizada el estado, que responde mediante estrategias prediseñadas, subrogando al sistema educativo, al papel de crudo subproducto del modelo económico que es el que realmente define el camino a seguir.
Dicho de otro modo; la gran labor del educador dirigida a favorecer la emancipación de los pueblos, es suplantada por el desarrollo de un programa establecido por burócratas altamente ideologizado política y económicamente, en términos de favorecer los intereses del modelo y no lo ciudadano, lo que podemos apreciar en el rompimiento con los valores tan apreciados en el pasado, donde la organización, la solidaridad, el conocimiento de la ley, son por completo abandonados, para en cambio favorecer entre los educandos, la competencia y el individualismo, adversos por definición al trabajo en equipo y la defensa de los grandes intereses comunes y cívicos, criminalizando a quienes lo hacen mediado la negación de fundamentales derechos.
Así, el derecho al libre pensamiento, a la reunión, a la libre expresión, a la organización, a la defensa del derecho mismo, etcétera, son penalizados desde el mismo modelo educativo, que lo hace así promoviendo la competencia a mansalva, sin valores y sin cooperación, donde la memoria y el banquismo marcan la pauta, y la iniciativa, el trabajo en equipo, el genio creativo, la curiosidad y la duda, son simplemente descartados, favoreciendo lo individual por encima de cualquier esfuerzo alimentado por el deber cívico.
Lejos quedaron los días en los que la creatividad emancipadora de los educadores comprometidos estableció la senda, donde los Edmundos Dámicis, los Salvador Flores, Platón, Vives, Comenio, Montessori, Alain y demás educadores, eran sinónimo de liberación, marcaron la pauta, enseñaron el camino, establecieron la senda, fueron ejemplo de vida a seguir.