
EL ESCUDO MÁS CÍNICO: niños como instrumentos en la política.
Por: Mauricio Manzano.
En el despiadado teatro de la política no hay escena más cínica que la utilización de niños para promover la imagen de un político. Es una táctica tan vieja como la demagogia misma, sin embargo, sigue siendo efectiva como moralmente repugnante. Cuando un político se baja a la altura de un niño no lo hace para conectar con él, sino para explotar su símbolo de inocencia y pureza que él mismo no posee.
El niño disfrazado de un político, la foto de políticos con niños, la visita a escuelas rodeados de niños, estas no son muestras de empatía sino actos calculados. Son estrategias de marketing diseñadas para suavizar la imagen de un líder, para hacerlo parecer cercano, compasivo y uno más del pueblo de a pie. El niño se convierte en un instrumento para generar una emoción en el electorado, para desviar la atención de un escándalo, de un fracaso de gestión o de una política cruel que afecta a esas mismas familias.
Lo más grave de esta práctica es que traiciona la confianza esencial de la sociedad, los niños son por definición los más vulnerables, los que no pueden dar su consentimiento informado, los que dependen de los adultos para su protección. Utilizarlos como escudos emocionales para la ambición política es un abuso de esa vulnerabilidad. La inocencia del niño es explotada para legitimar la agenda de un adulto, despojándolo de su dignidad y convirtiéndolo en un simple objeto de propaganda.
Esta táctica no solo es cínica, sino profundamente hipócrita. Muchos de los políticos que se muestran abrazando o utilizado a niños son los mismos que recortan los presupuestos de educación y salud, los que proponen políticas represivas que separan a las familias, o los que ignoran la violencia y la pobreza que afectan a los menores. Hablan del futuro de nuestros hijos mientras con sus acciones destruyen ese mismo futuro.
El verdadero político que se preocupa por los niños no lo demuestra en imágenes ni fotos, sino en las políticas que defiende. Se le ve en la inversión en escuelas públicas de calidad, en la protección social a las familias vulnerables y en la lucha contra la explotación infantil. La utilización de los niños por los políticos es un acto abominable y cínico.
Cada vez que veamos a los políticos usando a niños como un accesorio de campaña, no deberíamos ver una imagen de bondad, sino un recordatorio de cuán bajo están dispuestos a caer para ganar popularidad y prolongar su poder.