
¿PARA QUIÉN ES REALMENTE LA SEGURIDAD?
Por: Luis Arnoldo Colato Hernández, Educador.
Es innegable que el país se encuentra en una condición de relativa seguridad, que empero depende de factores no reflejados en la narrativa dominante.
El pasado sábado 24, en la Ceiba de Guadalupe, la PNC ha detenido dos buses que conducían a pandilleros, cada uno con 80 personas, a departir al mar.
Junto a esto escuchamos finalmente el reconocimiento del ministerio de seguridad pública, la PNC y la FGR, al sostenido incremento de delitos comunes, como lamentablemente de secuestros y desapariciones.
Así, por ejemplo, el pasado mes de mayo la FGR ha admitido la desaparición de 17 personas.
En los meses pasados se estableció como media, la desaparición por privación de libertad de hasta 24 personas por mes, habiéndose recuperado de estas hasta el 19%, y establecido el regreso de otro 46%, que, habiéndoselos estimado como secuestrados, en realidad su desaparición respondió a razones no asociadas con ningún crimen.
Infelizmente del porcentaje restante se desconoce su suerte.
Entonces, si bien esta relativa seguridad es aprobada, debemos entender que responde a intereses de carácter crudamente político, para vender una marca.
La marca es el libertarismo, la misma que abandera aquel señor en Argentina, pero que antes abrazó nuestro pequeño führer, ocupando ilegalmente la presidencia en estos lares, por indicaciones del norte.
La tesis es simple: si un paisito con los niveles de violencia que padecemos puede conformarse en el que en apariencia tenemos es gracias al libertarismo, y debería replicarse.
Lo que en algunos países vecinos quisieran hacer.
Pero, las apariencias engañan, suscribiéndose a parciales interpretaciones de la realidad salvadoreña.
Vimos arriba algunos datos que exponen cómo es esa realidad, que por otro lado todos apreciamos en nuestro diario vivir; pero además, si bien la militarización de la sociedad produce algunos efectos deseables, estos son invariablemente de corto plazo y no atacan sus causalidades estructurales, lo que por otro lado, políticas integradoras que lo abordan desde su multicausalidad estructural, si resuelven, los casos colombiano y mejicano por ejemplo, que en un solo lustro han aliviado en buena medida la violencia de esos países, sin maquillar sus realidades.
Es decir; no solo se trata del supuesto que bajo regímenes de corte militarista y libertarios se resolverá todo – que no resuelven – sino de imponernos por esa vía este nuevo esquema de dominación, para perpetuar el dominio del norte de nuestra región, negándonos la soberanía, profundizando las desigualdades e inequidades estructurales, causales objetivas de esa violencia, y negándonos la emancipación.
Entonces, esa seguridad de apariencias responde solo a la voluntad política del poder, del norte, al interés objetivo de perpetuar la desigualdad e inequidad estructurales, no al beneficio público, lo que corroboramos al apreciar como a la par esa desigualdad se ha profundizado mientras se legisla para enriquecer más a esa minoría.
Si lo entendemos, podremos avanzar conformando la organización ciudadana que impulse los verdaderos cambios, democratizando finalmente las decisiones políticas que garanticen una seguridad basada en la equidad y la institucionalidad.