Migrantes; el Papa a la Cruz Roja: denle una bofetada al egoísmo

«¡Pero denla con el testimonio, no con la mano!». Recordó a los «mártires» que han dado la vida por los demás. Y aconsejó: que su partido sean los más necesitados.

IACOPO SCARAMUZZI
CIUDAD DEL VATICANO

«Su presencia al lado de los inmigrantes representa un signo profético, tan necesario para nuestro tiempo». Lo dijo el Papa Francisco a los miembros de la Cruz Roja italiana. Con «su forma de vivir y su servicio», el profeta «abofetea, despierta, da verdaderas bofetadas al egoísmo social», prosiguió Francisco, recomendando dar la bofetada «con las palabras y el testimonio, no con la mano». Jorge Mario Bergoglio recordó a los miembros de la Cruz Roja que su «partido» son «los más necesitados». Y así como «el diablo entra por los bolsillos, las virtudes salen por los bolsillos, pagan, para ayudar al otro», dijo el Pontífice argentino, que concluyó recordando que en el ejercicio de la misión de ayuda «han perdido la vida, perdónenme: no la perdieron, la dieron».

El encuentro fue inaugurado con un breve discurso que pronunció Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, quien subrayó que el Papa da «voz a quien no tiene voz, y sus palabras son escuchadas en todo el mundo: gracias a su voz los valores de amor, solidaridad, acogida y paz se han convertido en banderas que seguir», tanto sobre el tema de las armas nucleares como sobre los migrantes, situaciones como la República Centroafricana o en la frontera entre Myanmar y Bangladesh.

El Papa subrayó que «La Cruz Roja desempeña en toda Italia y en el mundo un servicio insustituible, precioso tanto por la obra que materialmente lleva a cabo, como por el espíritu con el que la cumple, que contribuye a la difusión de una mentalidad nueva, más abierta, más solidaria. La misión del voluntario, llamado a inclinarse sobre quienquiera que encuentre en la necesidad y a prestarle el proprio socorro amorosa y desinteresadamente, refleja la figura evangélica del Buen Samaritano». Jorge Mario Bergoglio recordó, al respecto, los principios fundamentales del estatuto de la Cruz Roja, a partir del primero, «humanidad». «¡Cuántos son, también en nuestro mundo, los niños, los ancianos, las mujeres y los hombres cuyos rostros no son reconocidos como únicos e irrepetibles, y que permanecen invisibles porque están ocultos en el cono de sombra de la indiferencia!», denunció Jorge Mario Bergoglio. «Afirmar el principio de humanidad significa, entonces, volverse promotores de una mentalidad arraigada en el valor de cada ser humano, y de una praxis que ponga en el centro de la vida social no los intereses económicos, sino el cuidado de las personas. No el dinero en el centro, no, ¡las personas!», exclamó el Papa entre los aplausos.

El segundo de los principios afirmados en el “Estatuto” es la «imparcialidad», «que lleva a no basar las propias acciones en “alguna distinción de nacionalidad, raza, credo religioso, clase u opinión política”, y tiene como consecuencia la neutralidad», el tercer principio, por lo que el movimiento no toma partido de ninguna de las partes «en los conflictos y en las controversias políticas, raciales o religiosas. Este criterio de acción contrasta la tendencia, hoy desgraciadamente tan difundida, a distinguir quién merece atención y socorro de quienes, al contrario, no son dignos de ello. Pero ustedes –dijo el Papa– tienen una política. Esta es su política, este es su partido político, el presidente lo ha dicho: ustedes son del partido político de los más necesitados, de los que tienen mayores necesidades».

El “Buen Samaritano” no «somete al hombre herido a ningún examen preventivo, no lo juzga y no subordina su socorro a prerrogativas morales, ni mucho menos religiosas», prosiguió el Pontífice argentino, «actúa, paga en persona: así como a mí me gusta decir que el diablo entra por los bolsillos, las virtudes salen de los bolsillos, pagan, por ayudar al otro», continuó el Papa. Antes de concluir recordó a los agentes que han perdido la vida en su servicio: «No me gustaría terminar sin un pensamiento para aquellos de ustedes que en el ejercicio de su misión de ayuda han perdido la vida: perdónenme: no la perdieron, la dieron. ¡Son sus mártires! Son sus mártires y Jesús nos dice que no hay más amor que dar la vida por los demás. Ustedes tienen a estos entre ustedes, que ellos les inspiren, les ayudan y protejan desde el cielo. Y pidamos que el Espíritu del Resucitado, que es Espíritu de amor y de paz, nos enseñe esa vía y nos ayude a realizarla. Pido por ello para todos ustedes la bendición de Dios, Padre de todos nosotros, Padre –añadió– de todas las confesiones, y la invoco en particular para todos los que perdieron la vida desempeñando su servicio y para sus seres queridos».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: