
Los “Tontos útiles de la reforma Universitaria” y el acoso perenne de las derechas.
Por: Víctor Manuel Valle Monterrosa.
Las universidades, instituciones surgidas en el medioevo para ser lugar de pensamiento y búsqueda de conocimientos nuevos, han tenido por lo menos dos constantes históricas: la rebeldía estudiantil y el asedio surgido de los conservadores y protectores del estatus quo al servicio de élites. En la Universidad de El Salvador esas constantes han tenido rasgos variados y a veces grotescos, violentos y destructivos.
Abunda la narración sobre los zarpazos manu militari sufridos por la UES en 1960, 1972, 1975, 1980-84 y 1989. Desde los Acuerdos de Paz 1992 que, dicho sea de paso, olvidaron a la UES, muy dañada por el conflicto, como una institución a remozar, no ha habido nuevos zarpazos de esa naturaleza. Ojalá nunca más ocurran para bien de la educación universitaria en función del desarrollo nacional.
Los estudiantes izquierdistas propulsamos en 1962/63 la reforma universitaria de la UES liderada el Rector Fabio Castillo Figueroa quien dos décadas antes había sido líder estudiantil rebelde contra la dictadura de Martínez. Esa reforma, encaminada a la creación de apoyos académicos necesarios para las transformaciones nacionales, recibió el asedio de los reaccionarios y sus adeptos sobre todo desde “la prensa seria”, como se le decía antes a los diarios defensores del estatus quo y cohonestadores de las injusticias.
Creo que la reforma fue exitosa; pero eso es materia de otros necesarios debates. Mi opinión es sesgada, pues estuve en el grupo estudiantil propulsor de la candidatura de Fabio y en la Comisión de Reforma Universitaria creada por el Consejo Superior Universitaria para sentar las bases políticas, académicas y administrativas de las reformas a emprender. Dicho sea de paso, soy el único sobreviviente de esos equipos.
El Salvador en esos tiempos pasaba, en apariencia, por un período de pocas turbulencias, de “calma chicha” dicen los navegantes a un mar que no hace olas. Se vivía la “dictablanda” del PCN con Rivera y aún la izquierda histórica influida por la tesis de la coexistencia pacífica de la Unión Soviética, creía en que, por medio de lucha parlamentaria, se lograrían los cambios revolucionarios largamente necesitados. Pero algo pasaba en el subsuelo de la realidad social y aún no había sucedido la malhadada aventura de la “guerra con Honduras” de 1969. Sucedía la siembra de vientos para las borrascas de los 1980.
Cuando comenzó su rectorado de la UES en marzo de 1963, Fabio fue dado a buscar consensos y armar equipos plurales. Con eso destanteaba a sus adversarios políticos que, en el caso de la reforma universitaria, eran las derechas del país en todos sus matices y modalidades. No seguía a ultranza “línea política” de ningún poder fáctico tras bambalinas; pero era persona de relaciones en un amplio espectro político e intelectual de El Salvador. Era nieto de un conocido científico del siglo XIX y de un general que fue presidente en dos ocasiones, el siglo XIX y a principios del siglo XX. Su condición de luchador contra Martínez le daba credenciales en sectores partidarios de la revolución social.
Con ese trasfondo personal, Fabio armó para su gobierno universitario un equipo de diversidad política: Mario Flores Macal, entonces asociado al Partido Comunista, fue nombrado Secretario General. Guillermo Manuel Ungo, que en los 1950 fue líder de Acción Católica Universitaria (ACUS), por entonces identificada como bastión de la derecha universitaria, fue nombrado Secretario Privado de Rectoría. La señora Jeannette Fernández Marinello de Criado, cubana exiliada anticastrista, fue designada directora y organizadora del Sistema Bibliotecario.
Al comienzo de su gestión como Rector, Fabio para buscar fondos y financiar sus programas innovadores, se reunía con personeros del gobierno de Rivera y con influyentes empresarios nacionales y entidades de otros países.
No obstante, la derecha olfateó que la anunciada y aún incomprendida Reforma Universitaria iba encaminada a educar a la sociedad, a desentrañar por medio de la ciencia el potencial de El Salvador y, en fin, a iluminar las transformaciones sociales necesarias para adecentar el país y emancipar los postergados del desarrollo social.
Y usaron mil recursos, uno de los cuales fue señalar colaboradores prestigiosos como “tontos útiles de la reforma universitaria”, pues sostenían que el proceso era realmente manejado por los comunistas que todavía funcionaban sin la decisión de tomar las armas para acceder al poder político y hacer la revolución.
Con esa treta publicaron un cuadro titulado así: “Los tontos útiles de la reforma universitaria” donde aparecían Guillermo Manuel Ungo y Albino Tinetti, ambos con prestigio por sus altas calidades académicas e intelectuales y estrechamente comprometidos con la reforma universitaria y su equipo conductor. La intención era herirles el amor propio y hacerlos retirarse del proceso de reforma.
Al menos en esa treta fallaron. Albino continuó firme hasta el final, cuando el zarpazo del gobierno de Molina lo cesó en sus funciones. y Guillermo Ungo evolucionó políticamente hasta ser un prestigioso político con legitimidad internacional como un socialdemócrata revolucionario y “la voz de un ´pueblo en lucha” durante el período insurgente de 1980 a 1991, año en que inesperadamente falleció. Albino después siguió como un maestro del Derecho y ejemplo de incorruptibilidad hasta su reciente fallecimiento en mayo del año en curso.
Eso es parte de la historia de la UES con sus vaivenes, encuentros y desencuentros frente al poder de turno y con el carácter de consustancialidad con el Estado, pues el mismo poder constituyente que creó El Salvador en 1841, ese año fundó lo que ha llegado a ser la Universidad de El Salvador, pública, autónoma y al servicio del desarrollo nacional en función de los de abajo. Eso continúa como el paradigma.