El país de las luces, las cortinas de humo y las cárceles de alquiler.

Por: Miguel A. Saavedra.
En el Salvador de 2025, donde el Bitcoin brilla como estandarte y las luces de la propaganda iluminan cada esquina, el gobierno parece haber adoptado la lógica del Gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas: aparecer con una sonrisa, desviar la atención y desvanecerse sin dejar rastro. Esta vez, la cortina de humo tomó la forma de 12 millones de dólares arrojados a una semana de transporte gratuito, supuestamente para «bajar el enojo» por los retrasos en la obra de la carretera Los Chorros. Mi abuela, con su sabiduría de tiempos más austeros, lo habría dicho claro: «Lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta».
Ese refrán, que reprendía el desperdicio de agua, comida o leña, resuena hoy como una crítica feroz a una decisión que prioriza la pirotecnia política sobre las necesidades estructurales de un país donde miles de familias carecen de un techo digno. Este blog desmonta la «lógica absurda» de regalar recursos públicos en momentos de crisis de imagen, calcula cuántas soluciones habitacionales se sacrificaron y exige un cambio hacia políticas que despierten el poder dormido del cooperativismo para enfrentar el déficit habitacional.
Mientras el déficit habitacional clama soluciones
El Salvador arrastra un déficit habitacional de 400,000 a 500,000 viviendas, según la Cámara Salvadoreña de la Construcción (CASALCO) en 2024. Más del 26% de los hogares urbanos viven en condiciones precarias, con acceso limitado a agua potable (74% con acueducto) y saneamiento (41% con alcantarillado), según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2022. Barriadas junto a ríos, tugurios en quebradas y edificaciones dañadas por terremotos son el hogar de miles, enfrentando hacinamiento, inseguridad y riesgos sanitarios. Para el 60% de la población en la economía informal, el crédito hipotecario es un espejismo, mientras el mercado inmobiliario de lujo, alimentado por remesas y capitales opacos, encarece el suelo y desplaza a los más vulnerables. Este contraste entre opulencia y miseria es un grito de urgencia por políticas públicas que prioricen la vivienda social.
La fiesta de los 12 millones: Una oportunidad desperdiciada
Destinar 12 millones de dólares a una semana de transporte gratuito a nivel nacional es un acto de despilfarro disfrazado de generosidad. Justificado como un paliativo para el «enojo» por la obra en Los Chorros, que solo afecta a quien transita entre y para la capital y el occidente del país, este subsidio refleja una lógica absurda: regalar recursos públicos para apaciguar críticas y reforzar la imagen presidencial, en lugar de invertir en soluciones estructurales. Es la misma mentalidad que mi abuela criticaba cuando desperdiciábamos lo esencial: «Lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta». Pero esta fiesta tuvo un costo devastador. Veamos cuántas soluciones habitacionales se podrían haber financiado con esos fondos, basándonos en costos reales de vivienda social en El Salvador:
  1. Viviendas Básicas ($5,000 por unidad)
    El programa Casa para Todos (2009) construyó viviendas de 36 metros cuadrados por $5,000. Con 12 millones, se podrían haber financiado 2.400 viviendas, beneficiando a unas 9.600 personas (4 por hogar). Estas casas habrían dado un techo digno a familias en asentamientos precarios, como los cercanos al río Acelhuate.
  2. Viviendas Cooperativas ($10,000 por unidad)
    Proyectos de FUNDASAL, como ACOVICHSS en el Centro Histórico, o las viviendas recuperadas por el gobierno en 2023, promedian $10,000 por unidad. Con 12 millones, se habrían construido 1.200 viviendas, beneficiando a 4.800 personas con soluciones sostenibles que integran participación comunitaria.
  3. Viviendas Dignas ($15,000 por unidad)
    Hábitat para la Humanidad construye viviendas resistentes a desastres por $15,000. Con 12 millones, se podrían haber financiado 800 viviendas, beneficiando a 3.200 personas con hogares seguros, ideales para zonas urbanas como San Salvador.
Estas cifras representan vidas transformadas: familias que habrían escapado de tugurios, accedido a saneamiento y construido un futuro estable. Además, la construcción de viviendas genera empleos, como los 41,886 empleos directos creados por Casa para Todos con $232.5 millones. Con 12 millones, se habrían generado cientos de empleos temporales, dinamizando comunidades enteras.
¿Cómo se habrían implementado? modelos locales e internacionales.
