
Entre adoctrinamiento y espectáculo.
Discursos huecos y valores ciudadanos pendientes.
Por: Miguel A. Saavedra.
«Cuando los valores son discurso, la justicia se convierte en ausencia»
Manifiesto al Simulacro de los Valores Ciudadanos
Cada septiembre, las plazas se llenan de banderas y los discursos prometen refundaciones. Pero lo que presenciamos en el último mensaje presidencial disfrazado de celebración patria fue otra demostración de cómo se puede usar el lenguaje de los valores para encubrir crisis y perpetuar desigualdades.
En nombre de la patria y bajo los colores de la independencia, se nos sirvió el último discurso presidencial como si fuera un banquete solemne. Pero, al levantar la tapa, no había más que humo: frases huecas, mantras repetidos y consignas de marketing político.
El gobernante volvió a proclamarse autor del país más seguro de aquí hasta Marte y a asegurar que nuestra independencia es hoy más verdadera que la de 1821. No corrige iniquidades, las oculta. No reconoce la crisis, la disfraza de épica.
En un relato gastado, un país rehén de los eslóganes. El gobernante repitió sus mantras de siempre: “el país más seguro del planeta”, “la independencia real llegó hoy, no en 1821”, “no borro la historia, la reescribo”. Todo ello para evitar hablar de lo esencial:
El déficit fiscal que crece como sombra.
La inversión que no llega, ni siquiera con la seguridad como bandera.
Emprendimientos asfixiados por impuestos municipales que contradicen promesas recientes.
El fondo de pensiones casi agotado, por haberlo utilizado como caja chica del gobierno en estos últimos 7 años, conste que dijeron la última vez que nunca más lo harían. Mientras tanto, el saqueo disfrazado de reforma va en plena marcha hasta el último centavo, ahora va por lo ahorros y mediante una nueva ley extiende sus manos, ahora con más potestad para decidir sobre los ahorros de toda la ciudadanía en los bancos y cooperativas. Como un eco del “corralito” argentino, el futuro de miles se convierte en caja chica del poder. La fiesta patria se celebra saqueando el porvenir.
Mientras tanto, se glorifica la obediencia: jueces que esperan llamadas para dictar sentencia, legisladores que compiten por presionar el botón más rápido.
Moralina de escaparate
En lugar de enfrentar los problemas estructurales, el discurso se refugia en un moralismo infantil: “digamos buenos días, por favor y gracias, y el país se arreglará”. Una falacia peligrosa que reduce la ciudadanía a urbanidad y olvida lo esencial: educar en derechos, en respeto a la ley, en pensamiento crítico.
Ese simplismo de valores, amplificado por un neuromarketing oportunista, roza el nuevo fascismo. Es la misma receta que han usado otros caudillos: manipular emociones, reescribir narrativas y borrar las fronteras entre propaganda y pedagogía del adoctrinamiento.
Seguridad sin prosperidad
Detrás del relato triunfalista, los números hablan otra lengua: déficit fiscal, un país con la inversión en caída durante cinco años seguidos en toda Centroamérica, Y una deuda externa asfixiante de 33,500 mil millones de dólares ¡Vaya independencia hipotecada ¡municipios sin capacidad de cubrir servicios básicos y mercados donde las vendedoras descubren que la promesa de “no más aumentos” es otra trampa disfrazada de anuncio. La seguridad puede vigilar calles, pero no hace crecer un negocio cuando el Estado exprime hasta el último dólar en tasas e impuestos.
Disciplina a golpe de botón y moralismo de utilería
La lealtad al poder ya no se mide en ideas, sino en la rapidez con que se aprueban leyes bajo órdenes dictadas. Jueces que esperan la llamada. Diputados que actúan como teclas de un piano desafinado. Un país donde la justicia se programa como una aplicación, pero con fallos preinstalados.
En medio de la crisis social y económica, se nos ofrece un bálsamo infantil: la estrategia de imponer valores como si bastara con decir “buenos días” o “gracias” para sanar desigualdades históricas. Un moralismo de caricatura, heredero más de manuales neofascistas que de una filosofía profunda. Valores de escaparate, en vez de educación cívica. Doctrina MAGA disfrazada de pedagogía, mientras miles de inocentes permanecen presos sin juicio, condenados al limbo judicial hasta 2027.
Entre adoctrinamiento y espectáculo
Resulta alarmante ver a niños disfrazados de militares o imitando a la pareja presidencial en desfiles patrios. La inocencia instrumentalizada para consolidar culto a la personalidad.
«El Patrioterismo» con niños disfrazados en los actos de independencia revelaron el extremo de la manipulación donde niñas y niños marchando con trajes militares, otros caracterizando a la pareja presidencial, la ministra de Educación convertida en personaje de desfile o candidato que solo sale a la calle en tiempo de elecciones. Espectáculo grotesco donde la inocencia infantil se usa como propaganda. Hasta se ordena encementar calles lodosas solo para la foto del desfile. Es el culto al líder, pintado con crayones escolares.
Historia repetida con esteroides
El actual gobierno acusa en cada discurso a los anteriores de corruptos y tramposos, pero en lugar de desmontar sus mañas, las ha perfeccionado. La mentira magnificada es su sello. La historia se reescribe no para iluminar, sino para oscurecer. La democracia, convertida en rehén de neuromarketing y maniqueísmo emocional, pierde sentido.
Frente a este escenario, la salida no es resignación. En medio de la penumbra, incluso la luciérnaga se convierte en faro. La unidad ciudadana debe transformarse en antorcha, no un voto vacío, sino conciencia organizada. ¿Cuántos años pretende este nuevo caudillo en versión neofascista?
No es la primera vez que El Salvador enfrenta liderazgos que prometen orden mientras socavan libertades. El último periodo dictatorial duró trece años; hoy asistimos a una versión tecnológica de ese autoritarismo, con aspiraciones de manual exportable para quienes financian su modelo.
La democracia no muere con un golpe, sino con la erosión lenta de la conciencia ciudadana. Por eso, en medio de la oscuridad, debemos ser pequeñas luces, aunque apenas luciérnagas. La suma de esas luces puede convertirse en antorcha, alimentada por el combustible del ejemplo de nuestros mártires y guías de la libertad en el respeto a los derechos.
La independencia pendiente
No se trata solo de celebrar dos siglos de independencia formal, sino de romper con las cadenas actuales: la manipulación, la mentira, la sumisión disfrazada de orden. Este pueblo puede y debe construir un futuro distinto, donde el ciudadano consciente no sea súbdito, sino protagonista.
La independencia no puede seguir siendo un espectáculo de colores ni un eslogan en redes. Debe ser un ejercicio permanente de vigilancia, organización y coraje. Si este pueblo logra despertar, ningún caudillo decidirá cuántos años debe durar su mandato ni qué valores debemos adoptar.
El relevo necesario
El discurso oficial te ordena obedecer, pero este manifiesto invita a pensar. Nos llaman a disciplina; nosotros reclamamos dignidad. Ellos ofrecen valores huecos; nosotros exigimos justicia real. Si el poder pretende eternizarse en nombre de la patria, nuestra tarea es demostrar que la patria no es un eslogan, sino un pueblo que despierta.
Es hora de abandonar la comodidad o de la inmovilidad que produce el miedo y asumir el relevo histórico donde la ciudadanía consciente deje de ser caja de votos y se convierte en motor de transformación. Frente a discursos vacíos y moralinas de cartón, la respuesta debe ser clara y pase a ser una sociedad crítica, solidaria y decidida a escribir su destino sin tutores ni salvadores.
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