
LOS CAMINOS DEL PODER TOTAL: «Cuando el poder se convierte en prisión y el pueblo en rehén».
Por: Miguel A. Saavedra.
En contextos marcados por la incertidumbre y la crisis, la democracia de un país enfrenta desafíos estructurales que tienden a reciclarse bajo nuevas formas. La historia reciente nos muestra cómo la frustración ciudadana frente a problemas persistentes desigualdad, corrupción, exclusión se transforma en terreno fértil para la aparición de liderazgos autoritarios. El poder total, antes sostenido por botas, tanques y bayonetas, hoy se legitima digitalmente, amplificado por redes sociales, algoritmos y estudios de opinión o de encuestas a la medida del gobernante que las patrocina.
Producto del cansancio ciudadano y la búsqueda urgente de soluciones inmediatas la gente cae con facilidad en el inmediatismo de soluciones y otorgan cheque en blanco el mejor prometa, Y es ahí donde la democracia exige tiempo y paciencia, pero la ciudadanía agotada y demandante, ante la falta de resultados, muchos optan por soluciones radicales y líderes que prometen «borrar y empezar de nuevo». Esta búsqueda de respuestas inmediatas suele prescindir del análisis crítico, y abre la puerta a gobernantes que ven en el malestar social una oportunidad para desmontar la institucionalidad democrática con el pretexto de la eficiencia.
En esta realidad, la utilización del voto de castigo se convierte en herramienta de auto boicot y deja de ser un acto de construcción colectiva y se convierte en una forma de revancha emocional. El «voto de castigo» lleva al poder a figuras que, lejos de fortalecer el Estado de Derecho, lo debilitan. Una vez en el poder, concentran decisiones, reducen el espacio deliberativo y cercenan los canales de participación ciudadana. La población, en lugar de hallar soluciones, queda atrapada en un ciclo de frustración y retroceso.
Esa búsqueda de cambios que no llegan el pueblo alimenta el bucle y es presa del retorno de las brasas al fogón. Resulta paradójico que, en una región con dolorosa memoria de regímenes autoritarios, muchos países estén dispuestos a repetir la historia. La inmediatez de la era digital y la desinformación constante diluyen la memoria colectiva. Figuras que replican métodos del pasado control de medios, represión selectiva, reformas constitucionales a medida son aplaudidas como “renovadoras”. La narrativa del orden, si no es cuestionada, termina sofocando la diversidad, el disenso y la libertad.
En esto tiempos de cero diálogo y erosión de la legalidad democrática. La negación del diálogo, la polarización extrema y el desprecio por el Estado de Derecho son señales inequívocas del deslizamiento hacia formas autoritarias. El desprecio por los contrapesos institucionales genera contextos de impunidad, donde el poder actúa sin rendición de cuentas y la ciudadanía pierde voz. El discurso de “mano dura” se impone como argumento único, y lo legal se vuelve un obstáculo que debe sortearse, no una norma que debe respetarse.
Cuando los contrapesos son demolidos y cuando el árbitro juega para el dueño del club (el presidente), estamos ante el autoritarismo en plena marcha con censura plena, donde cabe solo el aplauso unánime. Cuando los jueces dejan de juzgar arrodillados al mandato del poder y los congresos prestos a legislar según se le ordene; el poder se vuelve absoluto… y absolutamente impune.
Hoy, la figura del monarca absoluto resurge, potenciada por la tecnología, donde redes sociales, inteligencia artificial y vigilancia masiva son utilizadas por gobiernos autoritarios como herramientas de control. La narrativa única se refuerza digitalmente, la disidencia se demoniza, y las verdades incómodas son sepultadas bajo capas de manipulación. Ya no se necesita censura directa: basta con moldear el ecosistema informativo. El resultado es una democracia formal vaciada de contenido, donde la participación ciudadana se reduce a un “me gusta” estratégico.
Pero en medio de tanto retroceso hay fenómenos y causalidades que logran que la realidad alcance a lo digital y el maquillaje ya no alcanza a cubrir imperfecciones visibles.
