¡Tengan decencia! La debilidad del autócrata frente a las mujeres.
Por: Juan Vicente Chopin Portillo.
El protagonismo de las mujeres en la resistencia contra el actual régimen autocrático en El Salvador está fuera de discusión. Desde que las mujeres se enrolaron en la guerrilla durante la guerra civil, ellas tomaron conciencia de su importante rol en la sociedad. Después tomaron parte de la política, —también las mujeres de la derecha. Y ahora militan en la resistencia con ejemplar determinación.
Los rostros más visibles y efectivos de la resistencia social actual son de mujeres. Los hombres —ruborizados y cabizbajos— hacemos amagos de apoyarles en lo que podemos. Constatamos la crisis de líderes masculinos.
No sé si el autócrata lo sabe, pero las mujeres de la era digital buscan deconstruir el patriarcado. O tal vez lo sabe, pero no lo tolera. Porque su «tolerancia» es inversamente proporcional a su narcisismo. Es decir, aparece como intolerante cada vez que puede. La radicalidad musulmana se le sale por los poros.
En cambio, la determinación de las mujeres está suficientemente demostrada en la historia:
Holofernes se descuidó. Holofernes era jefe del ejército de Nabucodonosor, rey de Asiria. Holofernes divinizaba a su jefe. Una vez dijo: «¿Qué otro dios hay fuera de Nabucodonosor?» (Judit 6,2). En cambio, Judit, dice el texto, «era muy bella» (Judit 8,7) y, sobre todo: «no había nadie que pudiera decir de ella una palabra maliciosa, porque tenía un gran temor de Dios» (Judit 8,8). Judit increpó a los ancianos (hombres) de su pueblo y les echó en cara su debilidad ante el opresor: «¿Quiénes son ustedes para suplantar a Dios entre los hombres» (Judit 8,12)? Organizó la resistencia y urdió un ardid para vencer a Holofernes. Bajo el efecto del vino y cautivado por la belleza de Judit, Holofernes no supo medir la estrategia de esta mujer. Pero no fue la belleza física, como dice el texto, la que venció a Holofernes, sino la inteligencia estratégica de Judit. Porque Judit no actuaba por morbo, sino bajo un propósito político en favor de su pueblo. Holofernes cometió el error del machista medio, se limitó a ver la belleza física de Judit, no su inteligencia. Antes de decapitarlo con su cimitarra Judit hizo esta oración: «!Dame fortaleza, Dios de Israel, en este momento!» (Judit 13,7).
Pilato pudo hacer las cosas bien. De hecho, su mujer le advirtió: «No te metas con ese hombre justo» (Mateo 27,19). Pero, es común que los hombres no escuchen a sus mujeres y les manden callar. Así, Pilato, el procurador de justicia de la época, no defendió al inocente; además consintió su tortura y posterior asesinato. Pero, Pilato tiene el «mérito» —si se puede llamar mérito a su frivolidad— de demostrar que la democracia es un teatro cuando no se busca el bien del pueblo. Cuando preguntó al pueblo: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?» (Mateo 27,21), el pueblo, manipulado por los jefes judíos, escogió a Barrabás. Desde entonces, se debe desconfiar de la democracia, como excusa para los tiranos.
En el ascenso político del autócrata, fue una mujer —Xochitl Marchelli— la que puso en evidencia pública, por primera vez, su prepotencia. Pero, como es común en las sociedades machistas, nadie le creyó a la mujer y el imputado fue absuelto de sus cargos. Ahora es el merecido presidente de un país que maltrata a las mujeres.
Bertha Deleón, fue abogada del autócrata. Y como a los abogados, en condiciones normales, no se les debe mentir, dice de su defendido que es «inmaduro y vengativo» (cfr. Periódico El País, Eliezer Budasoff, México, 24 jul 2022). Bertha, por su estilo directo al hablar, no gozaba de la simpatía de muchos, pero habla con autoridad, puesto que tuvo acceso directo a la psicología del sujeto. Según se sabe, Bertha vive en México. No esperó a comprobar su tesis del espíritu de «vendetta» de su defendido. Ella ahora, como muchos en El Salvador, se defiende de él.
Dicen que, a la hora de la captura, Ruth les dijo a sus captores: «Tengan decencia, esto un día se va a acabar. No se pueden prestar a esto». Ruth López, destacada miembro de la resistencia no violenta, documenta con sus compañeros de trabajo la cantidad de personas que mueren en las cárceles en el marco del régimen de excepción, recogen denuncias de los que son capturados, evidencian las injusticias y atropellos contra los derechos humanos. Su nombre figura entre las cien mujeres más influyentes durante el 2024, según la BBC de Londres. El autócrata, acorralado en la gélida soledad de su torre de marfil, ha debido subir el tono de su satrapía capturando a una mujer.
Cuídese el autócrata de Las Troyanas. De Hécuba en particular. Ellas recomiendan: «¡No abusen los poderosos que tienen el mando al regir en lo que es inoportuno, ni creer que ahora que son dichosos han de vivir en dicha siempre!» (Eurípides, “Hécuba”). Revise, aunque sea alguna vez el misógino, la doctrina de Las Troyanas que dice: «¡Muchas de entre nosotras pueden ser aborrecibles: todas no! ¡Y mayor es el número de las rectas que el de las malvadas!» (Ibídem). No sea que siga el sátrapa el destino de Poliméstor, cuya fría ambición al oro, lo llevó a ser presa de Las Troyanas, cuyos ojos destruyeron con alfileres de metal.
En conclusión, el autócrata tiene problemas con las mujeres estudiadas, esas que tienen criterio. Y en modo particular tiene problemas con las abogadas. Ellas son su «piedra en el zapato», por decir una frase benévola. Es que se ve muy mal —y no es un eufemismo— que un «hombre» con tanto poder se ensañe contra una mujer, haciendo uso de sus esbirros.
Pero hay mujeres a quienes el autócrata tolera, como dicen los machistas, siempre y cuando permanezcan en silencio, como la «procuradora» de derechos humanos de El Salvador, Raquel Caballero de Guevara, cuya plaza pagamos los salvadoreños por no ejercer su cometido. Siendo mujer, no defiende ni a las de su género cuando son capturadas y humilladas.
Prudencia Ayala y sus compañeras de lucha se abren paso entre nosotros. Como pedernal brillan sus rostros ante la injusticia. La hora de las mujeres ha llegado a El Salvador. Un perfil, no solo de presidenta, sino de estadista, lo reclama esta hora de la historia. Tómese nota.
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