
Lecciones de China para América Latina: ¿Modelo híbrido o sueño inalcanzable?
Del dragón que vuela alto ¿puede Latinoamérica aprender a despegar sin quemarse?
Enrique Fernández /Redactor Comunitario.
Mirando al dragón desde el sur
China es hoy lo que América Latina sueña ser en cada cumbre presidencial, una potencia que combina crecimiento económico con reducción de pobreza. Pero mientras en Pekín los planes se trazan o a diez años sino a cien años, en nuestras repúblicas tropicales no resistimos ni un ciclo electoral. Como resultado ellos vuelan; nosotros seguimos discutiendo en los despachos ministeriales si se cambia el logo oficial con los colores del partido gobernante.
En 2025, el dragón maneja un PIB nominal de 19,23 billones de dólares y una proyección de pobreza moderada inferior al 10%. Logros concretos, no discursos. ¿La fórmula? Ni comunismo puro ni capitalismo salvaje, aunque no lo creas se trata de un híbrido funcional que humaniza el mercado sin renunciar a su ideología. El pragmatismo chino es como ese cocinero que mezcla especias opuestas y logra un plato nuevo; en cambio, nuestra región todavía pelea por decidir si ponerle sal o azúcar al guiso.
El híbrido chino: capitalismo con alma oriental
China no inventó el capitalismo, pero lo domesticó. Produjo como el mercado manda, pero redistribuyó como el socialismo sueña. Sacó a más de 800 millones de personas de la pobreza en cuatro décadas, un hito que ningún manual de desarrollo occidental había previsto. Y lo hizo sin proclamar milagros, sino con disciplina, planificación y un peculiar sentido del tiempo histórico, lo que aquí es promesa de campaña, allá es proyecto de siglo.
En Occidente, el mercado se muestra como un dios caprichoso que premia a pocos y condena a muchos. China, en cambio, lo puso a trabajar como un funcionario diligente: que innove, que genere riqueza, y luego que financie salud, educación y estabilidad social. Esa combinación ha creado una clase media de 500 millones de personas. Equivale a sacar de la pobreza a la mitad de la gente de LatAm, medio continente latinoamericano en ascenso, sin necesidad de esperar “el derrame” o goteo económico que aquí nunca llega.
Factores clave: ¿Por qué China sí y nosotros no?
El secreto chino no está en fórmulas mágicas, sino en una mezcla incómoda para cualquier político latinoamericano: disciplina, paciencia y pragmatismo.
1.Cultura colectiva. Mientras en China se honra la tradición y el esfuerzo común, en América Latina seguimos encandilados con el héroe solitario que promete salvar la patria en cada periodo presidencial, aunque ya lleve varias reelecciones.
2. Innovación y exportación. Ellos copian, adaptan, innovan y venden al mundo; nosotros seguimos discutiendo si exportar cobre. soja o harina de plátano.
3. Capital humano. Millones de ingenieros al año; nosotros, déficit de matemáticos y fuga de cerebros.
4. Trabajo silencioso. Pekín construyó su poder sin grandes discursos; aquí preferimos cumbres fotogénicas y promesas rimbombantes.
5. Pragmatismo político. China evitó guerras costosas; nuestra región gasta energía en guerras ideológicas estériles.
El contraste duele: ellos planifican por siglos, nosotros por sexenios a lo mucho.
Libertarios vs. socialdemócratas: la batalla inútil
En América Latina, la discusión se enmarca en un falso dilema: mercado o Estado. Como si elegir uno implicara sacrificar al otro.
Argentina con Milei. Con su promesa de estabilidad monetaria y baja inflación a costa de hospitales vacíos y jubilados en las calles. Propone que quien quiera políticas sociales que las pague; donde cada uno cubra sus necesidades de salud y educación como en EE.UU., ignorando que los salarios argentinos como en casi toda la región no lo permiten. Pese a los números positivos en la estadística macroeconómica para los prestamistas del Banco Mundial, ese “milagro económico” se parece más a una dieta extrema donde pierdes peso, sí, pero a riesgo de colapsar o morir.
Brasil y Uruguay con Lula y el Frente Amplio, reducción real de pobreza y hambre mediante inversión social. Un camino menos estridente, pero más humano.
Ambos casos muestran algo obvio, el gasto social no es un lujo, sino una inversión. Menos delincuencia, más emprendimientos, mayor cohesión. Pero la región insiste en perderse en debates de café y redes sociales mientras el dragón sigue volando.
La gran lección: superar muros ideológicos
China demuestra que se puede crecer sin renunciar a la protección social. Que innovación y bienestar no son enemigos, sino aliados estratégicos. Y que negociar con inteligencia exigiendo transferencia tecnológica, formación de capital humano y cooperación real es más rentable que conformarse con edificios de vidrio, estadios o carreteras de inauguración televisada. Cabe la pregunta ¿Y eso qué nos aportará al desarrollo humano sostenido?
El dragón no copió modelos: los tropicalizó. ¿Por qué entonces América Latina no podría crear su propio híbrido? Un sistema que combine lo mejor del mercado con la inclusión social, adaptado a nuestras culturas y realidades.
Hacia un híbrido latinoamericano
El desafío está claro: dejar de enredarnos en discusiones inútiles y empezar a negociar con valentía, como lo ha hecho Lula con Xi, apostando por un modelo que ponga en el centro la soberanía y el desarrollo humano. Si no lo hacemos, seguiremos atrapados en el extractivismo, mientras China que ya juega como potencia mundial nos demuestra que no fue la suerte la que la llevó allí, sino la audacia y la planificación estratégica. Ellos supieron romper muros ideológicos en nombre de su pueblo; nosotros seguimos discutiendo cómo pintarlos.
La pregunta es ineludible: ¿vamos a continuar repitiendo peleas ideológicas sin salida, o tendremos la lucidez de aprender del pragmatismo chino? La clave no está en copiar, sino en adaptar. No en aceptar cemento como limosna, sino en exigir transferencia tecnológica, conocimiento y futuro.
China no imitó modelos, los moldeó a su medida. América Latina no necesita calcar su experiencia, pero sí rescatar la audacia de combinar mercado con inclusión para superar la pobreza y estimular la innovación. En 2025, cuando China ya representa el 20% de las exportaciones regionales, lo urgente es decidir: ¿queremos seguir hundidos en crisis ideológicas o crear un híbrido propio que coloque al ser humano en el centro?
El dragón demostró que el vuelo es posible. El problema en nuestra región no es la falta de recursos ni de talento, sino de visión y coraje político. Persistimos bajo la sombra del vecino hegemónico del norte, del que solo recibimos instrucciones, sanciones, aranceles y regaños.
Entonces, ¿seguiremos resignados a ser simples proveedores de materias primas o nos atreveremos, por fin, a diseñar nuestro propio híbrido? El camino ya está trazado; lo que falta es la decisión de despegar.
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