Velas Negras

Francisco Parada Walsh


La muerte siempre me sorprende, a pesar de saber que es el fin del ciclo de la vida, la muerte siempre me sorprende. Durante el ejercicio de mi profesión y como el ser humano más común que pueda existir he visto amigos, niños, adolescentes y adultos morir, siempre me embarga una tristeza indescriptible.

Este sábado recién pasado me llamaron para que fuera a atender a la madre de una joven mujer a quien el cáncer le truncó sueños, futuros y esperanzas.

¿Quién era esta joven madre que falleció?:

Era, es y será la hija de una gran señora, supe hace dos meses que necesitaba ser intervenida quirúrgicamente en el Hospital Rosales; el tiempo pasó pero no sabía que ese trabajo de levantar actas de defunción no es lo mío, mi deber debe ser levantar actas de nacimiento pero como mi profesión es una viajera incansable un día está en la calle vida y al siguiente día está en la avenida muerte, vida y muerte, muerte y vida.

¿Qué sucede cuando pido hablar con la madre de la joven fallecida?:

Vino a mi mente cuando esta señora me regaló una orquídea, ella me miraba pasar cargando sacos de orquídeas pero mis orquídeas no eran tan bellas como las de ella; hubo un día que me dijo: “Agarre la que quiera” y eso hice, jamás olvidé ese detalle por eso cuando la saludé entendí que estaba en una casa de gente buena, de gente maravillosa.

¿Qué pienso de la muerte de una joven de 34 años?:

Son varias cosas, una es que cuando muere un joven los viejos orejas y narices peludas no tendremos quien nos releve, somos más los malos que los buenos y la otra que desde mi trastocada espiritualidad rezo y le pido a Dios que en un arrebato me lleve, que deje a esa persona que aparenta estar muerta, a esa joven madre, su niña la necesita…..No me gustaría ver a un difunto levantarse y asustar a los presentes y ausentes, apelo a esos poderes que Dios tiene para quien no hay imposibles y que lo haga posible, que nos haga creer que todo fue un sueño o un mal viaje por una ingesta excesiva de éxtasis o burundanga y que todo está bien, que todo está bien.

¿Qué me sucede?:

Sufro, lloro, medito, estoy en un cuarto que un día fue alegría y hoy sus paredes lloran dolor, caen grandes gotas del techo, esas gotas son de sufrir, el piso no es un piso firme, con las gotas del sufrir y del dolor se ha convertido en un piso húmedo, resbaladizo, traidor.

¿Cómo puedo ser indolente y frío cuando tengo ante mí el cuerpo sin vida de una joven madre?:

No lo entiendo pero así camina el mundo, puedo hablar por mí, me parte el alma ver a una joven que puede ser mi hija.

¿Qué es lo bueno de visitar casas llorosas?:

Que ese dolor me recuerda la fragilidad humana, el dolor me agarra del cuello, me sacude diciéndome : “Mira a esa joven, es santa, tú, pecador empedernido.

¿Crees que me he olvidado de ti hombre cobarde?

Y eso se lo agradezco a la muerte porque en ese diálogo me hace ver que sea la que sea la forma en que moriré, así estaré, postrado, al principio flácido, luego tieso, rígido y empieza ese viaje al polvo que me vio nacer.

¿Por qué el ser humano sabiendo su fragilidad y su paso por este mundo como una estrella fugaz se afana en robar, en maltratar, en fastidiar, en acumular, cuando todo queda, todo?:

Puedo responder por mí, si usted amigo lector simulara su muerte en su mente se diera cuenta que egos, poderes y lingotes de oro se quedan; nada se llevará, quizá, quizá el mundo fuera un lugar más justo, más solidario, más cálido y más humano.

¿Qué me dice la madre de la joven fallecida?:

“No quiero tomar nada, quiero estar con ella hasta el último momento, no me quiero separar de mi niña”, me parece acertado lo que dice esta madre amiga, ¿Que llorará?: Por supuesto que llorará, fue, es y será su niña, su hija, que llore hasta la deshidratación, es su niña de 34 años que se va, se va.

¿Qué sucede durante esa hora que visito la casa llorosa?:

Muchas cosas.

¿Quién soy yo para que la madre deje de llorar, me ofrezca café y pan dulce?, ¿Quién soy?

No soy nadie y aprecio con toda mi alma ese detalle , no es fácil, esto es de lo más duro que me toca vivir; nada de eso me es extraño, yo tuve también una casa llorosa, paredes y techos lloraban como temporal, eran dos ángeles que alzaban vuelo, mis dos hermanitos y como buena película tengo grabado cada detalle que ahí sucedió, tenía apenas ocho años pero la mente almacena cada situación, cada experiencia sea cargada de dolor o de alegría, creo que el dolor prevalece.

Se me olvidaba, tengo otra casa llorosa, fue cuando mi madre vivió y la fuimos a dejar al aeropuerto de Berlín, Usulután, allá llegaría el avión Air Force 001 a recogerla para llevarla no al cielo ni al infierno sino a un lugar más hermoso que esos; recuerdo que ese día era un diez de Mayo, “Día de las madres ausentes”, mientras seguíamos a ese carro fúnebre negro como el diablo pude ver a tantas personas felices, unos bajaban del bus con sendos pasteles para su madre, pude entender esa dicotomía de la vida, unos ríen y otros lloran, nada ha cambiado, nada.

¿Cuál es mi conclusión final sobre la muerte?:

No sé cuándo llegará pero que voy de viaje estoy seguro.

Entonces ¿Qué me queda?:

Ser feliz, ser generoso, disfrutar la vida al máximo, despertar a los pinos dormilones mientras la luna bosteza, esa caminata al alba junto a un gran amigo me sirve para ver lo bello de la vida y lo interesante es que lo bello de la vida es gratis. Sé que un día aunque quiera correr, bailar, leer, escribir todo será imposible, todo.

Entonces ¿Por qué buscar imposibles cuando puedo conjugar el verbo amar en todos sus tiempos mientras tenga tiempo, para servir, compartir y decirle a cada persona que me rodea lo importante que son, decirles cuánto los amo?.

Recién fui a un duicentro y menuda sorpresa fue ver en esa larga fila a un hombre flaco, vestía traje negro, cuando volteó su mirada pude ver sus cuencas infinitas, era la muerte sacando documento Único de Identidad salvadoreño; a lo lejos pude escuchar una voz hueca cuando le preguntaron sus datos personales; Fecha de nacimiento: 12 de octubre de 1492. Lugar de nacimiento: El Pinochini de América. Tipo de sangre: TODAS.

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