Durante un tiempo, la narrativa oficial puede sostenerse con trolls, bots y propaganda en redes. Pero tarde o temprano, la realidad cruda, innegable se impone. El hambre, la justicia incumplida, la corrupción y la represión no pueden ser editados con filtros ni hashtags. Cuando el relato digital se agrieta, el aparato represivo resurge, desde su centro de control, activa los “aparatos de contenido” las normativas ambiguas que criminalizan la disidencia y su brazo armado que ejecuta con anuencia fiel. La dictadura del siglo XXI que no necesitaba censores algoritmo y un decreto se quedan cortos. Y de repente acorralado se ven tentado a recurrir a la mordaza burda y directa y revisar los manuales de fuerza letal y métodos deshumanizantes que le sirvieron con efectividad a las viejas dictaduras que creíamos olvidados
En muchos países, incluyendo el nuestro el poder deja de ser un mandato público y se convierte en una empresa familiar. El nepotismo no es una excepción, sino una regla de gestión. La corrupción es estructural, no coyuntural. Y el Estado opera como un instrumento privado que distribuye privilegios a una élite cercana al poder, mientras excluye a quienes quedan fuera de su red clientelar. En este esquema, los principios democráticos y de bienestar común se diluyen y la meritocracia queda relegada a la retórica vacía.
Como pais sin desarrollo propio , sin recursos abundantes y lo peor sin planes ni agendas de desarrollo claras y concretas, la dependencia externa se ha reconfigurado. Hoy, China seduce con megaproyectos y préstamos rápidos, mientras Estados Unidos vuelve con discursos de seguridad y control migratorio. Esta competencia geopolítica ubica a América Latina como una zona de influencia disputada, donde las decisiones internas se condicionan a intereses externos. Ya no se trata solo de extractivismo económico, sino de la exportación de modelos políticos autoritarios que encuentran terreno fértil en la región.
Hay nuevos neocolonialismos , que ya no son los de la guerra fría , sino grupos hegemónicos mundiales , unos seducidos con China con promesas de estadios ,puertos maritimos e instalaciones galácticas en plazas del tercer mundo a cambio de zonas francas y negocios monopólicos y otros corriendo a emular todo discurso o plan que se le ocurre a la mente del maestro Trump.(caso Argentina, El Salvador, Ecuador y aumentando).
El poder no puede ser un fin en sí mismo, ni una herencia, ni una estrategia de control. Debe ser un medio para garantizar derechos, construir justicia social y ampliar la participación ciudadana. América Latina necesita romper con el ciclo del autoritarismo maquillado de eficiencia. Urge recuperar la memoria histórica, fortalecer la educación cívica y diseñar un nuevo contrato social basado en transparencia, pluralismo y equidad.
A lo largo de la historia, grandes pensadores han advertido sobre los peligros del poder sin límites. Lord Acton lo resumió con una lucidez brutal: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.” Montesquieu, al proponer la separación de poderes, no buscaba eficiencia, sino contención y así evitar que una sola voluntad se impusiera como ley.
Hannah Arendt denunció cómo el totalitarismo vacía al individuo de pensamiento propio, convirtiéndolo en engranaje de una maquinaria sin alma. Y Noam Chomsky, con su agudeza quirúrgica, ha desenmascarado el poder como una forma de manipulación que opera no solo con armas, sino con palabras, medios y consensos fabricados.
Para Chomsky, el verdadero poder total no se impone con tanques, sino con narrativas que normalizan la injusticia y criminalizan la disidencia.En suma, cuando el poder deja de ser vigilado y empieza a justificarse a sí mismo, ya no administra una sociedad: la secuestra.
Porque ese poder total,que lo vemos en todas las áreas de un Estado o lo veamos presente en forma digital, sigue siendo lo mismo; una amenaza a la democracia y una traición a la ciudadanía. O como lo dice claro y sencillo el grupo musical Molotov de México «si le das, más poder al poder, mas duro te van a venir a joder…»
«El poder total es la sombra que solo se desvanece con la luz de la conciencia colectiva.»