FUNDASAL, con su trayectoria en el Centro Histórico de San Salvador, ofrece modelos concretos para maximizar esos 12 millones:
  • Cooperativas Urbanas: Proyectos como ACOVICHSS y ACOVIVAMSE construyeron viviendas a $10,000-$15,000, beneficiando a mujeres jefas de hogar y comunidades vulnerables. Con 12 millones, se podrían haber replicado 800-1.200 viviendas, revitalizando barrios degradados y preservando el tejido social del corazón de la ciudad.
  • Vivienda Progresiva: Los núcleos básicos de FUNDASAL, a $5,000-$8,000, permiten a las familias ampliar sus hogares con el tiempo. Con 12 millones, se habrían financiado 1.500-2.400 núcleos, ideales para zonas periurbanas afectadas por desastres, como Santa Tecla.
  • Mejoramiento de Tugurios: Inspirado en México, los 12 millones podrían haber transformado asentamientos informales en el Área Metropolitana, financiando saneamiento, titulación de tierras y materiales para autoconstrucción, beneficiando a miles.
Internacionalmente, Uruguay, México y Colombia ofrecen lecciones valiosas:
  • Uruguay (FUCVAM): Sus cooperativas construyen viviendas a $10,000-$20,000, integrando economía circular como «Entrebichitos», que recicla aguas residuales para agricultura. Con 12 millones, se habrían financiado 600-1.200 viviendas cooperativas sostenibles.
  • México (Mejoramiento de Barrios): Invierte $8,000-$15,000 por unidad en infraestructura y vivienda. Con 12 millones, se habrían mejorado 800-1.500 hogares en barriadas salvadoreñas.
  • Colombia (Barrios Sostenibles): Usa tecnología y participación comunitaria para construir a bajo costo. Con 12 millones, se habrían financiado 1.000-1.500 soluciones, priorizando empleo local.
El telón de la propaganda: un contraste doloroso.
La decisión de gastar 12 millones en transporte gratuito es una cortina de humo en el país reconocido por «Las luces, las maravillas y las cárceles de alquiler». Mientras el gobierno invierte en proyectos de alto perfil, como terrenos de $1.4 millones para una residencia presidencial, miles de familias viven en condiciones infrahumanas. La especulación inmobiliaria, alimentada por capitales de origen dudoso, eleva los precios del suelo, haciendo inviable la vivienda social sin políticas robustas. Esta fiesta de despilfarro contrasta con la realidad de barriadas como las del río Acelhuate, donde la precariedad es la norma.
La «lógica absurda» de regalar recursos para apaciguar críticas no es nueva, pero su costo es insostenible. Los 12 millones desvanecidos podrían haber sido un punto de inflexión para reducir el déficit habitacional, empoderar comunidades y generar empleos. O pudo haber sido un buen programa de fomento de microemprendimientos urbanos o rurales. En cambio, se esfumaron en una semana, dejando tras de sí el eco de una oportunidad perdida. ¿Cuántas crisis más se tendrán en el año? ¿Y si alcanzará el dinero de todos los salvadoreños para pagar los inventos presidenciales?
Despertar del sueño de las maravillas.
El Salvador no puede seguir gobernado por la lógica del Gato de Cheshire, apareciendo con sonrisas y desapareciendo sin soluciones. Los 12 millones de dólares gastados en transporte gratuito son un símbolo de lo que no debemos repetir: priorizar la propaganda sobre las necesidades estructurales. Con esos fondos, se podrían haber construido entre 800 y 2,400 viviendas, beneficiando a 3,200-9,600 personas y sentando las bases para un país más justo.
Ese monto nada despreciable bien pudo, haberse invertido en otro rubro importante como el de crear capital semilla para microemprendimiento con un fondo de arranque de $500 favoreciendo un subsidio para 24 mil familias emprendedoras de un fondo no reembolsable si el negocio se mantiene 6 meses después.
Es hora de exigir voluntad política que despierte el poder del cooperativismo, penalice la especulación inmobiliaria y garantice crédito para los más vulnerables. Modelos como los de FUNDASAL, Uruguay, México y Colombia muestran el camino: viviendas cooperativas, economía circular y políticas sociales multiplicadoras. Si a cada crisis le sigue el «show del Bukelismo Regalón«, con razón, cuando se llega a octubre de cada año, ya no tienen dinero para lo que hay que pagar del Estado. Mi abuela tenía razón: no podemos hacer fiesta con lo que no nos cuesta. Es momento de invertir el capital donde realmente importa, construyendo hogares y esperanzas, no cortinas de humo que se desvanecen en una semana donde el ciudadano común hizo turismo y viaje de ocio, pues el trabajador normal prefería pagar que pasar el caos adicional que generaron toda la semana por a la sobredemanda de transporte, todo para buscar aplausos sobornados.
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